La paz nos espera en el servicio del Dios que nos hizo.
Por: Sam Guzman | Fuente: Capsulas de Verdad
Muchas mentes consideran nuestro mundo moderno
como desesperanzado. Es, de hecho, como si fuera un eterno y horrible Viernes
Santo, donde todo lo divino parece haber sido derrotado. Nunca antes el futuro
se sentía tan impredecible como hoy. La humanidad
parece estar en una especie de estado de viudez, en la que una desoladora
sensación lo hubiera borrado todo, como quien emprendió el viaje de la vida en
camaradería íntima con otra, y de repente se quedó sin ese compañero para
siempre.
Hay guerras y rumores de guerras. La economía es
un gran lío. El comunismo está robándoles las almas a los hombres y una falsa
educación les está robando su fe. Las vidas de las personas se han vuelto
blandas debido a la frivolidad, y están mal preparadas para los rigores de una
vida disciplinada. Las trivialidades abundan en los labios y los deseos no
realizados amargan los corazones. En todas partes hay confusión,
desesperanza y desesperación.
Y sin embargo, no es necesario que exista tanta
desesperanza y desesperación. El mundo era un lugar de desesperanza cuando
crucificó a su Salvador; Y sin embargo con todo su paganismo y nacionalismo
surgió la novedad y la frescura de la vida cristiana y la civilización. El
milagro de la Resurrección puede volver a suceder.
EL
MUNDO PUEDE RESURGIR NUEVAMENTE
El mundo puede levantarse una vez más tal como
lo hizo antes, al menos una docena de veces desde el advenimiento del
cristianismo. Pero no tengamos falsas ilusiones. No resurgirá a la paz y a la
felicidad solo a través de enmiendas económicas y políticas; solo resurgirá
mediante la regeneración espiritual de los corazones y de las almas de los
hombres.
La Resurrección de Nuestro
Señor no fue la continuación de una vieja vida, fue el comienzo de una nueva
vida. Fue la
lección de la Navidad otra vez, es decir, el mundo no será salvado mediante una
recuperación social, sino por el renacimiento, el renacimiento de la muerte por
el poder de la Divinidad en Cristo.
No debemos reconstruir nuestra vida antigua;
debemos elevarnos a una nueva vida. Debe haber una nueva energía introducida
desde afuera. Cristo resucitó de entre los muertos por el Poder de Dios. Es
inútil que intentemos elevarnos por cualquier otro poder. El Salvador
Resucitado ha dado esta vida y poder a su Cuerpo Místico, la Iglesia. Su verdad
viene a nosotros a través de su vicario; su vida viene a nosotros a través de
los sacramentos; su autoridad viene a nosotros a través del episcopado. Pero
aquí está la piedra de tropiezo del mundo. Se puede admitir
que por el poder de Dios, Cristo resucitó de la tumba, pero no se puede admitir
que el poder de Cristo Resucitado continúa más allá de la tumba. El mundo ve a la Iglesia en su
lado humano, compuesto por criaturas débiles y frágiles y, por lo tanto, son
cosas que deben ser ignoradas. Cometen el mismo error que María Magdalena hizo
la primera mañana de Pascua. Ella confundió al Salvador Resucitado con el
jardinero; es decir, lo tomó como una cosa humana.
LA
SOLUCIÓN ES DIVINA
El mundo también ve a Cristo resucitado en su
Cuerpo Místico, la Iglesia, pero lo toma como el jardinero, algo humano y no
divino. Su divinidad está allí, como lo estaba en el Jardín de la primera
pascua y solo esa misma divinidad puede dar esperanza a un mundo sin esperanza.
Podemos alcanzar nuestra paz no si buscamos lo político y lo económico, sino la
nueva vida del Reino de Dios. Pues tal es el mensaje del día de Pascua, la
resurrección de los muertos, y el triunfo de los derrotados, el hallazgo de los
perdidos; la primavera de la tierra, el despertar de la vida, la trompeta de la
resurrección que sopla sobre la tierra de los vivos.
Para todas las almas, el mensaje de Pascua
resuena diciendo que no hay razón para la desesperación. La Resurrección fue
anunciada a Magdalena, un alma una vez como la nuestra. La paz nos espera
en el servicio del Dios que nos hizo. No
importa cuán desesperadas las cosas parecen estar, todavía hay esperanza,
porque Cristo es la Resurrección y la Vida. El que puede hacer copos de nieve
con gotas sucias de agua, diamantes de carbón y santos de una Magdalena,
también puede hacernos victoriosos si lo confesamos en su vida terrenal y
mística como Cristo, el Hijo del Dios Viviente.
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