Patty Knap, que es asesora en un centro de crisis de embarazo, compartió cuatro testimonios de personas que decidieron luchar por la vida gracias a los grupos que rezan frente a los centros de aborto de Planned Parenthood.
En un artículo
en National Catholic Register, Knap
indicó que es parte de un grupo que ora el Rosario y la Coronilla de la Divina
Misericordia frente a las clínicas de aborto en Long Island (Estados Unidos),
donde ha conocido varias historias de personas que agradecen la labor que
realizan.
“Hace unos dos años estábamos terminando el Rosario
cuando una mujer cruzó la calle con un joven a su lado”, relató.
Knap dijo que la mujer les agradeció por orar frente a estas clínicas, y
que relató que “hace diecisiete años llegué a un
lugar como este, planeando tener un aborto, y había un montón de personas
orando afuera ese día”.
“Los carteles eran tan hermosos. Recuerdo que uno
decía: ‘La vida es sagrada’. Me hizo pensar y decidí ir a casa y reflexionar.
Simplemente no pude seguir adelante con el aborto después de eso. Así que tuve
ese bebé, ¡y aquí está!”, dijo la mujer mientras presentaba
a su hijo de 17 años.
Knap indicó que ambos se quedaron a orar con el
grupo frente a la clínica.
Otra historia es la de un joven que se paró a orar con ellos, y que se
acercaba especialmente a los hombres que acompañaban a sus novias a los centros
de aborto.
“Ninguno de nosotros lo conocía, y un día le
preguntamos qué lo impulsó a unirse al grupo. Dan, de 30 años, compartió que
había presionado a una novia para que abortara a su hijo en la universidad.
Comenzó a beber demasiado y a actuar con ira, sin relacionar nada de eso con el
aborto”, remarcó Knap.
Muchos años después, cuando su hermana mayor compartió con la familia
las imágenes de la ecografía de su bebé, el joven pudo aceptar la vida de su
hijo abortado.
“Eso lo llevó a investigar los efectos del aborto
en los hombres y, finalmente, a asistir a un retiro de sanación para varones
después del aborto”, señaló Knap.
La escritora indicó que muchos jóvenes presionan para abortar a sus
hijos sin saber las consecuencias que eso trae, y señaló que Dan decidió “que lo mejor que podía hacer con su arrepentimiento era
tratar de llegar a alguno” de esos hombres que, como él, intentan llevar
a cabo un aborto.
“Fue entonces cuando comenzó a orar en Planned
Parenthood una o dos horas a la semana”, remarcó.
Knap dijo que los chicos que van con sus novias a las clínicas de aborto
escuchan a Dan de una manera totalmente distinta de como escucharían a una
mujer.
En su artículo también recordó la historia de una mujer que estaba en el
estacionamiento de una de las clínicas.
Relató que uno de los consejeros se acercó y le pidió que bajara la
ventana del auto para poder conversar. Le dijo que podían ayudarla en lo que
necesitara; pero la mujer empezó a llorar y dijo: “¡Es
demasiado tarde! Lo hice la semana pasada”.
“Le pedimos que se detuviera y uno de los
consejeros se ofreció a sentarse y hablar con ella. En un restaurante a unas
puertas de distancia, la angustiada mujer dijo que se había sentido abrumada
por un tercer embarazo y que el padre del bebé la estaba presionando para que
abortara. Regresaría a PP (Planned Parenthood) para una ‘visita de
seguimiento’, que hemos aprendido que generalmente significa que la mujer tome
anticonceptivos”, agregó.
Knap indicó que al preguntársele sobre su aborto, ella les comentó que
la clínica “nunca mencionó ninguno de los aspectos
negativos de tener un aborto, y le quitó la pantalla de ultrasonido para que no
pudiera ver a su propio bebé moverse”.
“Esta táctica es terriblemente hipócrita con el
mantra de la ‘elección’, con los ultrasonidos hechos solo con el propósito del
abortista de ver el tamaño del bebé y, por lo tanto, cuánto van a cobrar. La
mujer habló sobre su arrepentimiento porque ahora su hijo de tres años no
tendría un hermano”, relató.
Knap dijo que la mujer aceptó hablar con un sacerdote que tiene
experiencia en acompañar a personas que sufren el trauma postaborto.
Finalmente, narró la historia de un hombre mayor que pasaba cerca de la
clínica donde ella estaba orando.
“Es algo muy bueno que estén aquí. Mi hija fue casi
otra de las víctimas” de la clínica, indicó el hombre.
El señor explicó que hace 25 años su hija quedó embarazada, pero el
hombre con el que vivía no quería que ella tuviera el bebé.
La joven intentó que su pareja viera las imágenes de los ultrasonidos
para que cambiara de decisión, pero él señalaba que no estaba en sus planes
tener un hijo, porque iba en contra de sus sueños de “convertirse
en chef en un restaurante de primer nivel y viajar por el mundo”.
“La hija de este hombre estaba desconsolada porque
había asumido que se casarían. Ahora tenía que elegir entre él y su hijo”, lamentó Knap.
El señor resaltó que su hija “sabía que
estaba mal terminar con la vida de un niño, y siguió adelante y tuvo ese bebé
que ahora tiene 25 años y es una alegría total para todos en la familia”.
Dijo que el padre nunca ha buscado a su hijo; pero afirmó que aunque la “traición ha sido dolorosa”, su hija “nunca se arrepintió de haber tenido a su hijo”.
Redacción ACI Prensa
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