La familia es ese lugar querido por Dios para cada persona, donde pueda desarrollarse en un ambiente de amor, de aceptación, cariño y confianza.
Por: Francisco de Paula Cardona Lira | Fuente:
Catholic.net
Dios ha creado al hombre a su imagen y
semejanza: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo
al amor.
Y, el hombre al amar responsablemente, establece un compromiso de amor al
casarse. Los nuevos esposos se comprometen a ayudarse mutuamente, a buscar el
bien de los dos, y a procrear y educar a los hijos.
Este es el origen de la familia. Esa comunidad de amor, formada libremente por
el consentimiento de los esposos, donde todos sus integrantes crecerán como
personas, y se ayudarán entre todos a alcanzar su fin último, la salvación
eterna.
Recordemos, también, que Dios ha creado al hombre para que día a día crezca
como persona, sea mejor, se desarrolle. y, ¿cuál
será el mejor lugar para que el hombre desde que nace, crezca? ¿Cuál será ese
gimnasio donde se ejercite naturalmente como persona? ¿Acaso no es la familia? Sí.
Indudablemente, la familia es ese lugar querido por Dios para cada persona,
donde pueda desarrollarse en un ambiente de amor, de aceptación, cariño y
confianza. Será ese lugar donde aprenda a amar a los demás, a compartir, a
conocer a Dios.
Ya en la naturaleza vemos cómo los animales cuidan a sus cachorros, los
protegen, los alimentan: los leones, durante los
dos primeros años de vida requieren a sus padres para subsistir. Poco a
poco, la leona los va enseñando a cazar, a cuidarse de sus enemigos. Así,
llegado el día, el cachorro, convertido en león, podrá vivir por sí mismo.
Si Dios ha dotado a los animales de una familia donde aprendan a vivir según su
especie, ¿no habrá dotado al hombre, a quien ha
creado a su imagen y semejanza por amor, de un lugar donde aprenda a vivir como
persona, a vivir de acuerdo a su fin último? Ese lugar es la familia,
comunidad de amor donde el hombre crece y aprende a vivir como hijo de Dios.
Así pues, la familia se origina cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio
y se complementa y crece, al llegar los hijos. Cuando éstos nacen, se inicia la
gran responsabilidad de los papás para educarlos como personas que han de
crecer, tanto físicamente, como humanamente. Sí, los hijos nacen necesitados de
todo. Los papás, poco a poco, se irán esforzando para que sus hijos tengan todo
lo necesario: alimentación, casa, vestido, estudios, recreación. Pero, sobre
todo, les proporcionarán su amor y cariño para que ellos crezcan día a día y
sean mejores personas. Se esforzarán para que aprendan a ser responsables,
colaboradores, generosos, honestos, laboriosos, honrados, fieles, amigables,
ordenados, a tomar buenas decisiones, a hacer buen uso de su libertad,...
Cuidarán, además que ellos se acerquen a Dios, que se preocupen desde pequeños
en amar al Señor, a vivir como sus hijos, que deseen alcanzar su salvación
eterna.
Dios nos ha dado a la familia como la mejor escuela de crecimiento como
personas. En su Providencia Divina nos la ha dado. Ha querido a la familia como
ese lugar donde todos sus miembros se ejerciten y robustezcan como personas.
Pues Él ama a cada persona y busca para cada uno lo mejor. ¡Qué gran responsabilidad tienen los padres de familia
con sus hijos!. ¡Qué gran responsabilidad tienen los esposos con ellos mismos!.
¿Qué serán los miembros de la familia en el futuro? Serán
lo que con cariño y amor hayan crecido.
Podemos tomar como ejemplo, la Sagrada Familia: San
José, la Santísima Virgen María y Jesús. Como hombre, ésta fue la
familia donde creció Jesús. Ahí aprendió y se formó.
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