El Papa Francisco dedicó su catequesis al viaje apostólico a Malta durante la Audiencia General de este miércoles 6 de abril.
“Como Obispo de Roma, fui a
confirmar a ese pueblo en la fe y en la comunión. De hecho, Malta es un
lugar-clave también desde un punto de vista de la evangelización. De Malta y
de Gozo, las dos diócesis del país, han salido muchos sacerdotes y
religiosos, pero también fieles laicos, que han llevado a todo el mundo el
testimonio cristiano. ¡Cómo si el paso de San Pablo hubiera dejado la misión
en el ADN de los malteses! Por eso mi visita ha sido sobre todo un acto de
reconocimiento, reconocimiento a Dios y a su santo pueblo fiel que está en
Malta y en Gozo”, señaló el Santo Padre.
A continuación, la catequesis pronunciada por el Papa
Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El sábado y domingo pasados
estuve en Malta: un viaje apostólico que estaba
programado desde hace tiempo. Pocos saben que Malta, incluso siendo una
isla en medio del Mediterráneo, recibió muy pronto el Evangelio, porque el
apóstol Pablo naufragó cerca de su costa y prodigiosamente se salvó con
todos los que estaban en el barco, más de doscientas setenta personas.
Cuenta el libro de los Hechos
de los Apóstoles que los malteses les acogieron a todos con «una humanidad poco común» (28,2), esto es
importante, no lo olviden, con una humanidad poco común.
He elegido precisamente
estas palabras: con una humanidad
poco común, como lema de mi
viaje, porque indican el camino a seguir no solo para afrontar el fenómeno de
los migrantes, sino más en general para que el mundo se vuelva más fraterno,
más vivible, y se salve de un “naufragio” que nos amenaza a todos nosotros,
que estamos – como hemos aprendido – en la misma barca. Todos.
Malta es, en este horizonte,
un lugar-clave. Lo es sobre todo geográficamente, por su posición en el
centro del Mar que está entre Europa y África, pero que baña también Asia. Malta es una especie de “rosa de los
vientos”, donde se cruzan pueblos y culturas; es un punto privilegiado
para observar a 360 grados la zona mediterránea. Hoy se habla a menudo de “geopolítica”, pero lamentablemente la lógica
dominante es la de las estrategias de los Estados más poderosos para afirmar
los propios intereses extendiendo el área de influencia económica,
ideológica y militar. Lo estamos viendo con la guerra. Malta representa, en
ese cuadro, el derecho y la fuerza de los “pequeños”,
de las Naciones pequeñas pero ricas de historia y de civilización, que
deberían llevar adelante otra lógica: la del respeto y de la libertad, de la
convivialidad de las diferencias, opuesta a la colonización de los más
poderosos. Lo estamos viendo ahora, no solo en una parte, sino en otras.
Después de la segunda guerra mundial se ha intentado poner las bases de
una nueva historia de paz, -pero lamentablemente no aprendemos- ha ido adelante
la vieja historia de grandes potencias competidoras. Y, en la actual guerra en
Ucrania, asistimos a la impotencia de la Organización de las Naciones Unidas.
Segundo aspecto: Malta es un lugar-clave en
lo que se refiere al fenómeno de las migraciones. En el Centro de
acogida Juan XXIII encontré numerosos migrantes, que
desembarcaron en la isla después de viajes terribles. No hay que cansarse de
escuchar sus testimonios, porque solo así se sale de la visión distorsionada
que a menudo circula en los medios de comunicación y se pueden reconocer los
rostros, las historias, las heridas, los sueños y las esperanzas de estos
migrantes.
Cada migrante es único, no es un número, es una persona, es único, como
uno de nosotros. Cada migrante es una persona con su dignidad, sus raíces, su
cultura. Cada uno de ellos es portador de una riqueza infinitamente más grande
que los problemas que puede implicar su acogida. No olvidemos que Europa fue
formada por las migraciones.
Ciertamente, la acogida debe ser organizada, es verdad, debe ser
gobernada, y antes, mucho antes, debe ser proyectada juntos, a nivel
internacional. Porque el fenómeno migratorio no puede ser reducido a una
emergencia, es un signo de nuestros tiempos. Como tal debe ser leído e
interpretado. Se puede convertir en un signo de conflicto, o en un signo de paz.
Depende de nosotros.
Quien en Malta ha dado vida al Centro Juan XXIII ha hecho la elección
cristiana y por eso lo ha llamado “Peace Lab”: laboratorio de paz. Pero
yo quisiera decir que ¡Malta en su conjunto es un
laboratorio de paz! Todo el país con su actitud, es un laboratorio de
paz.
Y puede realizar esta misión suya si, desde sus raíces, toma la savia
de la fraternidad, de la compasión, de la solidaridad. El pueblo maltés ha
recibido estos valores junto con el Evangelio, y gracias al Evangelio podrá
mantenerles vivos.
Por esto, como Obispo de Roma, fui a confirmar a ese pueblo en la fe y
en la comunión. De hecho – tercer aspecto – Malta es un lugar-clave también
desde un punto de vista de la evangelización. De Malta y de Gozo, las dos
diócesis del país, han salido muchos sacerdotes y religiosos, pero también
fieles laicos, que han llevado a todo el mundo el testimonio cristiano. ¡Cómo si el paso de San Pablo hubiera dejado la misión
en el ADN de los malteses! Por eso mi visita ha sido sobre todo un acto
de reconocimiento, reconocimiento a Dios y a su santo pueblo fiel que está en
Malta y en Gozo.
Sin embargo, también allí sopla el viento del secularismo y de la
pseudocultura globalizada a base de consumismo, neocapitalismo y relativismo.
También allí, por eso, es tiempo de nueva evangelización.
La visita que, como mis predecesores, realicé a la Gruta de San Pablo ha sido como ir a
la fuente, para que el Evangelio pueda brotar en Malta con la frescura de sus
orígenes y reavivar su gran patrimonio de religiosidad popular.
Esta es simbolizada en el Santuario
mariano nacional de Ta’ Pinu, en
la isla de Gozo, donde celebramos un intenso encuentro de oración. Allí
sentí latir el corazón del pueblo maltés, que confía tanto en su Santa
Madre. María nos lleva siempre a lo esencial, a Cristo crucificado y
resucitado por nosotros, a su amor misericordioso. María nos ayuda a reavivar
la llama de la fe tomando del fuego del Espíritu Santo, que anima de
generación en generación el alegre anuncio del Evangelio, ¡porque la alegría de la Iglesia es evangelizar! No
olvidemos la frase de San Pablo VI: la vocación de la Iglesia es evangelizar,
la alegría de la Iglesia es evangelizar, no olvidemos esto, es la definición
más bella de la Iglesia.
Acojo esta ocasión para renovar mi agradecimiento al presidente de la
República de Malta, muy amable, un hermano, muchas gracias a él, a su familia,
al señor primer ministro y a las otras autoridades civiles, que me han acogido
con tanta gentileza; como también a los obispos y a todos los miembros de la
comunidad eclesial, a los voluntarios y a los que me han acompañado con la
oración.
Quisiera recordar también el centro para migrantes Juan XXIII, allí
aquel fraile franciscano que lo lleva adelante tiene 91 años y continúa a
trabajar así, con colaboradores de la diócesis, es un ejemplo de celo
apostólico y de amor a los migrantes que hoy es tan necesario.
Nosotros, de hecho, sembramos, pero es el Señor quien nos hace crecer. ¡Qué su bondad infinita conceda frutos abundantes de paz
y de todo bien al querido pueblo maltés! Gracias al pueblo maltés por
su acogida tan humana, tan cristiana, muchas gracias.
Redacción ACI Prensa
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