La Pasión de Jesús. El miércoles Jesús no acudió al Templo. Permaneció en Betania en una vigilia de oración.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
El miércoles santo Jesús no acudió al Templo.
Permaneció en Betania en una vigilia de oración. Todo lo que había de decir, lo
ha dicho. La revelación de su identidad es clara. La denuncia del pecado
también. Las posiciones de los importantes también están definidas.
Cristo les dice: "Sabéis que de aquí a dos
días será la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser
crucificado"(Mt). Hay presciencia en Jesús. Sabe lo que va
suceder, sabe el día y la hora. No le será ahorrado el desconocimiento previo,
o la esperanza de que el dolor va ser menor. Lo sabe todo. Es consciente de que
los clavos van a atravesar su carne, sabe que su cuerpo va ser flagelado,
escupido, deshonrado y, por fin, llegará una muerte cruel. Lo sabe, y no huye,
porque esa afrenta va a ser convertida en un sacrificio en el que Él va a ser
sacerdote y víctima. Va a pedir al Padre el perdón para todos, pero lo va a
pedir pagando el precio de justicia de todos los pecados. Va ser un verdadero
sacrificio expiatorio, como lo simbolizaba el animal que soltaban los
sacerdotes que llevaba sobre sí los pecados del pueblo. Pero ahora no va ser un
símbolo, sino una realidad. El peso de todos nuestros pecados va a caer sobre
Él. Jesús va a ser el inocente que paga por los pecados de aquellos a quienes
ama. De esta manera se manifiesta una misericordia que tiene en cuenta la
justicia.
Ya había sido profetizado mucho sobre el siervo de Yahvé que padecerá para librar al pueblo de sus pecados. Se
cumplirá todo hasta el mínimo detalle. El amor no es sólo la satisfacción por
el gozo con la persona amada. Es también querer tanto al otro -en este caso
todos los hombres- que se busca librarlos de todo mal, se busca liberarlos de
las garras del diablo, de las redes del pecado, de la muerte primera, y de la
muerte segunda que es el infierno. Ese amor le lleva a no poder soportar que se
pierda ninguno. Que todo el que quiera salvarse lo pueda hacer. Por eso no
rechaza el sacrificio. Se puede decir que lo ama, aunque el corazón tiemble y
la carne se resista. Pero la voluntad es firme. Y el miércoles santo es un día
de oración intensa y sin descanso, rodeado del cariño de los suyos, aunque no
todos, pues Judas le odia.
LA REUNIÓN DEL SANEDRÍN
Aquel día se reunieron las tres clases del sanedrín: los príncipes de los sacerdotes, los escribas, y los
ancianos notables. Preside el Sumo sacerdote Caifás. No es una reunión
oficial, pero están casi todos. Los acontecimientos del día anterior hacen que
lo ya decidido se ponga por obra. Ya habían decidido matarle antes; pero nada
han conseguido. Ahora les mueve la furia de hacerlo cuanto antes, pero con
astucia, con una frialdad y un odio que encuentran su motor en el mismo
Satanás. Son implacables "Entonces se
reunieron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo en el
palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y acordaron apoderarse con engaño
de Jesús y hacerle morir. Pero decían: No sea en la fiesta, para que no se
produzca alboroto entre el pueblo"(Mt). Las deliberaciones
fueron duras. Hablan más los que más le odian, es decir, los que tienen una
mayor pecado según las denuncias públicas y privadas de Jesús. No pueden
esperar, pero no quieren alboroto. Saben que los partidarios de Jesús son
muchos. Saben que en una situación de guerra civil, los romanos intervendrían y
liberarían a Jesús, pues su conducta es intachable y nada enemigo de ellos. Por
otra parte quieren comprometer a los romanos para que ellos sean responsables
de la muerte de Cristo ante el pueblo. Deben calcular las cosas hasta el mínimo
detalle. No pueden fallar. Alguno habla de Judas que ya ha entrado en tratos,
pero poco saben de él.
LA TRAICIÓN DE JUDAS
"Se acercaba la fiesta de los
Azimos, que se llama Pascua, y los príncipes de los sacerdotes y los escribas
buscaban cómo acabar con él, pero temían al pueblo. Entró Satanás en Judas,
llamado Iscariote, uno de los doce. Fue y habló con los príncipes de los
sacerdotes y los magistrados sobre el modo de entregárselo"(Lc).
SATANÁS SE APROVECHA
Satanás sólo entra si se le deja entrar. Puede tentar y tienta como lo
hizo con Jesús y lo hace con todos. Pero para entrar necesita una puerta
abierta. Satanás es soberbio, pero es lúcidamente inteligente. Conoce las
debilidades de los hombres y las prueba. Odia a Dios, y sabe que el mayor daño
que le puede hacer es destruir a los hombres. Conoce la debilidad de Judas, su
amor por el dinero, y lo que el dinero lleva consigo. Ha seguido su
comportamiento a lo largo de los tres años. Ha podido observar sus trampas. Y
sobre todo su resentimiento por no entender el modo como Jesús lleva las cosas
adelante. Judas no puede entender un amor tan grande que le lleve a la pobreza,
a decir las verdades a los poderosos, contra las juiciosas políticas de los
hábiles. Su vida de fraternidad es difícil con los demás, pues ellos han dejado
todo para seguir a Jesús, y les ve decididos a hacer lo que les pida, por loco
que parezca. Las peleas y los reproches no faltan. No en vano ellos no tienen
tanta paciencia como Jesús, que siempre le disculpa y le apoya. La misma
paciencia y el amor de Jesús le llenan de odio, pues son un reproche cuando él
ya no quiere saber nada de ese reinado que no parece de este mundo.
JUDAS SE DECIDE
Entonces Judas Iscariote "fue donde
los príncipes de los sacerdotes, y dijo: ¿Qué me queréis dar a cambio de que os
lo entregue? Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata. Desde entonces
buscaba una oportunidad para entregarlo"(Mt)
LA VERDAD DE JUDAS
El precio había sido profetizado. Es muy posible que ellos, o alguno de
ellos, se acordase de la profecía con burla y cinismo. Es muy posible que, en
su astucia, la utilizasen para acallar la conciencia de Judas diciéndole que si
verdaderamente Jesús era el Mesías se aclararía todo, pues se manifestaría con
poder. Era un engaño, pero cuando se peca, cualquier excusa puede servir de
justificación. El hecho es que él era traidor de quien más le había querido,
del Mesías, del Amigo, del Hijo de Dios Altísimo. Esa es la verdad de Judas.
Estaba cometiendo el peor de los pecados con una lucidez que la compañía con
Jesús agravaría por minutos.
LAS TREINTA MONEDAS DE PLATA
La cantidad de treinta siclos de plata era también el precio del daño
por un esclavo que hubiese sido muerto por un animal. Era el precio de un
pequeño campo. Era el precio de un cordero pascual. Simbolizaba, sin quererlo,
a Jesús que se entrega como un esclavo de amor, del cordero pascual que libera
de la muerte a los primogénitos. Para Judas era sólo el símbolo del poder que
alcanzaría cuando venciesen sus nuevos amigos frente al. Poco sabía cuál iba a
ser la paga de los traidores, pues lo que es lucidez para la traición es
oscuridad para el propio conocimiento.
IGNORAN EL JUICIO DE DIOS
Los reunidos en el Sanedrín se alegraron. Judas hierve de actividad. Se
separan, preparando todo para el desenlace inminente, aunque un cierto temor de
que Jesús se escapase de nuevo de sus manos les deja intranquilos, pues lo ha
hecho muchas veces. Menos les intranquilizaba lo más importante: el juicio de Dios.
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