Con la Cuaresma, la Iglesia no busca hacernos la vida imposible, sino fortalecer nuestro espíritu, para soportar los grandes vuelos que tiene la vida.
Por: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C. | Fuente:
www.la-oracion.com
Aunque la vida del monje debería tener en todo
tiempo una observancia cuaresmal, sin embargo, como son pocos los que tienen
semejante fortaleza, los exhortamos a que en estos días de Cuaresma guarden su
vida con suma pureza, y a que borren también en estos días santos todas las
negligencias de otros tiempos. Lo cual haremos convenientemente, si nos
apartamos de todo vicio y nos entregamos a la oración con lágrimas, a la
lectura, a la compunción del corazón y a la abstinencia.
Por eso, añadamos en estos días algo a la tarea habitual de nuestro servicio,
como oraciones particulares o abstinencia de comida y bebida, de modo que cada
uno, con gozo del Espíritu Santo, ofrezca voluntariamente a Dios algo sobre la
medida establecida, esto es, que prive a su cuerpo de algo de alimento, de
bebida, de sueño, de conversación y de bromas, y espere la Pascua con la
alegría del deseo espiritual (San Benito, Regla, Capítulo 49).
Uno de mis animales favoritos es el águila. Siempre lo ha sido. Ver sus alas
extendidas en su majestuoso vuelo o la pose orgullosa y elegante de su cabeza
ha constituido desde mi más tierna infancia objeto de admiración. Por ese
motivo, no dudé en abrir una de las miles de presentaciones de Power Point que
me llegaron esta semana con el título de "El
reto del águila". Decía
exactamente lo siguiente:
El águila es una de las aves de mayor longevidad.
Llega a vivir 70 años. Pero para llegar a esa edad, en su cuarta década tiene
que tomar una seria y difícil decisión.
A los 40 años, ya sus uñas se volvieron tan largas y flexibles que no puede
sujetar a las presas de las cuales se alimenta. El pico alargado y en punta, se
curva demasiado y ya no le sirve. Apuntando contra el pecho están las alas,
envejecidas y pesadas en función del gran tamaño de sus plumas y, para
entonces, ¡volar se vuelve tan difícil!
Entonces, tiene sólo dos alternativas: Dejarse estar y morir... o enfrentar un
doloroso proceso de renovación que le llevará aproximadamente 150 días. Ese
proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido,
próximo a un paredón donde ella no necesita volar y se siente más protegida.
Entonces, una vez encontrado el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la
roca con el pico ¡hasta arrancarlo! Luego espera que le nazca un nuevo pico con
el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas
comienzan a crecer, ella desprende una a una, sus viejas y sobrecrecidas
plumas. Y después de todos esos largos y dolorosos cinco meses de heridas,
cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento
y festejo para vivir otros 30 años más.
No sé si sea verdad o una mera ficción, pero a mí me ha recordado el período de
Cuaresma que estamos viviendo, un tiempo que, para muchos, puede ser costoso.
De hecho, lo era para San Benito.
El texto del santo que arriba he querido compartirles lo deja muy claro: no se
puede vivir la Cuaresma durante todo el año. No todos tenemos las fuerzas para
vivirlo. Pero también es verdad que la Cuaresma es necesaria, así como para el
águila era necesario ese esconderse en su nido. Sin este período de renuncias,
nuestra alma puede volverse vieja, rutinaria y no rejuvenecer.
Por ello, con este tiempo litúrgico que la Iglesia nos propone no es que se
busque hacernos la vida imposible, sino que, con la oración y los pequeños
sacrificios que uno realiza -«que prive a su cuerpo
de algo de alimento, de bebida, de sueño, de conversación y de bromas», para
decirlo con las palabras de San Benito- se nos ayuda a fortalecer nuestro
espíritu, a darle más fuerza y soportar, luego, los grandes vuelos que aún
tengamos por delante en nuestra vida: vuelos que no estarán exentos de
dificultades y tentaciones; vuelos que nos llevarán, si Dios quiere, al vuelo
definitivo a la Eternidad, al abrazo con Dios.
¿Cuántas "uñas largas e inservibles"
tengo yo en mi vida y que necesito arrancarme? ¿Cuál es mi lista de vicios o de
pequeñas cosas que puedo ofrecer a Dios? Sería muy positivo, si no lo
han hecho aún, trazarse unos objetivos, sencillos y claros, para estos 40 días
de Cuaresma y ponerlos delante de Dios en la oración. Así, podremos renovar
nuestra alma y, de esta manera, podremos ser también objetos de
admiración...pero no de cualquiera, sino del mismo Dios.
Este artículo se puede reproducir sin fines
comerciales y citando siempre la fuente www.la-oracion
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