Cuentan
los vecinos de Pampa de Ánimas, en Santa María, que hace tiempo una familia
llegó a vivir por esos lares -y que una vez instalados-, cavaron un pozo para
extraer agua. Cuando estaba a unos ocho metros de profundidad, la tierra se iba
tornando más húmeda y eso les daba ánimo para seguir adelante.
Trabajaban
ya veinte días, hasta que una tarde a eso de las cinco, empezó a brotar agua
del subsuelo, pero lo curioso del caso es que comenzaron a salir cantidad de
sapitos que saltaban insistentemente. El hombre que estaba en la profundidad
gritaba desesperado para que lo sacaran de ahí, y cuando salió, 6 sapitos de
color crema se habían prendido sobre su ropa.
Una
señora que pasaba por ahí vio con sorpresa, como los trabajadores trataban de
enterrar el pozo, por la cantidad de sapitos que salía. Otros, muy católicos,
se arrodillaban para pedir al altísimo, que no haya plagas malignas.
La
susodicha señora, agarró dos sapitos que estaban saltando por el cerro y se los
llevó a su casa. Los metió en una vasija ancha, con agua y comida. Como era una
persona muy ocupada, se había olvidado de los batracios. Al cabo de unos días,
a eso de las doce se acordó de los animalitos y dice: ¡Uy!
¡Los sapitos ya se habrán muerto de hambre! Bajó la vasija, pero ésta
pesaba más de lo normal. Grande fue su asombro que al destapar la vasija vio
que éstos se habían convertido en estatuillas de oro que brillaban cual sol
radiante. Salió corriendo de su casa para contar a sus vecinos de lo ocurrido.
Nuevamente se pusieron a cavar el pozo, y no encontraron más que agua. La
decepción cundió en ellos.
Tradición oral recogida por: Natalio García.
Fuente: Mitos y leyendas de Huacho y distritos aledaños. 2017.
Compilador: Samuel Cornelio Abad.
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