Hoy he encontrado unas anotaciones mías sobre la ejecución de Tomás Moro en varias películas o series: Un hombre para la eternidad, Los Tudor, Las hermanas Bolena, Wolf Hall. Las había visionado hace meses para compararlas unas a las otras. Tras ver esas imágenes, he pensado que en Inglaterra ha habido muchos reyes, pero el cine vuelve una y otra vez su mirada a 1534, año de aprobación del Acta de Supremacía.
Y es que lo
que sucedió entonces cambió la historia de la humanidad como pocas veces en
veinte siglos. La historia verdaderamente dio un giro.
En esa
generación Alemania estaba perdida para el catolicismo. Si no hubiera sido
Lutero, habría sido algún otro de los heresiarcas menores el que habría
prendido el fuego de la rebelión. Pero el reino de Inglaterra podía haberse
mantenido tan sólidamente católico como el de España. No solo eso, los
intereses comunes podrían haber empujado hacia una mayor colaboración entre
ambos tronos. Era perfectamente plausible que se hubieran podido unir ambos
reinos, como lo habían hecho el de Aragón y Castilla; aunque en ese caso
manteniendo dos cortes y defendiendo cada aristocracia sus intereses propios.
En caso de unión dinástica la fórmula habría sido tal vez: un rey, dos tronos, dos cortes.
Era
perfectamente posible que en el siglo XVI una posible futura rivalidad hubiera
evolucionado hacia una colaboración. En ese caso entra dentro de lo posible que
ambos imperios el español y el británico hubieran perdurado hasta hoy día: como imperio de provincias democráticas que gozaran de una
casi total independencia: unión en la autonomía.
De haber
sucedido así las cosas, la pervivencia de ambos imperios habría hecho imposible
la existencia de un Napoleón. La misma Revolución Francesca se hubiera visto
forzada a discurrir por cauces totalmente distintos. Dos imperios completamente
católicos hubieran hecho muy difícil la preponderancia de las sociedades
secretas masónicas. La historia entera hubiera discurrido de manera muy
diversa. Para empezar, un imperio británico católico que hubiera evolucionado
según el magisterio de la Iglesia habría establecido un gobierno muy distinto
de sus territorios, y eso le habría permitido perdurar. Y no olvidemos que fue
Inglaterra la gran causa de la propaganda independentista de la América
española.
Sin duda la
nobleza española e inglesa hubieran sido una fuerza poderosa a favor de la
unión de ambos tronos. Había mucho que ganar en la colaboración y mucho que
perder en el enfrentamiento.
Por eso no
es de extrañar que tantas películas vuelvan sus ojos a un momento histórico, al
año del Acta de Supremacía, en que la historia dio un giro con consecuencias
tan radicales que perduran hasta el día de hoy.
Por supuesto
que sin el Acta de Supremacía Inglaterra se podía haber perdido después. Pero
los territorios que no se perdieron en esa generación, ya se mantuvieron
católicos hasta el día de hoy.
Por supuesto
que un Imperio británico confesionalmente católico podría haber entrado en
colisión con el hispánico. Por supuesto que ambos imperios podrían haberse
torcido, como se torció la monarquía francesa respecto al galicanismo. Pero la historia podía haber sido muy distinta sin el cisma
de Enrique VIII.
P. FORTEA
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