El Papa Francisco reflexionó sobre San José como custodio de la Iglesia en su catequesis de este miércoles 16 de febrero, donde animó a los cristianos a “custodiar” a la Iglesia y a las personas igual que lo hizo San José.
“El cristiano es, podemos decir, como San José.
Debe proteger. Ser cristiano no significa sólo recibir la fe sino también
custodiar la vida. La vida propia, la vida de los demás y la vida de la
Iglesia”, explicó el Santo
Padre.
A continuación, la
catequesis pronunciada por el Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy concluimos el ciclo de Catequesis sobre la figura de San José. Estas
catequesis son complementarias a la Carta Apostólica Patris corde, escrita con
motivo del 150 aniversario de la proclamación de San José como Patrón de la
Iglesia Católica por el Beato Pío IX. Pero, ¿qué
significa este título? ¿Qué significa que San José es "patrón de la
Iglesia"?
SOBRE ESTO ME GUSTARÍA REFLEXIONAR HOY CON
VOSOTROS.
También en este caso, los Evangelios nos proporcionan la interpretación
más correcta. De hecho, al final de cada historia en la que José es el
protagonista, el Evangelio señala que se lleva al Niño y a su madre y hace lo
que Dios le ha ordenado (cf. Mt 1,24; 2,14.21). Así, destaca el hecho de que la
tarea de José es proteger a Jesús y a María. Él es su principal custodio: "En efecto, Jesús y María, su Madre, son el tesoro
más precioso de nuestra fe" (Lett. ap. Patris corde, 5). Y este
tesoro es este hecho de San José.
En el plan de salvación, el Hijo no puede separarse de la Madre, de
aquella que "avanzó en la peregrinación de la
fe y conservó fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz" (Lumen
Gentium, 58), como nos recuerda el Concilio Vaticano II. Jesús, María y José
son en cierto sentido el núcleo primordial de la Iglesia.
JESÚS ES DIOS Y HOMBRE, MARÍA ES LA PRIMERA DISCÍPULA
Y LA MADRE, Y SAN JOSÉ LA CUSTODIA.
Y también nosotros “debemos preguntarnos
siempre si protegemos con todas nuestras fuerzas a Jesús y a María, que están
misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado, a
nuestra custodia” (Patris corde, 5).
Aquí hay una idea muy bonita de la vocación cristiana. Proteger,
proteger la vida, proteger el desarrollo humano, proteger la mente humana,
proteger el corazón humano, proteger el trabajo humano.
El cristiano es, podemos decir, como San José. Debe proteger. Ser
cristiano no significa sólo recibir la fe sino también proteger la vida. La
vida propia, la vida de los demás y la vida de la Iglesia. El Hijo del Altísimo
vino al mundo en una condición de gran debilidad. Jesús ha nacido así,
débil.
Ha querido ser defendido, protegido y cuidado. Dios confió en José al
igual que María, que encontró en él al esposo que la amaba y respetaba y que
siempre cuidó de ella y del Niño. En este sentido, San José no puede dejar de
ser el Custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la prolongación del Cuerpo
de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se
eclipsa la maternidad de María. “José, al seguir
protegiendo a la Iglesia, sigue protegiendo al Niño y a su madre, y también
nosotros, al amar a la Iglesia, seguimos amando al Niño y a su madre"
(ibíd.)
Este Niño es el que dirá: "Todo lo que
hicisteis por uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis por
mí". (Mt 25,40). Por lo tanto, cada persona que tiene hambre y sed,
cada extranjero, cada inmigrante, cada persona sin ropa, cada enfermo, cada
prisionero es el "Niño" al que
José cuida.
Y NOSOTROS ESTAMOS INVITADOS A PROTEGER A TODA ESTA
GENTE, A ESTOS HERMANOS Y HERMANAS IGUAL QUE LO HA HECHO SAN JOSÉ.
Por eso se le invoca como protector de todos los necesitados, de los
exiliados, de los afligidos e incluso de los moribundos -hablamos de ello el
miércoles pasado-. Y también nosotros debemos aprender de José a "custodiar" estos bienes: amar al Niño y a su madre; amar los sacramentos y al
pueblo de Dios; amar a los pobres y a nuestra parroquia. Cada una de
estas realidades es siempre el Niño y su madre (cf. Patris corde, 5).
DEBEMOS PROTEGER PORQUE ASÍ PROTEGEMOS A JESÚS COMO
HA HECHO SAN JOSÉ.
Vivimos en una época en la que es habitual criticar a la Iglesia, señalar
sus incoherencias, que son muchas, sus pecados, que en realidad son nuestras
incoherencias, nuestros pecados, porque la Iglesia siempre ha sido un pueblo de
pecadores que encuentran la misericordia de Dios. Preguntémonos si, en nuestro
corazón, amamos a la Iglesia.
COMO ES...EL PUEBLO DE DIOS EN CAMINO, CON TANTOS LÍMITES.
PERO CON TANTAS GANAS DE AMAR Y SERVIR A DIOS.
De hecho, sólo el amor nos hace capaces de decir la verdad con plenitud,
no parcialmente, de decir lo que está mal, pero también de reconocer toda la
bondad y la santidad que están presentes en ella, empezando precisamente por
Jesús y María.
Amar la Iglesia y proteger la Iglesia. Caminar con la Iglesia. Pero la
Iglesia no es “aquella”, aquel grupo que
está cercano al sacerdote y que manda a todos. No, la Iglesia somos todos,
todos en camino. Protegerse el uno al otro. Proteger nos acerca al otro. Es una
bonita pregunta:
¿CUÁNDO TENGO UN PROBLEMA CON ALGUIEN, TRATO DE
PROTEGERLO, O LO CONDENO RÁPIDAMENTE, HABLO MAL DE ÉL Y LOS DESTRUYO? PROTEGER,
PROTEGER.
Queridos hermanos y hermanas, os animo a pedir la intercesión de San
José precisamente en los momentos más difíciles de vuestra vida y de vuestras
comunidades. Cuando nuestros errores se conviertan en un escándalo, pidamos a
San José que nos dé la valentía de decir la verdad, pedir perdón y volver a
empezar con humildad.
Allí donde la persecución impide el anuncio del Evangelio, pidamos a San
José la fuerza y la paciencia para soportar los abusos y el sufrimiento por el
Evangelio. Allí donde los medios materiales y humanos son escasos y nos hacen
experimentar la pobreza, especialmente cuando estamos llamados a servir a los
últimos, a los indefensos, a los huérfanos, a los enfermos, a los rechazados de
la sociedad, recemos a San José para que sea Providencia para nosotros. ¡Cuántos Santos se han dirigido a él!
¡CUÁNTAS PERSONAS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA HAN
ENCONTRADO EN ÉL UN PATRÓN, UN TUTOR, UN PADRE!
Imitemos su ejemplo y por eso, todos juntos, recemos hoy a San José con
la oración que he puesto al final de la Carta Patris corde, confiándole
nuestras intenciones y, de modo especial, la Iglesia que sufre y está en
prueba:
Salve, custodio del Redentor y
esposo de la Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti María
depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh,
bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos
en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y coraje y
defiéndenos de todo mal.
Amén.
POR ALMUDENA
MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa
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