viernes, 11 de febrero de 2022

OTRA FOTO CON EL FANÓN

 Jorge González, al leer el post de ayer, muy perspicazmente ha conectado lo que dije con el texto que había leído en Paulus, cuando san Pablo le dice a Pedro:

Si hubiera sido ordenado en Antioquía, no me habría importado recibir la imposición delante de todos los ancianos-obispos, ante los ojos de toda la comunidad, en medio de cánticos. Y lo mismo si hubiera sido en Jerusalén. Pero ya que es aquí... podría recibir la imposición de manos en la más estricta intimidad: tú y yo, sin nadie que nos mire, sin nada que me distraiga. No sé. Este misterio es algo tan sagrado que me gustaría estar a solas con Dios.

Tienes razón. Ese pasaje tiene mucho de personal. Reconozco que una ordenación al sacerdocio es un hecho eclesial y que (normalmente) debe hacer en público. Pero si de mí hubiera dependido, hubiera preferido ser ordenado en la capilla privada del obispo. Si hay un momento en que hubiera preferido gozar de la máxima intimidad, hubiera sido en ese, para vivirlo con la máxima intensidad. Pero ni siquiera lo sugerí. Entiendo que una ordenación es un acto de naturaleza comunitaria, no personal.

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He conocido a un par de personas que, durante una temporada de sus vidas, durante la misa no podían dejar de llorar. Eso es la gracia. En esos casos la mayor intimidad posible la agradecen sobremanera.

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El fanón no es un ornamento que estéticamente me entusiasme. Su simbolismo es el de ser escudo de la fe. Un simbolismo adventicio, ya que su origen estaba en hacer la función de amito. El que sea un simbolismo sobrevenido a posteriori no le quita nobleza. Considero que el fanón sin perder el diseño secular de franjas horizontales, se podría dignificar más. Por ejemplo, que sean dos tipos de tela y que una de ellas sea más gruesa. Y seguro que si durante años se piden opiniones a gente experta, se les ocurrirán mejoras sin perder para nada el diseño sobrio y original de una tela con franjas.

No todo se ha mantenido inalterable. Benedicto XVI cambió dos veces el diseño del palio que portaba. Sea dicho de paso, el palio primitivo que llevó varias veces me parecía el más bello, pero es cierto que llevarlo implicaba sujetarlo con alfileres para no se moviera. Su maestro de ceremonias tuvo que recolocárselo varias veces. En la Antigüedad se llevaba sujeto con alfileres.

Yo, por sistema, para el entorno del Vaticano, estoy a favor de todo lo que sea más magnificente. Aunque la grandeza estética no está reñida con la sobriedad ni tiene, necesariamente, que ser barroca. Durante buena parte de mi vida estaba enfadado con el barroco, pero ya hemos hecho las paces. Es como si tuviera una alergia, pero ya me he curado. Pero me gusta mejor nadar en aguas neogóticas.

P. FORTEA

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