lunes, 17 de enero de 2022

LA IDOLATRÍA DEL ATEO

 (Por García Cuartango, y el ABC)

Estos siguen empeñados en su cruzada personal a favor del Ateísmo: asunto que, además de ser un grandísimo pecado, se sitúa por naturaleza entre lo más ajeno al más mínimo síntoma de intelectualidad… digna de ese nombre, claro. “Personal", en el caso de Pedro, y “pública” o “institucional", en el caso del ABC.

Sí. Es que García Cuartango (ABC, 11-I-2022) vuelve, erre que erre, a manifestarse sin ningún pudor como exponente preclaro del “ateo practicante y proselitista”, que es la modalidad más terrorífica que existe en ese gremio. Y ABC lo acoge materna y amorosamente: es como una gran madre…

Es más, GC lo hace con el orgullo de “viejo converso", de estar bien asentado en el sitio que le corresponde, tras liberarse de “las tinieblas” y “la esclavitud” de la Fe. Cosa que no le discuto. Ya se sabe aquello de que “sarna con gusto no pica"; o de que cada uno se autoengaña con lo que le da la gana…

El buen hombre vuelve a la carga poniendo una vez más en entredicho el que tengamos la capacidad de estar en la realidad de las cosas: no solo de llegar a conocerla, sino incluso -y es por lo que apuesta-, que ni siquiera sepamos distinguir la vigilia del sueño. Es más: da la impresión de que le encanta esa situación: se le ve a gusto en ella.

Es una “gran premisa", fundamentalmente necesaria para poder decir que lo de Dios es cuento: si no sabemos ni que sabemos, ¿cómo vamos a saber de Dios? Me parece del todo lógico… en su terreno.

Pero vamos al grano.

Como muy bien dice, porque le gusta expresarse con poso, serenidad y fondillo, estamos: “ante una cuestión esencial para dilucidar la validez del conocimiento y la posibilidad de entender el mundo”. Cierto: sin Dios no hay forma de aclararse, como él mismo comprueba…

Y apunta, más en concreto: “la pregunta es si el mundo que construyen el cerebro y los sentidos no es más que una proyección de nuestras estructuras mentales, o, como apunta Hofstadter, un bucle”.

¡Él sí que está hecho un blucle!: las muchas letras, no digeridas, le han empachado. O le han sorbido el seso. Porque eso no es una pregunta: es una afirmación del todo sin sentido. Y me explico.

Aquí es donde el Pedro se equivoca: lo pille y lo vea como lo más que aceptable, o lo rechace, que es lo que debería hacer. Porque: “la validez del conocimiento…”, Pedro, no es, (ni está, ni reside en) “el mundo que construyen el cerebro y los sentidos”.

Este debate, que ya tuvieron los griegos, se intensificó tras Descartes con toda la filosofía racionalista, idealista y materialista: que es donde acaba todo el lío, cuando se rechaza la filosofía del ser, la única VERDADERA FILOSOFÍA. Puesto que es la única que “respeta el ser de las cosas", y nos lleva a su conocimiento. Todas las demás “opciones” -supuesto que lo fuesen que no los son-, NIEGAN a DIOS.

Por esto, todo lo que se salga de “la filosofía del ser” no pasa de una mera y gran “elucubración", sin ton si son. Por poner un poner: lo más “filosófico” de Kant, autor con el que se le cae la baba a Pedro, es la puntualidad con el que los demás ponían en hora el reloj al verle pasar. (Los escándalos farisaicos no me conciernen).

Para aclararle el tema a GC. El cerebro es un órgano y, por tanto, no construye nada: no “piensa"; solo recibe y recoge las aportaciones de los sentidos…, que tampoco piensan: recogen “la información” que les aportan sus objetos propios. Y ni salen de ahi, ni pasan de ahí: porque no pueden: lo demás les supera.

Luego ya sí: el ENTENDIMIENTO, que está en otra dimensión muy por encima del cerebro y los sentidos, “elabora” todo lo registrado por el “conocimiento sensorial", que así se llama, y PIENSA: relaciona, discurre, juzga y “se determina” sobre el ser de las cosas: `esto es así, esto no es así´.

A esto se le llama, porque lo es, “conocimiento intelectual”. Que, de suyo, está abierto a la verdad de las cosas: de todas, de las visibles y medibles, y de las invisibles: que hay muchísimas, y son las que dan la medida de la grandeza de nuestro entendimiento; capaz de “ser” -de poseer, de llegar a ser- “todas las cosas". Ni más mi menos. “Quodammodo omnia”, dijo Aristóteles. Y, con él, Santo Tomás.

Un conocimiento intelectual que solo debe buscar la VERDAD de las cosas, que es su objeto propio: está hecho para conocer el ser, la verdad de todo lo que es.

No está para dedicarse a las ‘elucubraciones intelectualoides’, que solo sirven, si hay buena intención, para hacer poesía, para escribir novelas…, o para traernos a colación a Aquiles hablando con una tortuga como máximo “argumento de autoridad"; lo que ya tiene mérito. Pero NUNCA para SUSTITUIR la VERDAD, el SER, de las COSAS.

Como buen pseudo intelectual, Pedro se maneja muy bien con las citas y sus autores, a los que acude con soltura y fruición: le gusta, “se siente bien” apareciendo como leído.

Pero, en lugar de ver en qué se equivocan -ya que todos los que cita se equivocan, si o sí, porque se salen de la realidad y, por tanto, de la verdad: si él no lo ve, es su problema-, los acoge con cariño y devoción -me atrevería a decir: con “fe"-, por la sencilla razón de que se siente reconfortado, comprendido y muy bien acompañado. Es que, ¡le dan la razón! Y los adopta como el “seno” que nunca debió abandonar.

Le dan la razón… si, como nos dice el mismo Pedro, admitimos que “el pensamiento es el lenguaje” (Wittgenstein)". Cosa que, aunque la diga W, es un error: vamos, que es mentira. Porque el pensamiento NO ES el lenguaje; sino que el lenguaje ES la expresión del pensamiento. Por eso: los mudos piensan. Y también los sordomudos

Por supuesto, con esa premisa no es “ilógica” la conclusión a la que llega W, y que hace suya GC: “las palabras son un límite al conocimiento de realidades como la muerte o la existencia de Dios”.

Claro que seguimos instalados en la Mentira, o en la Ficción: la muerte la vemos todos los días, hablemos de ella o callemos; y esto no es -y no supone- ningún límite. Y la existencia de Dios es tan patente como innegable… si asumimos la gran tarea de PENSAR, que es una de nuestras grandezas como personas.

Pero, si rechazamos PENSAR y lo sustituimos por “elucubrar” -"pedalear", para entendernos-, o por anteponer y dar más valor a los pre-juicios o a-prioris personales que a ir a la verdad de las cosas, entonces estamos a merced de cualquiera que se nos acerque con ínfulas de “sabiduría” unívoca. O de uno mismo, con el que no se discute nunca: haya paz…

GC aumenta los “si", para rematar su argumentario o, al menos, intentarlo; por eso, añade para cerrar el círculo: “si aceptamos que no existe un orden trascendente que explica lo real”. Ya: ¡pero es que sí existe ese orden, alma de cántaro! Y es lo que tú rechazas, como lo han rechazado tantos antes que tú.

Pero es que, además de meterse en un mundo meramente irreal, ese rechazo, como el rechazo de Dios por parte de muchos, no hace “real” que “Dios no existe". Al contrario: ¡se Le puede rechazar… solo PORQUE EXISTE!

De ahí que darse Pedro no le queda sino monta en la gracieta de Aquiles y la tortuga; que debe ser que no tiene nada más alto a lo que agarrarse en su “cerebrito” tan finamente ilustrado: “¿Le importaría contarme qué o quién es Dios?”.

Que preguntar a una tortuga qué o quién es Dios, ya tiene su aquel: como “nivelón” queda bastante bien autorreflejado el buen hombre…

Con lo sencillo que es ir a la Biblia, que recoge exactamente la Palabra de Dios, que ES la VERDAD, sí o sí. Léela, Pedro, te hará mucho bien. Ahí están todas las preguntas y todas las respuestas que, en relación a Dios, se han hecho los hombres a lo largo de la historia, con sus aciertos y errores.

Y, a mayor abundamiento, recoge también las respuestas que nos da Dios a todos esos interrogantes, porque NUNCA nos deja solos. Al contrario.

Empezando -y es la Verdad primigenia y más absoluta- con que, sin Dios, no se puede entender ni el mundo ni nada: tampoco a uno mismo; ya que TODO ha salido de Él, y sin Él no se ha hecho nada. Porque no se pueden entender los efectos despreciando la causa.

Por otra parte, no creo que una persona como tú, que se atreve con Kant, Hofstadter y demás especímenes, le tenga miedo a coger la Bíblia y leerla. Ni me lo imagino…

Pero es que, si además de cubrirte de gloria leyendo a gentes que no te aportan nada serio, porque no te aportan nada verdadero, te lees lo que escribe san Ireneo, uno de los grandes Padres de la Iglesia y el más importante adversario del reinante gnosticismo del s. II, estoy seguro de que triunfarás y saldrás del agujero en el que te has metido tan gratuitamente. Escribe:

“Ya por el mismo hecho de la Creación, el Verbo revela a Dios creador; por el hecho de la existencia del mundo, al Señor que lo ha fabricado; por la materia modelada, al Artífice que lo ha engendrado.

Sobre esto hablan todos de manera semejante, pero no todos creen de manera semejante.

También el Verbo se anunciaba a sí mismo y al Padre a través de la ley y los profetas; y todo el pueblo lo oyó de manera semejante, pero no todos creyeron de manera semejante. Y el Padre se mostró a sí mismo, hecho visible y palpable en la persona del Verbo, aunque no todos creyeron por igual en Él; sin embargo, todos vieron al Padre en la persona del Hijo, pues la realidad invisible que veían en el hijo era el Padre, y la realidad visible en la que veían al Padre era el Hijo”.

Es posible que todo esto te supere, Pedro. Pero no creo que demasiado. Léelo despacio, y con sentido de la realidad, de la Verdad que viene de Dios. Verdad a la que hay gentes que se adhieren, mientras que otros rechazan.

En definitiva, es el eterno “problema” -lo refiere muy a las claras el Señor: el que crea se salvará, el que no crea se condenará- que, en realidad, es el único problema; problema que, por otra parte, solo tiene el que lo quiere tener. Y nadie más.

Para terminar. La Biblia dice también: dixit insipiens in corde suo: non este Deus! Te aconsejo que te salgas de ahí, Pedro. Por tu bien, y por el de los que te rodean.

Porque cuando no se quiere aceptar y creer en Dios, que nos ama con locura, y nos salva -en primer lugar de uno mismo: somos el primer peligro real para uno mismo-, se acaba creyendo en… ¡¡¡una TORTUGA!!! Y, para mayor asombro, se le pregunta por Dios, ¡¡¡por ese Dios que no existe!!! Vamos: de médico especialista.

Todo absolutamente lógico de toda lógica, como se puede ver…

Es lo que he denominado la IDOLATRÍA del ATEÍSMO: porque el ateo, al negarse a reconocer a Dios, queda reducido, lo entienda así o no, a ADORARSE a sí mismo; es decir: a IDOLATRARSE.

También el que dice que adora a una vaca, a un escarabajo o al sol, se adora a sí mismo, sí o sí.

Y el ABC tan contento, perdiendo lectores y perricas, supongo… Eso sí: se le ve y se le nota “moderno", y con ganas de estar en la ola de la infecta progrez.

Con su pan se lo coman. Y que aproveche.

Rezo por ti, Pedro.

José Luis Aberasturi

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