DIVORCIO:
-Dice
Jesús:
El
divorcio es una prostitución legalizada que pone al hombre y a la mujer en
condiciones de cometer pecados de lujuria. La mujer divorciada difícilmente
puede ser viuda de su varón, viuda fiel. El hombre divorciado jamás permanecerá
fiel a su primer matrimonio. Tanto el uno, como el otro, al pasar a otras
uniones, desciende del nivel de hombres al de animal, que puede cambiar de
hembra según su apetito. La fornicación legal, peligrosa para la familia y la
patria, es criminal para la prole. Los hijos de los divorciados juzgarán a sus
padres. ¡Severo es el juicio de los hijos! Por
lo menos uno de sus padres recibe la condenación.
Y los
hijos, por el egoísmo de sus padres, se ven condenados a una vida afectiva
mutilada. Si a las consecuencias que acarrea el divorcio, por el que los
inocentes se ven privados del padre o madre, se añade que uno de los cónyuges
se vuelva a casar, quedan los hijos a la suerte desgraciada de una vida
afectiva que mutiló un miembro que no está.
A esto se
une otra mutilación: El afecto del otro miembro por
el nuevo amor y por hijos que nacen de una nueva unión. Hablar de nuevas
nupcias en los divorciados, es profanar el significado del matrimonio. Sólo la
viudez puede justificar segundas nupcias. Yo sería de parecer, que es mejor
bajar la cabeza ante la sentencia siempre justa de quien regula los destinos de
los hombres, y encerrarse en una castidad, cuando la muerte ha puesto fin al
matrimonio, dedicándose completamente a los hijos y amando al cónyuge que pasó
a buena vida.
¡Pobres hijos!, saborear después de la muerte o
destrucción del hogar, la dureza de un padrastro o madrastra, y la angustia de
ver caricias que se condividen con otros hijos que no son hermanos. ¡No! En mi religión no existirá el divorcio. Será
adúltero el que se divorcie civilmente para contraer nuevo matrimonio. La Ley
humana no podrá cambiar mi decreto. El matrimonio en mi religión no será un
contrato civil, le daré para que se convierta en Sacramento. Será un rito
Sagrado. Este poder ayudará a cumplir santamente los deberes matrimoniales;
pero también será la señal de la indisolubilidad del vínculo. Será un contrato
espiritual que Dios sancionará por medio de sus ministros. Nadie es superior a
Dios; por eso lo que Dios hubiere unido, ninguna autoridad, ley o capricho
humano podrá disolverlo. Por eso te digo: “Si tu
esposo te ha abandonado, yo no puedo sino ayudarte a que lleves la corona de
espinas de las esposas abandonadas” (Hombre Dios. Vol. 9, pág. 657).
“Dios aprueba el matrimonio; tanto es así que yo lo hice Sacramento.
Pues vi vuestra dureza de corazón cada vez mayor, cambié el precepto de Moisés,
sustiyéndolo por Sacramento, con el fin de proporcionar ayuda a vuestras almas
de cónyuges contra vuestra ilícita facilidad de repudiar lo primero que
eligísteis para evitar nuevas uniones ilícitas que dañarían vuestras almas y
las de vuestras criaturas.
Comete un error el que se escandaliza de una Ley puesta por Dios, y
generalmente son éstos los más hipócritas. Adúltero y maldito es aquel que por
capricho carnal o desenfreno moral, rompe una unión querida antes. Y si dice
que el cónyuge le resulta pesado y repugnante, yo os digo: Que Dios dotó al
hombre de discernimiento e inteligencia para que lo usaran; sobre todo, en caso
de tan grande importancia como es la formación de una familia. Y aún digo más:
- Si en principio se erró por ligereza o mal cálculo, es preciso
soportar las consecuencias para no ocasionar mayores desgracias que recaen
especialmente sobre el cónyuge más bueno y sobre inocentes forzados a sufrir más
de lo que la vida trae consigo.
- Si fuéseis cristianos verdaderos y no bastardos como sois, debería
obrar en vosotros el hacer una sola alma que se ama en una sola carne, y no dos
fieras que se odian atadas a una misma cadena.
- Adúltero y maldito es aquel que tiene dos vidas conyugales, y con la
fiebre del pecado en la sangre, y el olor del vicio en sus labios mentirosos,
vuelve a su cónyuge y a sus inocentes con palabras mentirosas.
Nada hay que justifique vuestro adulterio. Nada. Ni el abandono, enfermedad
del cónyuge, y, menos su carácter más o menos antipático. La mayoría de las
veces es vuestra condición lujuriosa la que os hace ver antipático a vuestro
compañero y compañera. Os empeñáis en verlo así para justificaros en vuestro
comportamiento. El mundo se desquicia en ruinas, porque antes de desquebrajaron
las familias” (Cuad. 43, pág. 366).
“Ninguna presión debe doblar vuestra autoridad (SACERDOTES) al
proclamar: “No es lícito” a quien quiera contraer otra vez matrimonio, antes de
que el cónyuge haya muerto. El matrimonio es un acto grave y santo. Y para
demostrarlo asistí a las bodas y realicé mi primer milagro. ¡Ay si degeneran en
capricho!” (Hombre Dios. Vol. 11, pág. 78).
“La separación legal no destruye el deber de que la mujer siga siendo
fiel a su juramento de esposa. Ya dije que uno de los
preceptos divinos es que la mujer es carne de la carne de su esposo, y nada, ni
nadie, pude separar lo que Dios ha hecho una sola carne. ¿Puede, entonces, el cuerpo odiarse a sí mismo? No.
¿Puede un miembro separarse del otro? No.
Tan solo la gangrena, la lepra o una desgracia pueden hacer que a un miembro se
le corta del resto del cuerpo. Dios inspiró a Adán que los esposos deben ser
una sola carne. La carne no se separa de la otra, sino por la muerte o enfermedad.
Ante
la Justicia de Dios, la mujer abandonada o divorciada, es una infeliz. Pero si
vuelve a casarse, es una pecadora y una adúltera. (Hombre
Dios. Vol. 7, pág. 619 y vol. 9, pág. 656).
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