No hay mayor desgracia para una personalidad creyente que presiente que Dios es la suprema presencia y el supremo valor, que encontrarse, por el acoso inmediato de lo material, ante el riesgo que Dios termine convirtiéndose en el Gran Ausente.
¡Feliz el hombre que vive la alegría serena de saberse a cubierto
ante las dificultades de la vida, porque gusta la sabrosa experiencia de que
Dios es su Cobertizo!
«Dios, para mí, estaba siempre presente, lo tenía ahí a mi lado.
Dios me ayudaba casi milagrosamente a resolver mi problema inmediato. Siempre
he creído que Dios no nos abandona»
(Eva Jardiel Poncel)
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