EL MILAGRO DE LOS MILAGROS ES EL MISMO JESÚS.
Los
otros milagros no eran más que meras señales externas de alarma, avisos
premonitorios del gran asombro.
También
hoy Cristo es fundamentalmente Alguien que provoca admiración y asombro.
Pero
una cosa es el asombro pasajero, como el de la brisa rozando las flores y otra,
muy distinta, la fuerza, como la de un bautismo de fuego renovador, de un
asombro que estigmatiza las almas para la exclusiva admiración de cristo.
No
creo que un cristiano sea mucho más que eso: alguien
para que quien Cristo es lo único esencialmente asombroso y, cuya admiración,
las cosas y las vidas ofrecen atisbos admirables.
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