Toda la vida y la obra de los grandes conversos ha asumido el sentido de un reproche para nuestras vidas de cristianos instalados que parecían recriminarnos el despilfarro de una vida sin metas altas.
Alcuzas
vacías de aceite y sin luz, ellos nos han reprochado nuestra noche religiosa
sin la luz de un Dios vivo que comprometiera nuestras vidas e iluminara el
paisaje de los hombres. Leon Bloy levantó la voz
acusadora para gritarnos: «Cristianos, ¿que habéis hecho
de vuestra luz?»
«Las alturas conquistadas por los grandes hombres no fueron
alcanzadas de golpe sino que, mientras sus compañeros dormían, trepaban
penosamente en la noche» (La
escala de san Agustin)
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