Más allá de los hechos externos y más cerca de los movimientos del alma, Dios siempre está a nuestro alcance.
Por: P. Fernando Pascual, L.C. | Fuente:
Catholic.net
En la vida hay momentos de
paz y momentos de turbulencia, momentos de triunfo y momentos de fracaso.
Dentro del alma, o a
nuestro alrededor, se suceden hechos que permiten vivir con serenidad o que
inquietan profundamente.
Más allá de los hechos
externos y más cerca de los movimientos del alma, Dios siempre está a nuestro
alcance.
Lo podemos encontrar en el
recuerdo de tantos beneficios, empezando por el don maravilloso que fue el
inicio de nuestra existencia humana.
Lo vislumbramos en miles de
señales del cielo, con sus distancias inmensas, y de la tierra, con su riqueza
de vida y de armonías.
Lo tocamos en tantas y
tantas personas buenas que nos tienden la mano, que nos escuchan, que nos
comprenden, incluso que nos apoyan tras un pecado.
Lo escuchamos en ese Evangelio
siempre fresco y siempre vivo que habla a cada generación humana y que susurra
consuelo para nuestros corazones.
Tenemos a Dios siempre
cercano y disponible. Basta con abrir los ojos interiores para encontrarlo y
sentir que ofrece misericordia, esperanza, amor.
Lo que más necesitamos,
como seres humanos, en una ayuda incondicional, bella, justa, buena. Esa es la
ayuda que nos ofrece el Padre en su Hijo.
Jesús, Hijo de Dios e Hijo
de María, Hermano universal y Salvador del mundo, vino al mundo y sigue presente
entre nosotros.
Los problemas, seguramente,
siguen ahí. Pero el modo de afrontar todo lo que pasa en nuestras vidas es
completamente diverso cuando acogemos la presencia humilde y fuerte de un Dios
siempre a nuestro alcance.
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