«Sepulcros blanqueados» (Mt 23, 27)
Basta
arañar levemente en una superficie blanqueada para que quede al descubierto
todo un muestrario de bajos fondos sucios.
Es
la diferencia que existe entre lo blanco y lo
blanqueado. En el primer caso se exhibe
la verdad total, en el segundo, solo la mentira
con apariencia de verdad.
En
el primer caso triunfa la ética profunda, en el segundo, solo se valora la estética superficial.
Tal vez, tu vida religiosa recuerda el colorete estético en las
mejillas de un cadáver.
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