En Roma, Italia, cerca del Vaticano, se encuentra el Museo de las Almas del Purgatorio donde hay unos 15 testimonios y objetos que probarían las “visitas” de estas almas a sus seres queridos para pedirles que recen por ellas.
El museo está dentro de la Iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio y fue creado en 1897 por el P. Víctor Jouët, un sacerdote francés misionero del Sagrado Corazón.
El
presbítero también fundó en Roma la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús
para el Sufragio de las Almas en el Purgatorio. Entre los años 1896 y 1914 la
asociación utilizó una capilla que estaba ubicada en el lugar de la iglesia
actual.
En 1897
la capilla se incendió y cuando el P. Jouët entró vio un rostro humano que
tenía una expresión de tristeza y melancolía. Este suceso lo impresionó y llegó
a la conclusión de que se trataba del alma de un difunto que quería contactarse
con los vivos.
Entonces
el sacerdote decidió crear un museo dedicado a objetos “tocados”
por las almas del purgatorio. Viajó por Italia y Europa buscando más de
ellos, algunos testimonios y donaciones para construir una nueva iglesia en el
lugar donde estaba la capilla, ya que recibió un mensaje en sueños con esta
petición.
Algunos
objetos que tiene el museo:
Uno de los objetos que consiguió es la huella de un dedo en la funda de
una almohada, cuando Sor María de San Luis de Gonzaga se le apareció una noche
después de su muerte en 1894 a Sor Margarita del Sagrado Corazón.
En el museo también está el libro de oración perteneciente de una mujer
llamada María Zaganti, donde hay huellas dactilares de su amiga Palmira
Rastelli.
Otro objeto es un libro de oraciones en aleman que perteneció a George
Schitz y tiene las huellas de su hermano Joseph. El difunto se apareció el 21
de diciembre de 1838 y le pidió que rezara en expiación de su falta de piedad
en vida.
También hay una copia de un billete de 10 liras italianas, que fue uno
de los 30 billetes que dejó un sacerdote fallecido en el Monasterio de San Leonardo
en Montefalco del 18 de agosto al 9 de noviembre de 1919.
En el museo también está una réplica del rostro que vio el P. Jouët en
el incendio de la capilla.
La
Iglesia enseña en el Catecismo que “los que mueren
en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque
están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una
purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría
del cielo”.
“La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos
que es completamente distinta del castigo de los condenados”, señala en el numeral 1031 del Catecismo.
Dios le
permitió a Santa Faustina Kowalska ver el purgatorio, el infierno y el cielo.
La santa escribió que las almas del purgatorio le manifestaron que su mayor
sufrimiento era sentirse abandonadas por Dios. Cuando salió de aquella prisión
de sufrimiento escuchó la voz del Señor que le dijo: “Mi
Misericordia no quiere esto, pero lo pide mi Justicia”.
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