Al iniciar nuestro retiro, estamos invitados a abandonarnos en Dios.
Por: P. Manolo Pérez |
Al iniciar nuestro retiro, estamos invitados a
abandonarnos en Dios, como ese hijo que contemplamos en la imagen, sumergido en
el seno de su Padre.
Hemos venido trayendo un mundo de experiencias
personales, comunitarias y también el anhelo de poder aportar a la Pastoral
familiar de nuestra Diócesis.
Pongamos todo confiadamente
en las manos del Padre, con nuestra oración hecha canto:
Gracias quiero darte por
amarme, gracias quiero darte yo a Ti, Señor.
Hoy soy feliz porque te
conocí; gracias por amar-me a mí también.
Yo quiero ser, Señor amado,
como el barro en ma-nos del alfarero.
Toma mi vida, hazla de
nuevo; yo quiero ser un vaso nuevo.
Te conocí y te amé; te pedí
perdón y me escuchaste.
Si te ofendí, perdóname,
Señor, pues te amo y nunca te olvidaré.
La Palabra de Dios, y esta imagen que
contemplamos, nos acompañará todo nuestro retiro. Al tener en nuestras manos el
texto de la parábola y escuchar su lectura, permitámonos ser un protagonista
más de esta historia del amor misericordioso.
Lectura bíblica: Lc 15,
1-2.11-31
En unos minutos personales, volvamos sobre el
texto evangélico que acabamos de pro-clamar, lo podemos leer y releer...
Dejemos que resuene en nuestro corazón. Es nuestra propia historia en algún
momento de nuestra vida. También nosotros formamos parte de esta familia.
(momento personal)
Se marchó, se marchó en busca de otras tierras
Se marchó, se marchó, un día se marchó
Desertó de los suyos, de sus campos y olivos,
recorrió mil caminos, llegó a la gran ciudad, encontró la extrañeza de no tener
amigos y comenzó a pensar: hijos pródigos somos, es nuestro Padre Dios y vamos
por la vida mendigando calor.
Al caer de la tarde un día volvió su padre le
esperaba con el perdón.
Le dio vestido nuevo y una cena caliente, hubo
fiesta entre la gente y otra vez pensó: hijos pródigos somos, es nuestro Padre
Dios y vamos por la vida mendigando calor.
Pongámonos juntos en las manos del Padre al
iniciar nuestro retiro. Es El que nos ha invitado, es El que con la acción de
su Espíritu irá regalándonos su presencia en nuestro corazón, en nuestra
pareja, en nuestro grupo. Es El: el Padre. Digámoselo, juntos, con todo nuestro
corazón de hijos.
Creo en Dios que es Padre.
Que nos en-gendró regalándonos una vida plena que está llamada a ser más plena
aún.
Creo en Dios que es Padre, porque
para El todo es poco para tratar de acortar distancias con nosotros.
Creo en Dios que es Padre,
que se deja tratar con confianza, que no es mez-quino con su inmenso amor, que
ha da-do sobradas muestras de su deseo de estar a nuestro lado.
Creo en Dios que es Padre y
padre nuestro, con todo lo que significa y el desafío que nos plantea: somos
hermanos entre nosotros.
Eres parte de mi historia y ahí estás; eres el
recuerdo vivo y mucho más.
Esa luz que enciende en mí toda mi vida y yo ya
no puedo escapar de ti, ya no puedo escapar.
Eres ese sueño que siempre esperé, como suave
brisa llegaste hasta mí, para regalarme una sonrisa y luego quedarte
prendido en mí, y yo ya no puedo escapar de ti, ya no puedo escapar.
Eres mi resurrección y creo en ti, eres creador
de lo que ahora soy, porque descubrí la vida más allá de mis miserias al
sentir que de tu amor ya no puedo escapar de ti, ya no puedo escapar.
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