ATRÁS QUEDABAN SIGLOS «OSCUROS»... LOS DEL TRIUNFO DE LA GRACIA Y LA CIVILIZACIÓN
LOS ARTISTAS DEL RENACIMIENTO ERAN CRISTIANOS Y NO
FUERON CONSCIENTES DE CÓMO SERÍAN USADAS CONTRA EL CRISTIANISMO, SIGLOS MÁS
TARDE, SUS RECELOS CONTRA LA EDAD MEDIA.
En el origen del desprecio a la Edad Media se encuentra el entusiasmo renacentista por las novedades, plasmado en un deseo errático
de cambios, que hizo olvidar que el propio Medievo había sido una sucesión de "renacimientos".
Lo explica Rino Camilleri en el número de marzo (nº 215) de Il Timone.
LOS APASIONADOS DEL RENACIMIENTO
Las dos revoluciones históricas contra la
Cristiandad fueron, como es bien sabido, la luterana y la francesa, la una hija de la otra y ambas madres de la
desaparición actual. Pero el primer empujón a los cristianisímos siglos se lo
dio, según admiten los mismos revolucionarios, el Renacimiento
anterior, el cual, en su exaltación de la Antigüedad clásica, acabó
contagiado por ella.
Los triunfos de Baco y Apolo ocuparon el lugar, en los frescos, de la
Ascensión y la Asunción. Reaparecieron los magos y las obras del misterioso alquimista
egipcio Hermes Trismegisto. Las mujeres tuvieron
que adoptar, según la costumbre romana, el apellido del marido y fueron
excluidas del arte de la medicina. Etcétera.
ANTIGÜEDAD QUE HAY QUE DESPRECIAR
La concomitancia histórica fue la toma de Constantinopla por parte de los turcos. Casi todos los intelectuales bizantinos huyeron a Occidente llevando consigo las obras de
los clásicos griegos que el mundo latino había perdido desde los tiempos del
Cisma oriental, en 1054 (las pocas conocidas habían llegado desde España a través de traducciones
árabes a medida que avanzaba la Reconquista). Los Médicis encargaron al
sacerdote Marsilio Ficino que
las tradujera y estalló la moda de Platón y compañía.
Quien había abierto el camino al Renacimiento había sido el humanismo, que había situado al hombre
en el centro; un centro que hasta entonces había ocupado Dios. Pues bien, "de manos de Petrarca, los humanistas
aprendieron a contraponer la Antigüedad, objeto de deseo, a la actualidad,
objeto de desprecio". Así escribe Marco Pellegrini en En la tierra del genio. El
Renacimiento, un fenómeno italiano.
A partir de ahí comenzó la leyenda negra sobre la Edad Media, que aún perdura. Tanto es así que en los libros
escolares "a partir del Renacimiento se abre
una nueva época llamada 'historia moderna'". El inventor de la
fórmula studia humanitatis fue, no por casualidad, un discípulo de
Petrarca, Coluccio Salutati,
canciller de la República florentina.
Sin embargo, "el objetivo de las
vanguardias humanistas no fue la Edad Media como tal, (...) sino solo la Escolástica".
La vuelta a la circulación de la República de
Platón tras siglos de olvido "acabó por
debilitar la distinción típicamente medieval de dos edades en la historia humana, una
precedente al nacimiento de Cristo y, por consiguiente, sin redención (sine
Gratia), y otra bendecida por una posibilidad de salvación (sub Gratia)".
Y el mito de Roma suplantó, como patria ideal, a la
Jerusalén celeste. Es verdad que los humanistas eran cristianos,
desde luego que lo eran, y no podían imaginar que "el
rostro siniestro de un supuesto oscurantismo medieval" se
convertiría en "un fantasma que el laicismo
del siglo XIX" evocaría "según la
óptica anticristiana y, sobre todo, anticatólica, de la mayor parte del mundo
intelectual europeo del siglo XIX".
FLORECIMIENTO DE LAS ÓRDENES RELIGIOSAS
En realidad, tuvo mucho que ver "ese deseo
de novedad que la cultura de
Occidente lleva inscrito en sí misma" vinculado "al profetismo
judeocristiano". Fue "una
especie de apasionamiento" al que no eran ajenas las teorías
apocalípticas de Joaquín de Fiore,
el abad calabrés apreciado por Dante. Este
santo hombre había escrito solo para los teólogos, pero el "apasionamiento" era tal que sus ideas
se difundieron y acabaron influyendo también a los fraticelli franciscanos, más tarde
condenados por la Iglesia.
Pero la caja de Pandora ya estaba rota. El primero que dijo claramente
que la culpa de la decadencia artística en la Antigüedad tardía era debida al
cristianismo fue [el escultor] Lorenzo
Ghiberti (1378-1455),
cuya tesis apoyó totalmente el más célebre Giorgio
Vasari (arquitecto, 1511-1574).
Digno de mención es el hecho de que "el
Renacimiento coincide con el momento en el que Occidente asumió los rasgos de
una sociedad
opulenta". El
Renacimiento "marcó, entre otros, el despegue
de la moda".
Pero la Providencia no se queda mirando sin hacer nada. Precisamente "el Renacimiento coincide con el periodo de
florecimiento de la Observancia en un amplio número de órdenes religiosas".
De hecho, el deseo de renacer estaba por doquier y generó "reformas", es decir, vuelta a los orígenes, al
rigor de los fundadores.
UNA "PROFECÍA" SOBRE LA RENOVACIÓN
CÓSMICA
Precisamente en la época de Ficino y del boom de
Platón, entre 1475 y 1530, "Italia fue
atravesada por una oleada de hechos milagrosos", sobre todo hubo "un aumento de apariciones de la Virgen".
Fue la época también de Jerónimo
Savonarola, que predicaba una renovación espiritual que,
partiendo de Florencia, se extendió a toda la Iglesia. Y no solo. El fraile se
puso a "profetizar la conversión inminente al
cristianismo no solo de los musulmanes, sino también de los judíos". Y
Savoranola era "el autor más impreso en la
Italia de finales del siglo XV, con tiradas superiores a las de la Divina
Comedia".
El mismo Ficino
era su discípulo, salvo que luego renegó de él cuando acabó en la hoguera.
Incluso circulaba una predicción sacada de determinados cálculos del astrólogo
musulmán Albumasar en el siglo IX: la renovación cósmica comenzaría el
25 de noviembre de 1484, a las 13:41 horas, cuando Júpiter y Saturno estuvieran
en conjunción con Escorpio. Una profecía milimétrica. Ficino
incluso retrasó la publicación de sus traducciones para que esa fecha no le
desmintiera. No era una novedad. Muchos, incluidos Savonarola, antedataban sus escritos para hacerlos pasar
como "predicciones".
La moda astrológica invadió todo el Renacimiento e incluso después. La mayoría
de los que hoy llamamos científicos sobrevivían haciendo horóscopos, como Galileo.
De ahí la convicción de que la historia no era lineal, sino que se desarrollaba
en saltos extraordinarios, "revoluciones" (término astrológico). Pero una revolución celeste
implica un retorno al punto de partida. En concreto, "la
perfección como recuperable mediante un salto hacia atrás", una
vuelta a la edad de oro, al Edén o al apogeo del Imperio romano.
Precisamente le temps revient,
en francés antiguo, era el lema heráldico de Lorenzo el
Magnífico.
Savonarola decía que tenía la misión
desde lo Alto de llevar de nuevo a la Iglesia y al Estado a la pureza primigenia. Uno de sus oyentes y admiradores era Maquiavelo, que como bien
sabemos se convirtió en cantor del Estado. Lo que llegó inmediatamente después
es conocido: la Reforma protestante, "una
revolución político-religiosa a la que contribuyeron de hecho un número
relevante de humanistas del otro lado de los Alpes". Melanchton, por ejemplo, "demostró
cuánta influencia había tenido en su formación Erasmo de Rotterdam".
Paradójicamente, solo en nuestros días los historiadores y los estudios
empiezan a cambiar de idea. "Lejos de
representar una sucesión de siglos oscuros, la Edad Media fue una edad de renacimientos.
Fue el periodo en el que el Imperio romano, que no había desaparecido en
absoluto, sino que solo había cambiado", fue recordado con
arrepentimiento y nostalgia.
Y recuperado en la primera ocasión en que fue posible hacerlo, es decir,
cuando surgió un jefe lo bastante fuerte para poder reconstituirlo. E incluso
ampliarlo más allá de los antiguos limes (límites
fronterizos), por el norte y el oeste: Carlomagno, que llevaba inscrito en su sello Renovatio Romani
Imperii. Solo actualmente los historiadores hablan de "renacimiento del siglo XII". Mejor tarde que nunca. Aunque tal vez sea
demasiado tarde.
Traducción de Verbum Caro.
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