Con la llegada del cristianismo esta -y otras creencias- se diluyeron pero han quedado restos, pero calificados como supersticiones, pues siempre lo fueron.
Por: P. Julio de
la Vega-Hazas // P. José Antonio Fortea | Fuente: Mercaba.org
El llamado mal de ojo es la persuasión de que
una persona puede causar daño a otra con solo mirarla. Era algo muy extendido
en el mundo pagano, de forma que se pueden encontrar ejemplos en todos los
continentes. Quizás porque, en una cultura en la que se ve al hombre sometido a
espíritus caprichosos y en ocasiones malignos, el simple hecho de que
sobreviniera un infortunio poco después de que alguien nos mirara fijamente ya
daba pie para pensar que el mal de ojo era una realidad.
Con la llegada del cristianismo todas estas
creencias se diluyeron (ya antes el judaísmo las rechazaba, pero era una
religión circunscrita al pueblo de Israel). Han quedado restos, pero
calificados como supersticiones, pues siempre lo fueron.
En ocasiones se utiliza la expresión para
expresar un conjuro, lo cual ya es algo distinto, pues se refiere a palabras:
una maldición, un maleficio, es decir aquello que se hace para dañar a alguien
con la intervención del demonio. Algunos inadecuadamente lo llaman mal de ojo,
aunque nada tiene que ver con la mirada ni el ojo.
Es también supersticioso pensar que unas palabras pueden ser una especie de
clave que desata fuerzas ocultas maléficas. Pero en ocasiones puede haber por
medio algún tipo de intervención diabólica, lo que es algo distinto. Como toda
intervención del diablo, alcanza solo hasta donde Dios permite que llegue, pero
puede tener algún efecto. En el fondo, como sucedió con la vida terrena del
mismo Jesucristo, Dios utiliza para el cumplimiento de sus planes incluso la maldad
del demonio, por lo que no puede sorprender que siga ocurriendo alguna vez.
¿Qué hacer si uno tiene
alguna sospecha de que alguien ha hecho un maleficio contra él? Primero
habría que decir que -de existir intervención diabólica- casi nunca se puede
llegar a la certeza de que tal intervención se está operando, incluso el
especialista tendrá dificultad para tener tal certeza, mucho menos para una
persona particular sin grandes conocimientos sobre el tema. Pero si un
maleficio ha sido practicado el único modo de destruirlo es hacer justo lo
contrario: invocar a Dios.
Es decir, si una persona ha invocado al demonio
para hacer el mal, se trata de que la víctima invoque a Dios para que le
proteja, le ayude y le bendiga. El bien siempre es más fuerte que el mal.
El P. José Fortea nos indica que a la gente que
va a su parroquia diciendo que sufren un maleficio les digo que la única
medicina y remedio es que hagan cada día lo siguiente:
-rezar un misterio del rosario
-leer cinco minutos el
Evangelio
-hablar con Dios durante
unos instantes
-la misa (dominical o con
más frecuencia)
-colocar en la casa un
cruficijo bendecido
-colocar una imagen
bendecida de la Virgen María
-santiguarse con agua
bendita una vez al día
Haciendo estas cosas el mal que sufren si es del
demonio irá remitiendo. Pero si no remite en ninguna medida, eso sería signo de
que no estaba provocado por un maleficio.
¿Y si no había maldición alguna?, pues a nadie
le hace mal realizar lo arriba planteado.
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