Resulta llamativo la proporción tan grande de personas muy religiosas que sienten como ilegítimo el sistema democrático en el que viven. El sistema es democrático se aprueben leyes contra la moral o no. No se corrompe por aprobar leyes tales como el aborto, la eutanasia o las leyes de violencia de género para personas que vivan en pareja. El mismo sistema es legítimo y racional en sí mismo, se use bien o se use mal. De hecho, cabría la posibilidad (y se ha dado) de un sistema constitucional de una nación concreta que fuera autocrático y que, al mismo tiempo, fuera perfecto respecto a la moral católica.
Es cierto
que las democracias admiten grados en su realidad concreta de mantenimiento de la
libertad. Cualquier democracia puede aumentar en la libertad que
ofrece a sus ciudadanos.
Es cierto
que la existencia de partidos es fruto de la libertad de las personas; y, por
tanto, un derecho. Los ciudadanos tienen derecho a poderse asociar. Pero
también es cierto que los partidos pueden convertirse en estructuras que
busquen sus propios intereses contra el bien común.
También es
cierto que la democracia no debe ser considerada más allá de lo que es: un
medio pacífico para evitar dictaduras. Lamentablemente es eso y poco más que
eso en la mayoría de los casos. Por supuesto que podemos imaginar democracias
ideales y algún país seguro que se acerca a ese óptimo de convivencia social que busca, ante
todo, el bien común.
Por supuesto
que esa sensación de democracia secuestrada, de
insatisfacción con el sistema, debería
ser analizada por la cúspide los gobernantes de muchos países para tratar de
buscar una solución no partidista. Basados en ideales no egoístas los
gobernantes sensatos lo harían, por el bien de la nación. Pero lo cierto es que
este es un problema que se deja de lado por su complicada solución. “Mis colegas no me van a apoyar. Cada uno va a mirar sus
intereses”. El resultado es que el problema se deja fermentar y, antes o
después, puede
acabar explotando en forma de partido antisistema que busque una
ruptura populista.
Si el grado
de insatisfacción, de alejamiento respecto al sistema parlamentario, llega a
alcanzar a una masa demasiado numerosa del electorado, los resultados son
previsibles. Lo que no se reforme de un modo racional, sin prisas, con
prudencia, acabará reformándose desde la ruptura populista.
...............................
Cambiando de tema, acabo de subir a mi canal un sermón sobre el infierno
que lo considero uno de los mejores sermones de todo este año, quizá el
mejor.
https://www.youtube.com/watch?v=Z3RB3osXbWA
Media hora analizando solo el tema de la condenación eterna.
P. FORTEA
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