Cuando uno ha encontrado a Dios en su vida, él es su camino real, su bagaje y su riqueza.
Con
él la casa está ya abastecida y el hogar completo y ya no hay que asomarse
hacia afuera para esperar otras visitas.
«Cuando yo he sabido que Dios existía, he comprendido, al mismo
tiempo, que no podía hacer otra cosa que vivir para el solo» (Charles de Foucauld)
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