lunes, 8 de noviembre de 2021

“LA EXPEDICIÓN LIBERTADORA EN HUACHO”

En la tarde del 28 de marzo de 1819, ancló en la bahía de Huacho parte de la expedición naval al mando de lord Cochrane. Dicha expedición estaba formada por los buques: “O’Higgins”, “Galvarino”, “Bueyrredón”, “San Martín”, “Chacabuco” y “Lautaro”, como segundo jefe venía al vice- almirante Manuel Blanco Encalada, en pos de agua y víveres. Asesorado y guiado por el patriota huaurino Remigio Silva, desde la Isla de San Lorenzo. Remigio Silva viajó de Huacho a esa isla en una ballenera, para ponerse en contacto con Cochrane; le sugirió seguir viajando a Huacho y Supe “donde hallaría desde gallinas hasta licores, sin riesgo alguno”. Cochrane apunta al respecto: “No habiendo más que demostraciones e inútiles las tentativas que habíamos hecho y hallándose los buques faltos de agua y de provisiones nos vimos en la necesidad de ir a Huacho, dejando al Chacabuco para observar el enemigo”.

En los días 29 y 30, la mayoría del pueblo huachano acudió a la playa a darles la bienvenida, a proporcionales recursos vitales y a colaborar en las faenas necesarias de "la aguada" (o sea el desembarque), inclusive informes acerca del movimiento de las fuerzas realistas y de los lugares estratégicos.

La presencia de estos buques de guerra en Huacho, fue coreada por las poblaciones vecinas y muy prestos se hicieron allí muchos patriotas. Empero, el día 31, las autoridades españolas tomaron duras represalias contra los que estaban auxiliando a las fuerzas independientes. En vista de esta actitud represiva de parte del citado comandante realista, Cochrane ordenó desembarcar más de 400 hombres al mando del Capitán Forster en persecución a las fuerzas españolas.

Sobre este hecho, veamos lo que dice el propio almirante al gobierno de Chile: “Y fondeados los buques a menos de tiro de cañón de la playa, mandé a tierra los lanchones con dos pipas, y una partida de tropa de nuestra gente como de la del país. No puede menos que llenar de regocijo al saber que está, agolpándose a las orillas al recibir a los nuestros con la mayor cordialidad, les ayudaba a desembarcar con tales demostraciones que excitaban al asombro no menos que la gratitud”. Y sigue Cochrane haciendo alusión: “Se comenzó a hacer la aguada a entera satisfacción. Así fue que todo el día 30 apareció y hubo en la playa un grande y nuevo mercado, en que la abundancia, la armonía y fraternidad, se disputaban la admiración de todos”. Amaneció el 31 y la marinería seguía haciendo su aguada, cuando se notó que ningún habitante se atrevía a acercarse al mismo lugar. Esta novedad llamó la atención. Con el mayor disgusto fui informado que no sólo habían detenido a los habitantes que venían a vender o regalar a sus hermanos, sino que habían sido arrestados. El comandante de armas Salinas, mandó fusilar a dos de las personas más influyentes que nos habían auxiliado. Sin perder instantes ordenó que una división de 400 hombres al mando del comandante Forster marchase sobre la población de Huaura donde el comandante general tenía reunidos sobre 400 milicianos.

Las fuerzas realistas al mando del comandante Salinas, después de abandonar Huacho ante el avance de los expedicionarios, se retiraron a Huaura. Forster destacó una partida de marinos al mando del capitán Mora para evitar que los realistas destruyan el puente que da acceso a dicha villa. Los españoles se retiraron hacia el centro de la plaza, después de haber malogrado el puente, en parte. Con la llegada de los cuatro cañones y los disparos hechos por la avanzada patriota: “El enemigo se retiró en todas las direcciones perseguidos por Guise con soldados de marina montada”.

Los patriotas huachanos contribuyeron con la toma de Huaura pues, ellos guiaron y ayudaron a conducir los cañones de los expedicionarios. Igual actitud patriota tomó la población de Huaura, adhiriéndose a la causa de la liberación, proporcionando los recursos necesarios a los independientes del sur. Las -campanas de la libertad- no cesaban de tañir en Huacho y Huaura. Sus habitantes, pletóricos de gozo se felicitaban de exteriorizar su franca voluntad de separarse de la denominación española. Luego se pasearon a bordo de los buques de vela, henchidos de alegría ante los inicios de la brega por la Independencia nacional.

Informado el virrey don Joaquín de la Pezuela de estos acontecimientos en la madrugada del 1 de abril (en la misma fecha con que se recibía como refuerzo al “Galvarino” y “Pueyrredón”), destacó de inmediato 500 hombres de infantería y 200 de caballería al mando del teniente coronel Rafael Cevallos Escalera. Como segundo jefe designó a Andrés García Camba: “Para repeler a los invasores y proteger a los pueblos invadidos”, -con orden expresa de aprender y juzgar a los vecinos enemigos del rey que en los pueblos citados hubiesen auxiliado a los invasores-. Llegaron a Huacho el 6 de abril pero no hallaron ni un expedicionario en tierra, pues los buques ya se habían dirigido, unos a la villa de Supe y otros a continuar el bloqueo del Callao.

Cevallos de inmediato tomó las disposiciones para sancionar drásticamente a los gallardos pobladores de Huacho que habían auxiliado a los independientes. El virrey de la Pezuela, dice en sus memorias: "Formé tres procesos en Huacho: (el primero) a los indios por indiferentes, segundo por haber auxiliado y vendido víveres a los enemigos que estuvieron abordo, con la desvergüenza más extraordinaria, resultado del proceso, fueron los siguientes a ser pasados a armas, se ejecutó a cuatro de aquellos, perdonados de la vida los otros y la mujer; fueron sentenciados a presidio. Posteriormente los cuatro indios fueron destinados a servicio de la marina española.

Willian Bennet Stevenson, en sus memorias, refiere: “Cuando la escuadra se alejó, cinco indios jóvenes fueron aprehendidos, juzgados en el Consejo de guerra, aunque no habían pertenecido jamás al ejército, condenados a muertes y fusilados contra la ley del país, sin que se pudiesen dar otras razones a Manco Yupanqui, su protector general residente en Lima, que las necesidades ineludibles de hacer un castigo ejemplar para acatamientos de todos y desviarlos de cualquier género de relaciones con los insurgentes. Esta vez 4, 5 o más huachanos, ofrendaron sus vidas al altar de la Patria libre.”

Al grito de ¡Viva la libertad! ¡Viva la patria! los valientes pobladores de la villa de Supe proclamaron la Independencia el memorable 5 de abril 1819. El historiador Ricardo Mariátegui Oliva anota: “Después de reducir a la prisión a las autoridades realistas alcalde y gobernador, se congregaron en la plaza principal, reunidos en el cabildo abierto y se pronunciaron independientes”. Todo el pueblo supano en este histórico y transcendental pronunciamiento, declaró públicamente ser libres para siempre niños y ancianos, hombres y mujeres, mestizos, criollos y esclavos. Y tuvieron como: “mentores principales a los patricios Andrés de los Reyes y Buitrón, Francisco de Vidal y Laos, Cayetano Requena, Juan Franco, Manuel Villanueva, Juan Aranda, a quienes secundaron los patriotas Doroteo de los Santos, Juan Fonseca, Manuel Fonseca, Manuel José Núñez, Pedro Sayán, el Zambo Luis Risco.” Ilustres varones cuyos nombres quedaron indelebles en las páginas de la historia del Perú y, la fecha 5 de abril, como efemérides de gloria e independencia del primer pueblo de Perú que proclamó la Independencia: ¡Supe!

El mismo virrey de la Pezuela, corrobora este pronunciamiento en sus interesantes memorias al decir: “Los vecinos de Supe se juntaron en cabildos el 5 de abril reclamando la patria y ofreciendo sus esfuerzos a favor de ella”. En otras líneas menciona: “Que la conducta de los habitantes de Supe fue peor que la de Huacho, pues no solo recibieron a los enemigos, sino que se juntaron en cabildos para reconocerlos y auxiliarlos, y que tomaron partido con ellos, el capellán de Huaura y otros”.

Con sus palabras el virrey refiere: “Formé tres procesos al segundo” por la indiferencia cometida en el pueblo de Supe donde recibieron a los enemigos con la mayor demostración de amistad, tuvieron cabildo abierto donde juraron las banderas de ellos y su causa de independencia de una manera escandalosa, que excepto uno que otro vecino huyó casi todos los restantes abandonaron la causa del rey prestándoles toda clase de auxilios y permitiendo que robasen la hacienda que llaman de los padres, así como lo ejecuten en Huaura con la de Salazar, resultando los principales delincuentes los siguientes sentenciados a ser pasados por las armas -todos estos huyeron y se embarcaron con los enemigos don Andrés Reyna, oficial alférez; don Cayetano Requena, capitán; don Juan Franco; don Luis el Inglés, don Doroteo de los Santos, Juan Fonseca, alférez don Manuel Fonseca (este se prendió), don Manuel Villanueva, el Zambo Luis Risco-.

Queda pues, documentalmente confirmado que el heroico pueblo de Supe fue el primero en el Perú, en proclamar su independencia. La villa de Supe dio ejemplo de civismo, en una época en que imperaban duros represalias contra los que pedían liberación de la opresión española. Supe se adelanta a Ica, Lambayeque y Trujillo. Los próceres de la patria fueron, pues, sentenciados a muerte por el delito de proclamarse libres, declarados como contumaces, se les condenó a muerte, se dio orden a las autoridades para que se aprehendiera a todos y a cada uno de ellos, y se ejecutará la sentencia inmediatamente después de realizada la captura.

La acción de los patriotas peruanos, en particular la de: Francisco Vidal, Andrés de los Reyes, Cayetano Requena, Juan Franco, Aranda, Villanueva y otros no ha sido todavía aquilatada en toda su dimensión y transcendencia a favor de la Emancipación.

Las semillas de la libertad esparcidas por los precursores y mártires, hijos de la provincia de Chancay estaban dando sus triunfos, la voluntad de la independencia había madurado, pues la gran familia peruana llega al convencimiento de gobernarse a sí mismo y a tener una vida mejor. Y como dice el distinguido maestro e historiador don José de la Puente Candamo: “Había llegado la hora decisiva de la comunidad peruana”. Y en base a este momento histórico, los pueblos de nuestra costa, sierra y selva expresaron ante la faz de la América sus sentimientos patrios al punto que la primera autoridad del virreinato, se manifiesta en términos hirientes, al saber el fervor emancipatorio que imperaba en estos lares: “Si hubiese escudriñado la conducta de los vecinos y habitantes de Huaura, Huacho, Supe, Barranca, no debería haber quedado sino uno que otro sin castigo, especialmente de los tres últimos pueblos que han manifestado su maldad en el más alto grado, basta descubrir que han abrigado allí prisioneros prófugos de casas malas y entre ellos el infame capitán José Bernales, que estuvo oculto varios meses en Huacho y por aquellos pueblos”.

Lord Cochrane, acuerda regresar a Valparaíso. Llega a dicho lugar el 16 de junio de 1819. Varios patriotas se embarcaron en dicha expedición con rumbo a Chile, para ponerse de acuerdo con el general San Martín sobre la Independencia del Perú, entre ellos: Andrés de los Reyes, Francisco Vidal, José María Pagador, Cayetano Requena, quien regresa en 1820 como capellán general del Ejército libertador y llegó a ser diputado por la costa en 1822, Juan Franco y Pedro Sayán.

Por su parte, el benemérito Remigio Silva, dice: “Ocho o diez buques mercantes repletos de todo partió hacia Valparaíso por valor de 500,000 pesos.” Este patriota se quedó en Huacho para seguir cumpliendo su misión. Envió 30 comunicaciones al libertador San Martín. Y al verse perseguido por las fuerzas del virrey Pezuela ingresó al convento de los descalzos. Sirvió pues en esta actividad desde el principio de 1817 hasta fines de 1820, gastando más de 18,000 pesos de su peculio en pro de la emancipación de América. Viajó más tarde a Chile y retornó después al Perú con el grado de sargento mayor.

El buque que conducía a los patriotas peruanos era el mercante francés “La Gazelle”, capturado por lord Cochrane, en el que se había cargado azúcar en San Nicolás. Boules, su perverso capitán, grosero y codicioso, vio que Andrés de los Reyes embarcó gran cantidad de dinero y pequeñas sumas los otros. Por robarles los llevó a la isla de San Juan Fernández, frente a las costas de Chile, donde los abandonó, sin más ropa que la de su cuerpo y un poco de galletas. Fueron salvados por un buque ballenero italiano que los condujo a Valparaíso, luego pasaron a Santiago, donde se hospedaron en la casa del patriota chileno Joaquín Prieto.

La llegada de los mencionados patriotas peruanos a Chile que se habían incorporado en la expedición naval, para seguir bregando por la independencia de los pueblos latinoamericanos, produjo, sin lugar a dudas, gran satisfacción y transcendencia, por ello el patriota don Bernardo O’Higgins menciona lo siguiente: “El supremo gobierno de Chile que no puede mirar con indiferencia la suerte de los que se han expuesto a tomar la ira de los peruanos por prestar sus servicios a la causa americana, deseoso de dar a nombre de la patria una prueba de su gratitud y estimación a los individuos que se refugiaron a bordo de la escuadra nacional para ponerse a cubierto de los furores del virrey de quien hubieran sido víctimas por su patriotismo, ha venido en darles los destinos siguientes:

Don Cayetano Requena, ha sido nombrado canónico de la santa iglesia catedral de la Concepción y primer capellán de la armada.

Don Andrés de los Reyes, capitán de la caballería de línea.

Don Juan Franco, teniente de la caballería de línea.

Don Benito Bonnet, secretario del almirante grado de capitán del ejército.

Don Francisco Vidal, subteniente, agregado al batallón de Infantería de la marina.

El Libertador San Martín, se hallaba en todos los preparativos de la expedición libertadora y necesitaba hacer llegar a los patriotas de la capital del Perú, urgentes e importantes comunicaciones para el éxito de su campaña. El elegido es “el diablillo" de las costas del Perú, Francisco Vidal, por su audacia extremada, por sus vinculaciones por los patriotas de la alta sociedad limeña, por su amor sin límites a la -causa de la independencia- y por las comisiones realizadas anteriormente de Supe a Lima.

Francisco Vidal, después de esparcir las dos sacras semillas de la libertad en la ciudad de Lima y al norte, fue noticiado por su amigo y compatriota Lucas Fonseca, de que el general San Martín ya se hallaba en la bahía de Ancón, el 30 de octubre de 1822. Y que el escuadrón de caballería que se encontraba en la villa de Supe, estaba reuniendo todos los caballos de esos valles para unirse al batallón Burgos que se encontraba en Huaura.

De inmediato Vidal salió de su escondite y desafiando al poderoso virrey trazó un plan de acción. Con la ayuda de los patriotas supanos, toma por asalto el cuartel de caballería realista, la noche del 7 de noviembre de 1820.

El coronel Otermín enterado de este suceso emprendió su retirada de Huaura, por el camino de Sayán, dando paso así sin querer, a la pequeña división patriota de 200 infantes que conducía gran cantidad de ganado vacuno, caballar, además mular que habían reunido en Chancay ya que por tierra, se dirigían a Supe a mando del mayor Andrés de los Reyes. Y, a su retaguardia un escuadrón a órdenes del capitán Federico Brandsen, que protegía el convoy.

Como es sabido el 13 de noviembre de 1820 el prócer Andrés de los Reyes y Buitrón desembarcó en Ancón por orden del libertador San Martín. Luego se dirigió a la villa de Chancay y la ocupó en la noche del 14. Con la ayuda del pariente Lorenzo Buitron y de los patriotas Julian Cáceres, Eugenio Iberico y Manuel Julián de la Sota, requisó caballos, mulas, reses y víveres para conducirlos a Supe y esperar la llegada del Ejército libertador.

El distinguido historiador militar Carlos Dellepiane, relata de la siguiente manera la acción de “Torre Blanca”: “Brandson atrajo a los realistas a los angostos callejones de la hacienda Torre Blanca y una vez que lo consiguió, anulando con este hecho la superioridad numérica que tenía e impidiéndoles desplegarse, cargó con vigor sobre el escuadrón que conducía Valdez. Producido el choque en estas ventajosas circunstancias para el capitán Brandson sus 40 jinetes lograron que el escuadrón de Valdez volteara caras y que el que venía en segundo escalón, atropellando por el primero y envuelto en su fuga se desordenara. Los patriotas persiguieron con ardor a los dos escuadrones y solo se detuvieron ante el fuego de la infantería realista, que organizo rápidamente García Camba detrás de unas tapias transversales al Callejón”.

En la madrugada del 9 de noviembre, Reyes al frente de su división arribó a Huacho. El mismo día pasó a Supe, al no hallar ninguna nave de la Expedición libertadora, con fecha 10 del expresado mes, dirigía una nota al general San Martín, en el que le comunicaba: “Tengo a la disposición de vuestra excelencia un número infinito de cabezas de ganado, 300 caballos de silla, 400 mulas aparejadas, y la división entera que vuestra excelencia me ha hecho el honor de confiarme animada del mejor espíritu y dispuesta a mayores sacrificios”. Más adelante menciona: “Vuestra excelencia no encontrara aquí ningún enemigo. Los habitantes vienen en multitud a ofrecer sus servicios a la patria y el pueblo de Supe ha dado este noble ejemplo, con arrestar a sus opresores en número de 30”.

El Ejército libertador llega a la bahía de Huacho el 10 de noviembre de 1820, el general San Martín recibe del mayor Reyes el parte correspondiente, esta acción influyó mucho sobre la moral de los enemigos y llenado de entusiasmo a los soldados patriotas. En la tarde del 10 desembarcaron los batallones 4 y 7 con 50 granaderos a caballo, y el 11 continuaron esta operación otros cuerpos del ejército con todos los caballos y mulas de carga que estaban a bordo.

El 12 el general San Martín mandó a Supe la División Reyes, acabó de desembarcar el ejército para que el teniente coronel Alva realice un reconocimiento militar de Huaura y Supe. El 14 mandó que se construyeran para su defensa tres reductos sobre las alturas que dominaban la bahía de Huacho y un muelle para comodidad del desembarco.

El general San Martín, dice: “A los seis días de mi llegada a Huacho los regimientos de granaderos y cazadores estaban a dos caballos por hombre; entonces dispuse que saliesen sobre Chancay 40 cazadores de mi escolta, que regresaron el 17 con la noticia de haber hecho un movimiento el enemigo a ocupar aquella posición con una fuerza de 2 a 3 mil hombres. Sin demora mandó que toda la infantería del ejército marcharse a Supe, a las órdenes del mayor general Las Heras, al Regimiento de granaderos a caballo a Huaura, debiendo permanecer en Huacho el de cazadores. Después de dar las órdenes convenientes, marcha a Huaura el 18 y el 19 a Supe.

Regresa el mismo día a Huacho y remite una carta el virrey, como es extensa menciono algunos párrafos: “Excelentísimo señor don Joaquín de la Pezuela. Cuartel General en Huacho, noviembre 19 de 1820. Muy señor mío y de mi aprecio. He sabido con el más profundo sentimiento; que algunos españoles sobre quienes la reflexión tiene poco ascendiente, y cuyas ideas aún no han participado del influjo de la cultura del siglo y de la moderación que caracteriza hoy los principios, que reglan la conducta de los que apelan al recurso de la guerra para transigir sus diferencias; han tomado el partido de exaltar las pasiones más feroces contra todo americano, proponiéndose hacer cómplice en sus designios a la misma autoridad, para proseguir de muerte a los que no ha cometido otra culpa que tener contra si la justa presunción de suspirar por la felicidad de su país. Yo aseguro a vos sin disimulo, que estoy muy distinto a creer, que vos o alguno de los jefes que dependen inmediatamente de ese gobierno, sean capaces de autorizar o tolerar la desolación de mis compatriotas; pero conozco hasta donde pueden llegar los esfuerzos de un odio inveterado y de un despecho injusto; y tengo serios motivos para temer que, en el curso de la presente guerra, algunos infelices se persigan como criminales, solo por ser americanos”.

El general San Martín, luego se encaminó a Supe y allí estableció su cuartel general hasta el 6 de diciembre de 1820. Desde este pueblo se desplaza a Huacho y Huaura, a dirigir las operaciones militares contra las fuerzas del virrey. El 7 de diciembre se traslada a Huaura donde establece su nueva sede operacional.

A los cuatro meses de su salida de Valparaíso, Vidal, en cumplimiento de su arriesgada misión, se hizo presente en Huacho ante don José de San Martín, a darle cuenta de su cometido en la capital. Así mismo, le hizo entrega de 400 caballos, prisioneros, armas, banderas españolas y bueyes, todos tomados en Supe, por él y 12 jóvenes supanos. El libertador que ya lo conocía, le estrechó la mano, complacido por la hazaña y le dijo: “Camarada, es usted el Primer soldado del Perú”; y confirmando sus palabras le entregó los despachos de capitán del Ejército nacional, el 13 de noviembre de 1820.

El general San Martín, vuelve nuevamente a Huacho y el 27 de noviembre se dirige a Huaura, en donde por primera vez, desde el hoy histórico Balcón proclama la Independencia del Perú, anunciando la buena nueva la Campana de la libertad.

Ese mismo día 27 de noviembre, un piquete de caballería a órdenes del teniente argentino Juan Pascual Pringles, se adelantó por la playa de Chancay, pero habiendo sabido Valdez por un indio que venía de Huacho la proximidad del enemigo, y suponiendo que mayor fuerza vendría detrás ordenó que el Numancia tomara posiciones de Chacayllo y él con el escuadrón mandado por García Camba, se adelantó para reconocer a los patriotas. Al divisarlos, ordenó que una compañía tomase a gran trote una pequeña quebrada para que se situaran a retaguardia y otra quedó oculta detrás de una loma, en espera de los patriotas. Cuando unos y otros se hallaban a corta distancia Valdez cargó por el frente en tanto lo hacía el capitán Fernández por la espalda. Cogidos entre dos fuegos, los patriotas hubieron de rendirse, aun cuando Pringles y unos pocos que le siguieron se echaron al mar en su desesperación y donde es hecho prisionero y muchos granaderos muertos. Este desafortunado encuentro motivó del generalísimo San Martín una Orden del día de elogio a la intrepidez de ese puñado de patriotas. Desgarrada la resistencia realista por la sabiduría militar y política de San Martín, por los trabajos incesantes en los valles aledaños a la capital y por la proclamación de la Independencia en los pueblos del norte, que dieron hombres, víveres, equipos, caballos y todos los elementos que forma considerable, no le quedó a los realistas otro camino que el desocupar Lima, cuya población les era cada vez más abiertamente hostil. Así San Martín y sus fuerzas ocuparon la capital, donde el 28 de julio de 1821 y a pedido del pueblo de Lima, proclamó la Independencia del Perú.

Tradición de Alberto Bisso Sánchez (inédito, 1990).

Alejandro Smith Bisso

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