El P. Juan Antonio Moya Sánchez, canónigo de la Catedral de la Encarnación de Almería (España) y doctor en Psicología, hizo una profunda reflexión sobre el drama del suicidio, “una grave alteración interna de la persona, ya que se procede contra el impulso más primario que es el instinto de supervivencia”.
En su artículo titulado “Frente al
suicidio, Dios”, el P. Moya Sánchez precisó que el
suicidio es una realidad muy compleja que, “por más
que en ocasiones quiera presentarse como un acto voluntario, tendremos
que admitir que responde a una grave alteración interna de la persona”.
En las últimas semanas el suicidio de Cheslie Kryst, ex Miss Estados
Unidos, conmocionó al mundo. A sus 30 años, Kryst había seguido una exitosa
carrera en el modelaje y en los medios de comunicación.
En 2019 quedó entre las 10 mujeres más bellas del mundo en el certamen
de Miss Universo.
En la última publicación que hizo en su cuenta de Instagram, antes de
acabar con su vida, Kryst escribió: “Que este día
te traiga descanso y paz”.
La mañana del 30 de enero, la joven saltó del rascacielos en el que
vivía en Manhattan, Nueva York (Estados Unidos). Su madre, April Simpkins,
indicó luego que su hija sufría una “depresión de
alta funcionalidad que escondió de todos”.
El P. Juan Antonio Moya Sánchez explicó que “en
la psicología clínica se presta atención a los distintos tipos de trastornos y
el riesgo de suicidio que conlleva cada uno de ellos, desde la adicción a
determinadas drogas hasta los perfiles de personalidad mórbidos”.
“Incluso la forma elegida para morir varía
sustancialmente de un trastorno a otro”, dijo.
El sacerdote y doctor en Psicología precisó que “no
es, pues, la depresión, la única patología que puede poner en peligro la vida
misma del paciente”.
“De hecho, los pensamientos suicidas no llegan a
hacerse presentes en algunos casos de depresiones, aunque hay una estrecha
relación con ella, dado que el 50 % de los suicidas padecía depresión”.
En los casos en los que “hay una alteración
importante del estado de ánimo”, dijo, es importante “evaluar el grado de desesperanza en el sujeto”.
“Entre los instrumentos de medida con los que
contamos los profesionales de la salud mental, la escala de desesperanza es la
que predice con mayor fiabilidad el riesgo de suicidio”, indicó.
Ante esto, el P. Moya Sánchez destacó que estudios “han puesto de manifiesto el papel positivo que juega la
religión en el descenso estadístico de los casos, encontrándose los
católicos, judíos y musulmanes significativamente por debajo de la media”.
“De aquí podemos extraer dos conclusiones: primera,
que haber encontrado un sentido trascendente a la existencia, junto a la
convicción de que Dios es el único que puede disponer de la vida humana, tiene
un enorme poder disuasorio”, indicó.
Sin embargo, precisó, “aun contando con un
soporte religioso contra el vacío existencial, nadie está libre de padecer un
fuerte desequilibrio interno que le haga caer en un estado de desesperanza, e
incluso de desesperación extrema”.
Tras subrayar que “el riesgo de suicidio
afecta al 1 % de la población general y al 10 % de la población con problemas
de salud mental”, el sacerdote y doctor en Psicología advirtió que “el suicidio es la cuarta causa de muerte entre los
jóvenes de 15 a 19 años”.
Ante este panorama, el P. Moya Sánchez indicó que “la
progresiva pérdida de lazos humanos en la sociedad actual y la
desestructuración familiar,
convierten a la persona, por falta de apoyos sociales, en un ser todavía más
vulnerable”.
“Si a esto le sumamos el enaltecimiento del bienestar
como el principal objetivo de una cultura hedonista, y, en
consecuencia, la satisfacción de los apetitos como necesidad imperiosa, estamos
reuniendo todos los ingredientes para que, al presentarse una circunstancia
angustiosa, la baja tolerancia a la frustración, haga que la vida sea percibida
como algo insoportable”, dijo.
Para el sacerdote español, entre las “medidas muy
eficaces frente al fatalismo de desearse la muerte” se encuentra “potenciar
las interacciones humanas de calidad, contar con una profunda vida espiritual,
evitar expectativas irreales”.
Además, destacó la importancia de cultivar “la reciedumbre y la
fortaleza, asumiendo las renuncias y los
sacrificios, aceptando el sufrimiento que sea inevitable, como parte
consustancial a la existencia humana y estableciendo hábitos saludables que
ayuden a mantener cierto aliciente”.
POR DAVID RAMOS | ACI Prensa
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