La cruz, para el cristiano deja de ser un instrumento de tortura y se convierte en signo de reconciliación.
Por: . | Fuente: Mercaba.org || FEyFAMILIA.com
La cruz es el símbolo del cristiano que nos
enseña cuál es nuestra auténtica vocación como seres humanos. Cristo mismo nos
asegura que en su cruz se abre el horizonte de la vida eterna para el hombre.
La enseñanza de la cruz conduce a la plenitud de la verdad acerca de Dios y del
hombre. La cruz es para la Iglesia un signo de reconciliación y una fuente
providencial de bendición. Y hoy, al igual que en el pasado, la cruz sigue
estando presente en la vida del hombre.
¿CUÁL ES EL MENSAJE CENTRAL
DE LA CRUZ DEL SEÑOR?
La cruz ofrece al hombre moderno un mensaje de fe y esperanza, porque ella es
el signo de nuestra reconciliación definitiva con Dios Amor. La cruz nos habla
de la pasión y muerte de Jesús, pero también de su gloriosa resurrección. De
esta manera, con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección
restauró nuestra vida. Por eso a la cruz también se le llama árbol donde estuvo
clavada la salvación del mundo.
¿QUÉ NOS ENSEÑA JESÚS POR
MEDIO DE SU CRUZ?
Jesús crucificado es el supremo modelo de amor y verdadera aceptación del Plan
del Padre. Cargado con nuestros pecados subió a la cruz, para que muertos al
pecado, vivamos para siempre. Clavado en la cruz, el Señor nos enseña con toda
claridad a responder fiel y plenamente al llamado de Dios. Y al ver la cruz
descubrimos que nuestra respuesta debe ser igual: fiel
en las cosas grandes y en las pequeñas, fiel al Señor en nuestra vida cotidiana.
¿AMAR LA CRUZ NO ES AMAR UN
INSTRUMENTO HOMICIDA?
Algunas personas, para confundirnos, nos preguntan: ¿adorarías
tú el cuchillo con que mataron a tu hermano? ¡Por supuesto que no!
Porque mi hermano no tiene poder para convertir un símbolo de derrota en
símbolo de victoria; pero Cristo sí tiene ese poder. ¿Cómo
puede ser la cruz signo homicida, si nos cura y nos devuelve la paz? La
historia de Jesús no termina en la muerte. Cuando recordamos la cruz de Cristo,
nuestra fe y esperanza se centran en el resucitado.
¿PERO NO ES UN SÍMBOLO DE
MUERTE?
Por el contrario, la cruz, en el mundo actual lleno de egoísmo y violencia, es
antorcha que mantiene viva la espera del nuevo día de la resurrección. Miramos
con fe hacia la cruz de Cristo, mientras por medio de ella día a día conocemos
y participamos del amor misericordioso del Padre por cada hombre.
¿NOS RECUERDA ENTONCES EL
AMOR DE DIOS?
«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo
único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna», (Jn
3, 16). Pero ¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La cruz es el recuerdo de tanto amor del Padre hacia
nosotros y del amor mayor de Cristo, quien dio la vida por sus amigos, (Jn 15,
13).
QUÉ NOS ENSEÑA EL MADERO
HORIZONTAL?
La cruz, con sus dos maderos, nos enseña quiénes somos y a dónde vamos: el
madero horizontal nos muestra el sentido de nuestro caminar, al que Jesucristo
se ha unido haciéndose igual a nosotros en todo, excepto en el pecado. Somos
hermanos del Señor Jesús, hijos de un mismo Padre en el Espíritu. El madero que
soportó los brazos abiertos del Señor nos enseña a amar a nuestros hermanos
como a nosotros mismos.
¿Y EL MADERO VERTICAL?
El madero vertical nos enseña cuál es nuestro destino eterno. No tenemos morada
acá en la tierra, caminamos hacia la vida eterna. Todos tenemos un mismo
origen: la Trinidad que nos ha creado por amor.
Y un destino común: el cielo, la vida eterna. La cruz nos señala hacia dónde
dirigir nuestra esperanza.
¿CÓMO INTEGRARLOS?
Como cristianos, debemos vivir en una vida integrada, armonizando en una vida
coherente la dimensión vertical de nuestra relación con Dios y la dimensión
horizontal del servicio al prójimo. El amor puramente horizontal al prójimo
siempre está llamado a cruzarse con el amor vertical que se eleva hacia Dios.
¿POR QUÉ SE DICE QUE ES UN
SIGNO DE RECONCILIACIÓN?
Porque fue el instrumento que el Señor
utilizó para abrirnos el camino hacia el Padre. Cristo vence al pecado y a la
muerte desde su propia muerte en la cruz. La cruz, para el cristiano deja de
ser un instrumento de tortura y se convierte en signo de reconciliación con
Dios, con nosotros mismos, con los hermanos y con todo el orden de la creación
en medio de un mundo marcado por la ruptura y la falta de comunión.
¿CÓMO LA CRUZ NOS ACERCA AL
SEÑOR?
San Pablo nos recuerda que «la predicación de la cruz es locura para los que se
pierden... pero es fuerza de Dios para los que se salvan», (1 Cor 1, 18).
Recordemos que el centurión reconoció en Cristo crucificado al Hijo de Dios; él
ve la cruz y confiesa un trono; ve una corona de espinas y reconoce a un rey;
ve a un hombre clavado de pies y manos e invoca a un salvador. Por eso el Señor
resucitado no borró de su cuerpo las llagas de la cruz, sino las mostró como
señal de su victoria.
¿CÓMO SEGUIR AL SEÑOR POR
MEDIO DE LA CRUZ?
Jesús dice: «El que no tome su cruz y me sigua, no
es digno de mí», (Mt 10, 38). Nos dice eso no porque no nos ame lo suficiente,
sino porque nos está conduciendo al descubrimiento de la vida y el amor
auténticos. La vida que Jesús da sólo puede experimentarse mediante el amor que
es entrega de sí, y ese amor siempre conlleva alguna forma de sacrificio: «Si
el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho
fruto», (Jn 12, 24). Esa es la manera de seguir al Señor.
¿QUÉ NOS ENSEÑA MARÍA SOBRE
LA CRUZ?
Después de Jesús nadie ha experimentado como su Madre el misterio de la cruz.
Ella mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz. Ella, que fue la primera
cristiana, nos educa al mostrarnos cómo sufre intensamente con su Hijo y se une
a este sacrificio con corazón de Madre.
Ella es la mujer fuerte al pie de la cruz que nos enseña cómo vivir la
verdadera fortaleza ante la adversidad: cuándo más dolor hay en el corazón de
María más se adhiere ella a la cruz del Señor, pero lo hace con la esperanza
puesta en las promesas de Dios.
¡Qué gran lección para el mundo de hoy! La cruz es para María motivo de dolor y a la vez de alegría.
Ella sufre como Madre todos los dolores de su Hijo, pero vive este sufrimiento
en la perspectiva de la alegría por la gloriosa resurrección del Señor.
Todos los cristianos de este tiempo estamos llamados a imitar a la Madre de
Jesús al pie de la cruz, siendo coherentes y fieles a Cristo en las pequeñas y
grandes cruces de nuestra vida diaria y poniendo nuestra confianza en aquel
madero que se alza desde la tierra hacia el cielo.
Y debemos hacerlo así porque desde esa misma cruz, Jesucristo nos ofrece a
María como Madre nuestra: “De Cristo a María, y de
María más plenamente al Señor Jesús”.
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