AGOTADA MENTALMENTE POR SU VIDA HOMOSEXUAL Y EL ALCOHOLISMO, DECIDIÓ «DARLE UNA OPORTUNIDAD A DIOS»
Cuando Bárbara admitió ante Dios
su condición homosexual y entregó su vida a la fe, quedó liberada de sus
adicciones y fantasmas.
Desde que Bárbara tiene uso de
razón, recuerda sentirse atraída por otras mujeres.
Los continuos complejos, la falta de cariño paterno y la
pornografía alimentaron un
sentimiento de inferioridad que le llevó a casarse con un maltratador solo para
sentirse útil. El alcohol y las relaciones homosexuales estaban
cerca de acabar con ella, cuando una difícil decisión llamó a su puerta: solo podía
servir a Dios o a sí misma.
Cuenta Bárbara al portal de Courage –iniciativa orientada al acompañamiento de
católicos con atracción por personas del mismo sexo– que se crió en un hogar cristiano, sus padres la bautizaron y se preocupaban por ella.
Sin embargo, nunca se sintió querida.
Relata uno de sus primeros recuerdos,
con tres años: “Cuando mi padre llegó a casa, él y
mi madre se saludaron con un abrazo. Pero como no eran cariñosos conmigo,
pensé: `¿Por qué nadie me abraza a mí?´ Creía que no era lo suficientemente
buena y comencé a estar muy necesitada de atención”.
Aquel sentimiento se orientó cada
vez más hacia su madre, "orgullosa de sí misma
y de su cuerpo, con una fuerte personalidad" y con quien la pequeña
"creía no poder competir o estar a su altura”.
Bárbara no tardó en negar su
identidad, rechazar la feminidad y, sin darse cuenta, su propia fe.
VÍCTIMA DE LA
PORNOGRAFÍA, EL ALCOHOLISMO Y LA INSEGURIDAD
“No me daba
cuenta de que me estaba rebelando contra Dios. Cuando era niña no sabía que Dios me amaba, nunca
tuve confianza en mí feminidad y no era atractiva como mi madre”, explica: “Era homosexual y lo sabía, pero no lo decía”.
No le ayudó descubrir, con 10
años, que su padre era consumidor habitual de pornografía que
ella misma lo vio: “Confirmó mi creencia de que ser mujer no era bueno. Fue
una impresión terrible para mí”.
Y mientras, la educación
cristiana recibida tras su bautismo quedaba cada vez más lejos: “No tenía ninguna conexión con Dios ni la fe y la Iglesia solo era otro lugar al que tenía que ir con vestido”.
Con 19 años tuvo su
primera novia, 12 años mayor que ella. Para
entonces Bárbara estaba sumida en un profundo
alcoholismo, y año y medio más tarde la relación terminó.
Creía que era "más útil" junto a un maltratador que
sola
Entonces supo que si algo era más
fuerte que su atracción, era su necesidad de sentirse amada. “Reaccioné desesperadamente para escapar del dolor, y con
21 años me casé con un hombre violento y maltratador: `Al menos me necesita para
algo´”, pensaba la joven de su marido, con quien tuvo dos
hijos.
Cinco años después, la situación
se volvió insostenible. “No tardó en impedirme ir a
misa los domingos. Aunque no tenía fe, ir a misa era para mí una protección
espiritual. Cuando dejé de hacerlo, lo único que siguió protegiéndome fueron las
oraciones y los rosarios de mi madre”, explicó. Pero entonces
ella no lo sabía.
“Mi experiencia
confirmó mi creencia de que los hombres me odiaban, por eso yo los odiaba”, confiesa: "Cinco años después, escapé. De
no ser por mis hijos, me habría quedado y hubiese dejado que mi marido me
matara”.
Courage Internacional es un apostolado
católico para hombres y mujeres que experimentan atracción hacia el mismo sexo
y quieren vivir en castidad. Fue fundado por el padre John Harvey (1918-2010) en 1980.
Bárbara había vivido mucho, pero
admite que todavía era “muy joven e inmadura”:
“Bebía mucho, fumaba marihuana y dormí con docenas de hombres, buscando
demostrar que no era homosexual. Me hundió aún más: no creía en nada
ni en nadie, ni si quiera me respetaba a mí misma”.
"JESÚS TE ESTÁ
ESPERANDO"
Casi había tocado fondo cuando
recordó una amiga cristiana que buscaba ayudarla. “Jesús
solo está esperando a que le llames”, le dijo.
Acto seguido, la joven comenzó a rezar: “No puedo seguir adelante. Si eres real, házmelo saber”.
Aquella sencilla oración vino
seguida para Bárbara de “una experiencia
espiritual transformadora” que
le llevó a comenzar “una vida nueva”. Dejó
el alcohol, se inscribió a catequesis y clases de Biblia y rezó, especialmente por su hija.
“Por favor, no permitas que ella sea como yo, Señor”, repetía.
“Quería seguir a Dios y me resistía a involucrarme
sexualmente, pero seguía siendo voluble e inmadura”, explica. Bárbara comenzaba a ser consciente de que no podría ser
rescatada eternamente por las oraciones de otros y “debía
decidir a qué reino quería servir”.
"ANDABA POR EL
CAMINO QUE CONDUCE A LA MUERTE"
Cuánto más trataba por permanecer
fiel a sus creencias era más consciente de las dificultades que arrastraba por
su modo de vida.
“Bebía cada
vez más y comencé a
asistir a las reuniones de Alcohólicos Anónimos, y supe que para mantenerme sobria
debía ser sincera”, explica. Tras años negado y
rebelándose contra su tendencia, admitió ante Dios, sus conocidos y ante ella
misma su homosexualidad.
Durante los siguientes 15 años,
permaneció totalmente ajena a la fe: “Respetaba a la
Iglesia y no podía reconciliar mi conducta con mi fe”.
No tardó en darse cuenta de que
estaba siendo honesta con la parte gay, pero no con la
cristiana. "Estaba cediendo
ante el deseo de amar y ser amada por una mujer”, recuerda. En gran
parte, debido a que no eran pocos los que le decían
que las relaciones homosexuales no eran contrarias a la vida cristiana: “Andaba por el
camino que conduce a la muerte espiritual. Vivía en un engaño, y sin embargo,
no lo aceptaba”, admite.
RESPONDIÓ AL SEÑOR CON
UNA VIDA DE GRACIA Y CASTIDAD
“Un día decidí
darle una oportunidad a Dios”, recuerda: “Comencé a salir a caminar por las mañanas para hablar con Dios, admitiendo mi
situación y mi creencia de que no era aceptable a Sus ojos”.
Pero conforme pasaban los días,
se dio cuenta de que no sentía nada parecido a una condena: “Comencé a
plantearme si podría estar viviendo engañada, y Dios aprovechó
cada grieta que abrí para abrir mi corazón.
Sentía que me llamaba diciendo: `Regresa, Bárbara, vuelve a casa´”.
“Dios mismo
vino a buscarme a mí, su oveja perdida”, explica. Y ella, habiendo admitido su condición, pudo responder porque
"debía tomar una decisión”.
En la primavera del 2009 Bárbara
escogió la vida que la fe y la Iglesia le ofrecían. “Mi
respuesta al Señor fue dejar las relaciones homosexuales”,
evoca.
Entonces fue consciente de que
más poderosa que su atracción, incluso que su carencia de amor durante la
infancia, era su sed de Dios: “Lo dejé todo por
la alegría de conocer al Señor, y comenzó mi aprendizaje de vivir mi atracción
en la gracia y misericordia de
Dios”.
Solo entonces, aprendiendo a
enfrentar su vacío afectivo desde la fe, sintió que el Señor le decía: "Bienvenida a casa": "Encontré Courage, un grupo
maravilloso que me mostró el camino: sin la castidad no puedo tener una relación
con Dios, y es algo que no podemos hacer solos”.
“Dios me creó bien y fui yo quien
se perdió en el camino”, concluye: “Ahora me está
volviendo a crear, y estoy en un camino hacia la plenitud. Quiero
ser casta y estar sobria cuando muera, y para ello, renuncio a mis
deseos desordenados".
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