Cuidado con los pecados de omisión.
Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente:
Catholic.net
Hay, lo sabemos, pecados activos y pasivos, es
decir los pecados de acción y los de omisión. La mayoría de la gente que
pretende ser buena porque “no le hace mal a nadie”,
tampoco le hace mucho bien a alguien. ¡Cuidado con los pecados de omisión!
Lamentablemente entre “los buenos”, hay
muchos que se mantienen al margen, en la butaca, ni siquiera en la retaguardia,
ante las luchas contra el mal, que avanza ferozmente, el de los enemigos del
Cristo.
Los ataques contra el
matrimonio y la familia, buscando imponer su redefinición para destruir su
esencia, por ejemplo. Esto es muy claro, y quienes defendemos estas
instituciones naturales del hombre, bendecidas por Dios, lo decimos al mundo,
para que quien quiera oír oiga. El silencio es complicidad.
Lo mismo sucede con el respeto al derecho primigenio a la vida, que está bajo
ataque. Por una parte, enormes, gigantescos esfuerzos por no sólo despenalizar
el aborto, al no considerarlo como un crimen, un homicidio, sino promoviendo su
práctica. Lo mismo sucede con la eutanasia, que cada vez está sujeta a grandes
esfuerzos políticos para imponerla a enfermos terminales, inclusive hasta a
bebés que no pueden expresar su deseo de vivir, como ya sucede en algunos
países “civilizados”.
La cultura de la muerte,
al ser aceptada como forma de lucha política y de dominio, se ve justificada al
nivel de matar atrozmente a quienes no piensan como los asesinos. Es el caso
del “estado islámico”, que no solamente
tiene muchos individuos acabando con cristianos y musulmanes moderados, está
destruyendo pueblos enteros. Pero además, está reclutando personas en otros países,
para que los acompañen en la comisión del genocidio con torturas.
Este último caso es una buena muestra de la increíble pasividad de “los buenos que no hacen mal a nadie”. El mundo se
vio muy lento en sorprenderse ante tales crímenes, y además los poderosos
política y militarmente se tardaron mucho en reaccionar para defender y atender
a los perseguidos y refugiados.
¿Cómo es posible que las voces de alarma se vieran
perdidas ante la indiferencia del mundo? Los crímenes son demasiados atroces
para permanecer indiferentes. Pero así ha sido. Por muchas partes se
levantan voces, carteles y mantas para exigir que aparezcan con vida los 43 de
Ayotzinapa en México, pero ante matanzas de miles de cristianos en Nigeria, el
mundo mira para otro lado, ni siquiera ha sido noticia más que por unos días, u
horas.
Ante el crimen del aborto, que
es tema diario noticioso, la mayoría de la “gente
buena” no hace absolutamente nada. Peor aún, al no tomarse la pequeña
molestia de reflexionar que la vida inicia con la concepción ¿algo absolutamente cierto
científicamente?, piensan y dicen
que es cuestión de un supuesto derecho a elegir. No se toman tampoco el trabajo
de pensar que la elección es de matar o no matar a un nonato.
La eutanasia es un tema mucho
menos presente en los noticiarios, pero a quienes les parece un asunto muy
lejano a sus vidas, sigue sin importarle su difusión y defensa, y hasta su
imposición legal en ciertos casos. Si matan a niños por eutanasia en Bélgica
pues… allá ellos, piensan (si acaso se toman el trabajo de pensar en eso). De
esta forma, con su pasividad, su omisión, no están sus voces presentes en la
defensa de la vida: con el silencio no recogen,
desparraman.
Dijo el Señor:
"El que no está
conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama". Muy
graves, muy determinantes frases. El pecado de omisión es el de no recoger con
el Señor, es desparramar. No defender la vida, la familia, el matrimonio y la
correcta sexualidad, no enseñar a los hijos estos valores, es desparramar, es
tirar por la borda lo que Dios ha enseñado.
Lo mismo sucede con las injusticias del mundo, las que están cerca de nosotros
y las que están lejos. Las que afectan a nuestro prójimo más próximo y a los
hermanos que están lejos. Ya en la llamada “aldea
global”, todos los hombres son nuestro prójimo (en francés, las palabras
prójimo y próximo son la misma). Todos están cercanos.
Recoger con el Señor es sembrar con Él Su palabra, es hacer las buenas obras
que son la voluntad del Padre. Como cristianos es nuestro deber difundir el
evangelio, no quedarnos callados. Es predicar la Verdad y defenderla, no
sentarnos a pensar que eso del aborto, por ejemplo es una barbaridad… y seguir
viendo la televisión o el Facebook. Yo soy bueno y que el mundo ruede. No
piensan que ese rodar eventualmente puede aplastarlos.
La frase es lapidaria: o estás CON Él o
estás CONTRA Él, porque no participar en su
prédica y en su obrar nos pone contra Jesús. Aquí no hay medias tintas, la
indiferencia y la inacción son desparramar en vez de recoger.
Hagamos todos entonces algo para estar con Él, sobre todo en la palabra y en el
ejemplo, para no desparramar su enseñanza y su mandato. No permanezcamos
indiferentes y omisos ante los ataques, cada vez más fuertes y a escala
mundial, en contra de la vida, la familia y el matrimonio, así como ante la
práctica de la injusticia.
Colaboremos con el Señor a recoger más almas para Él, dejemos la pasividad
atrás, ante la necesidad imperiosa de predicar su palabra. No dejemos que los
predicadores del mal nos dejen callados en nuestro confort.
¡Estemos con Él, no contra
Él!
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