domingo, 2 de enero de 2022

ANGELUS DEL PAPA FRANCISCO EL 1 DE ENERO DE 2022 | © VATICANNEWS

 Primer Angelus del Santo Padre en 2022

FRANCISCO: «EN NUESTRA DEBILIDAD, SENTIMOS A DIOS MÁS CERCA»

«Cuando experimentamos nuestra debilidad y fragilidad, es cuando podemos sentir a Dios aún más cerca, porque se nos ha presentado así, débil y frágil». Fueron las palabras del Papa Francisco a la hora del rezo del Ángelus, en el primer día del nuevo año 2022.

(VaticanNews) Tras haber celebrado la primera Misa del Año 2022, el sábado 1 de enero, solemnidad de María Santísima, Madre de Dios; el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus junto a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Reflexionado sobre el Evangelio de la liturgia de hoy que habla de la Virgen, «remitiéndonos nuevamente al encanto del pesebre», el Santo Padre destacó que María, tras el nacimiento del Hijo de Dios, «no se lo guarda para ella misma, sino que nos lo presenta» y deja que los pastores que van sin demora hacia la gruta, puedan adorarlo:

«Lo deposita para invitarnos a mirarlo, a acogerlo y a adorarlo. He aquí la maternidad de María: el Hijo que ha nacido nos lo ofrece a todos nosotros», añadió el Pontífice subrayando que al colocarlo ante nuestros ojos, «sin decir ninguna palabra», nos da un mensaje estupendo:

«Dios está cerca, a nuestro alcance. No viene con el poder de quien quiere ser temido, sino con la fragilidad de quien pide ser amado; no nos juzga desde lo alto de un trono, sino que nos mira desde abajo como a un hermano, más aún, como un hijo. Nace pequeño y necesitado para que nadie deba avergonzarse jamás de sí mismo»

Para Francisco, precisamente cuando experimentamos nuestra debilidad y fragilidad, es cuando podemos sentir a Dios aún más cerca, «porque se nos ha presentado así, débil y frágil».

«Es el Dios-niño que nace para no excluir a nadie. Para hacer que nos convirtamos todos en hermanos y hermanas».

Por ello, el Papa indicó que el nuevo año empieza con Dios que, en los brazos de su Madre y acostado en un pesebre, nos anima con ternura:

«Tenemos necesidad de este aliciente. Vivimos aún tiempos inciertos y difíciles a causa de la pandemia. Son muchos los que están atemorizados por el futuro y agobiados por las situaciones sociales, los problemas personales, los peligros que provienen de la crisis ecológica, de las injusticias y de los desequilibrios económicos planetarios»

Mirando a María con su Hijo en brazos, pienso en las jóvenes madres y en sus hijos que huyen de las guerras y de las carestías o que esperan en los campos de refugiados. Y contemplando a María que coloca a Jesús en el pesebre, poniéndolo a disposición de todos, recordamos que el mundo cambia y la vida de todos mejora sólo si nos ponemos a disposición de los demás, sin esperar que sean ellos los que comiencen. Si nos convertimos en artesanos de la fraternidad, podremos tejer los hilos de un mundo lacerado por guerras y violencias.

Hoy se celebra el Día Mundial de la Paz. La paz «es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido» (Mensaje para la LV Jornada Mundial de la Paz, 1). Don de lo alto: debe ser implorada por Jesús, porque solos no somos capaces de custodiarla. Sólo podemos construir verdaderamente la paz si la tenemos en nuestro corazón, sólo si la recibimos del Príncipe de la paz. Pero la paz es también nuestro compromiso: nos pide dar el primer paso, nos pide gestos concretos. Se construye con la atención a los últimos, con la promoción de la justicia, con el valor del perdón, que apaga el fuego del odio. Y también necesita una mirada positiva: que siempre se mire – en la Iglesia como en la sociedad – no el mal que nos divide, sino ¡el bien que puede unirnos! No sirve abatirse y quejarse, sino arremangarse para construir la paz. Que la Madre de Dios, Reina de la paz, al comienzo de este año obtenga la concordia para nuestros corazones y para el mundo entero.

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