lunes, 14 de febrero de 2022

LAS BIFURCACIONES QUE HAY EN LOS SIGLOS

Hoy he encontrado unas anotaciones mías sobre la ejecución de Tomás Moro en varias películas o series: Un hombre para la eternidad, Los Tudor, Las hermanas Bolena, Wolf Hall. Las había visionado hace meses para compararlas unas a las otras. Tras ver esas imágenes, he pensado que en Inglaterra ha habido muchos reyes, pero el cine vuelve una y otra vez su mirada a 1534, año de aprobación del Acta de Supremacía.

Y es que lo que sucedió entonces cambió la historia de la humanidad como pocas veces en veinte siglos. La historia verdaderamente dio un giro.

En esa generación Alemania estaba perdida para el catolicismo. Si no hubiera sido Lutero, habría sido algún otro de los heresiarcas menores el que habría prendido el fuego de la rebelión. Pero el reino de Inglaterra podía haberse mantenido tan sólidamente católico como el de España. No solo eso, los intereses comunes podrían haber empujado hacia una mayor colaboración entre ambos tronos. Era perfectamente plausible que se hubieran podido unir ambos reinos, como lo habían hecho el de Aragón y Castilla; aunque en ese caso manteniendo dos cortes y defendiendo cada aristocracia sus intereses propios. En caso de unión dinástica la fórmula habría sido tal vez: un rey, dos tronos, dos cortes.

Era perfectamente posible que en el siglo XVI una posible futura rivalidad hubiera evolucionado hacia una colaboración. En ese caso entra dentro de lo posible que ambos imperios el español y el británico hubieran perdurado hasta hoy día: como imperio de provincias democráticas que gozaran de una casi total independencia: unión en la autonomía.

De haber sucedido así las cosas, la pervivencia de ambos imperios habría hecho imposible la existencia de un Napoleón. La misma Revolución Francesca se hubiera visto forzada a discurrir por cauces totalmente distintos. Dos imperios completamente católicos hubieran hecho muy difícil la preponderancia de las sociedades secretas masónicas. La historia entera hubiera discurrido de manera muy diversa. Para empezar, un imperio británico católico que hubiera evolucionado según el magisterio de la Iglesia habría establecido un gobierno muy distinto de sus territorios, y eso le habría permitido perdurar. Y no olvidemos que fue Inglaterra la gran causa de la propaganda independentista de la América española.

Sin duda la nobleza española e inglesa hubieran sido una fuerza poderosa a favor de la unión de ambos tronos. Había mucho que ganar en la colaboración y mucho que perder en el enfrentamiento.

Por eso no es de extrañar que tantas películas vuelvan sus ojos a un momento histórico, al año del Acta de Supremacía, en que la historia dio un giro con consecuencias tan radicales que perduran hasta el día de hoy.

Por supuesto que sin el Acta de Supremacía Inglaterra se podía haber perdido después. Pero los territorios que no se perdieron en esa generación, ya se mantuvieron católicos hasta el día de hoy.

Por supuesto que un Imperio británico confesionalmente católico podría haber entrado en colisión con el hispánico. Por supuesto que ambos imperios podrían haberse torcido, como se torció la monarquía francesa respecto al galicanismo. Pero la historia podía haber sido muy distinta sin el cisma de Enrique VIII.

P. FORTEA

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