El descubrimiento del Dios del perdón provocó en Francois Mauriac una auténtica revolución interior llena de confianza en la misericordia divina:
«Si algo he percibido con claridad es que el amor es infinitamente
libre y misericordioso. Frente a las tarifas de pecados fijadas con
minuciosidad farisaica, resuenan en mi interior las cinco palabras que en el
evangelio bastan para barrer todas las miserias y todas las vergüenzas de una
pobre vida: “Tus pecados te son perdonados”»
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