¿Cómo van a creer los fieles en el purgatorio, si los pastores no creen en él? El Papa, hoy, al visitar el cementerio militar francés de Roma, ante la tumba de soldados muertos en combate, ha afirmado:
“Estoy
seguro de que todos ellos están con el Señor. Pero nosotros,
¿estamos en camino? ¿Luchamos lo suficiente para que no haya guerras?”
Si el mismo Papa, ¡en el día de los Fieles Difuntos!, afirma de un gran grupo de difuntos a los que no
conoce de nada, que está “seguro” de que
están ya en el cielo, ¿cómo van a creer los fieles
en el purgatorio? ¿O en el infierno? Y no es un problema del Papa en
particular. No hace mucho, hablamos de un obispo que daba a entender lo mismo.
En toda mi vida, puedo contar con los dedos de una mano las veces en que he
oído mencionar el purgatorio en una homilía. Y me sobran dedos. En cambio, en
multitud de ocasiones he oído a sacerdotes dar por supuesto que los difuntos
están todos en el cielo.
Algo similar, mutatis mutandis, podríamos decir de otras muchas partes de la fe y la moral de la Iglesia que no están de moda, desde la indisolubilidad
del matrimonio a la existencia de los ángeles, desde la inmoralidad de los
anticonceptivos al descenso a los infiernos, la resurrección de la carne, el
juicio particular o incluso la misma existencia de Dios. O bien se niegan
directamente o bien, y esto es casi peor, se da por supuesto que ya nadie
cree en ellas, que son cosas de
otra época o que se pueden conservar en el plano teórico pero en la práctica
hay que vivir prescindiendo de ellas.
La
crisis de la Iglesia tiene muchas causas, pero la incredulidad de los clérigos
es fundamental y, de hecho, fue el desencadenante de la crisis en la época
posconciliar. ¿Cómo pueden creer los fieles,
viendo que tienen a su alrededor sacerdotes, obispos y religiosos que claramente
no creen, porque así lo muestran en todo lo que hacen y dicen? Muchos
fieles han sacado la conclusión humanamente más lógica y han ido dejando de
creer. A fin de cuentas, si los “expertos” no
creen, por algo será, no hay que ser más papistas que el papa y todo eso.
En cambio, los que conservan la fe lo hacen de forma extraordinaria,
agarrándose contra viento y marea a lo que les enseñaron de niños, refugiándose
en grupos físicos o virtuales empeñados en mantener la fe católica, o buscando
entre la multitud, como Diógenes, a algún sacerdote u obispo que crean de
verdad y les confirmen en la fe, prescindiendo de lo que piensen otros clérigos
incrédulos. Digo que es de forma extraordinaria porque esta situación no se
puede mantener mucho tiempo. Los fieles tenemos derecho a poder fiarnos
de la Iglesia, sin tener que estar distinguiendo si lo que dice este
cura o aquel obispo es conforme a la fe católica o no. ¿Qué padre de entre vosotros, si su hijo le pide pan, le
dará una piedra?
Antes o después, Dios tomará cartas en el asunto y nos dará la medicina que necesitamos. Y, como suele suceder con las medicinas, no será
agradable. Quizá sea una guerra o una persecución grande, que históricamente
han clarificado mucho las cosas (porque nadie va voluntariamente a la muerte
por cosas en las que en realidad no cree). O quizá todavía pueda sanarse el
árbol sin una poda tan fuerte y surja una generación de santos que renueve la
Iglesia. Dios sabrá. Mientras tanto, recemos por el Papa, los obispos y
sacerdotes, recemos por nuestra propia conversión y, hoy más que nunca, recemos
por los fieles difuntos.
Dales, Señor, el
descanso eterno y brille para ellos la luz perpetua.
Bruno M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario