La advocación mariana de Nuestra Señora de la Nube se originó un día como hoy hace más de 300 años en Quito (Ecuador), una devoción que actualmente es venerada por miles de personas en todo el mundo.
La imagen de la Virgen de la Nube representa a la Madre de Dios en el
cielo, rodeada por nubes, llevando en su brazo izquierdo al Niño Jesús y en la
mano derecha un cetro de azucenas. Si bien se desconoce quién fue el autor del
lienzo original, la historia de la devoción sí está registrada y se remonta al
siglo XVII.
La tradición señala que a fines de 1696, el entonces Obispo de Quito
(Ecuador), D. Sancho de Andrade y Figueroa, estaba “seriamente
enfermo”, indicó el sitio web
de la Asociación Santo Tomás de Aquino, que promueve la devoción a la Virgen de
Fátima en el Perú.
Por eso, “como solía acontecer en graves
circunstancias”, se pidió traer a la Catedral de Quito la venerada
imagen de Nuestra Señora de Guápulo, que se hallaba custodiada a “un par de leguas de la ciudad” (unos 10 km).
Luego, la imagen mariana fue sacada en “procesión
de rogativa”, una práctica devocional que consiste en rezar para
suplicar a Dios que aparte calamidades de nosotros o nos conceda gracias
especiales, y fue seguida de “unas 500 personas”.
El anda de Nuestra Señora de Guápulo llegó “al
final del pretil de San Francisco” cerca “de
las 4:45 de la tarde”, cuando los fieles terminaban de rezar la segunda
decena del Santo Rosario. Luego, como era tradición, “se
hizo la señal con la campanilla para que todos se arrodillasen para entonar el
Gloria Patri” (‘Gloria al Padre’ o Gloria); y en ese momento ocurrió el
asombroso suceso.
De pronto, en dirección al caserío de Guápulo, “se
vio claramente en el cielo” una “figura
formada por nubes” que era “de gran tamaño”.
En ese momento, el P. José de Ulloa y la Cadena, capellán del Monasterio
de la Limpia Concepción de Quito, exclamó: “¡La
Virgen, la Virgen!”, y muchos vieron sobre los aires, en el lugar
señalado, la figura de la Virgen “dibujada por las
nubes”.
Según señaló el P. Fernando Jaramillo en Novena
a la Santísima Virgen de la Nube: “Estaba
la imagen de pie sobre otra nube más oscura y densa que le servía como pedestal
o trono. Llevaba corona en las sienes y en la mano derecha un ramo de azucenas
a manera de cetro”.
“Con la izquierda estrechaba al Divino Niño Jesús,
hacia quien tenía dulcemente inclinada la cabeza. Sobre los cabellos y espalda
flotaba un airoso velo formado igualmente de una nube. Vestía una cándida
túnica de sencillos y ondulantes pliegues, media oculta por un manto de
amplitud majestuosa y regia”, agregó el sacerdote.
La aparición de María Santísima “duró lo
suficiente para que todos pudieran darse cuenta perfectamente de ella”,
indicó el sitio web. Cuando la procesión terminó se levantó un acta que es
declarada por la máxima autoridad local, el Presidente de la Audiencia, y “otros testigos calificados”, un proceso
registrado hasta la actualidad en el Archivo Arzobispal de Quito, agregó.
Según escribió el P. Vargas Ugarte en Historia
del Culto de María en Iberoamérica y de sus imágenes y santuarios más
celebrados, no todos los
presentes lograron ver la aparición, “quizá porque
no acertaron a distinguirlo o porque no les fue concedido verlos”. Mientras
que otro escritor, el P. Jaramillo, dijo que algunos observaron a los pies de
la Virgen “otro bulto formado así mismo de nube,
que semejaba a un sacerdote”.
Tras el suceso, el entonces “Obispo de Quito
recobró inopinadamente la salud”, y no solo autorizó el culto a Nuestra
Señora de la Nube, “sino que mandó erigir un altar”
en gratitud a la Madre de Dios y “para
conmemorar” su aparición. El Prelado, quien era muy devoto de la Virgen
María y del Rosario, falleció seis años después del suceso, en mayo de 1702.
La devoción a la Virgen de la Nube trascendió fronteras y llegó a Lima
(Perú), donde la Priora del Monasterio de Madres Nazarenas, Madre Bárbara
Josefa de la Santísima Trinidad, incorporó un lienzo de esta advocación mariana
en las andas del Señor de los Milagros. El propósito era rendir homenaje a la fundadora
del Instituto Nazareno, la Sierva de Dios Madre Antonia Lucía del Espíritu
Santo, quien nació en Guayaquil (Ecuador).
La devoción del también llamado “Señor de
los Temblores” se originó en el siglo XVII, cuando un fuerte terremoto
sacudió Lima y todo se desplomó excepto el muro donde estaba pintada una imagen
de Cristo Crucificado. Esta es una de las devociones cristianas más veneradas
en el Perú, que reúne cada año a cientos de miles de fieles, que salen en
procesión en octubre.
En 1746 ocurrió un fuerte terremoto y maremoto en Lima y Callao que
destruyó todo a su paso, dejando 200 sobrevivientes de una población de entre
siete u ocho mil personas. Tras el siniestro, la población sacó en procesión
por cinco días al Señor de los Milagros, que por primera vez tenía al reverso
la imagen de la Virgen de la Nube. Desde entonces la devoción mariana creció en
el país.
POR CYNTHIA PÉREZ
| ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario