El Arzobispo de Piura y Tumbes (Perú), Mons. José Antonio Eguren, alentó a los fieles a vivir una triple expectativa, sustentadas en la oración, para así derrotar 3 tentaciones del mundo que alejan a los católicos del verdadero sentido del Adviento, el tiempo de preparación para la Navidad.
En su homilía del 28 de
noviembre, el Arzobispo explicó que “el tiempo de
Adviento nos pone en actitud de expectativa frente a un bien eterno que
anhelamos los cristianos: la venida de Cristo”.
En Adviento, que comenzó el domingo, se da “una
triple expectativa: en primer lugar, una expectativa por celebrar la Navidad, y
con ello conmemorar en la fe y en la liturgia la primera venida del Señor en el
misterio de su Encarnación-Nacimiento”.
En segundo lugar, continuó Mons. Eguren, “atención y vigilancia para acoger constantemente al
Señor, porque Él ‘está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo’”.
El Señor Jesús “viene a nuestras vidas continuamente de múltiples
maneras, pero sobre todo en el misterio de la Eucaristía, donde su presencia es
real por antonomasia, porque es sustancial, ya que por el misterio eucarístico
se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro en las especies
eucarísticas”.
Y finalmente, en tercer lugar, “la
expectación frente a la que será la última y definitiva venida del Señor al
final de los tiempos”.
El Arzobispo destacó que en el
Evangelio del primer domingo de Adviento, “Jesús
enumera tres cosas que nos pueden distraer de la vigilante espera que debemos
tener ante su inminente regreso, haciéndonos pesado el corazón, es decir,
haciéndolo insensible a su amorosa venida. Estas son: el libertinaje, la
embriaguez y las preocupaciones de la vida”.
El Prelado peruano señaló que “quien vive en el libertinaje, es decir en la disolución
de las costumbres y en la promiscuidad sexual, quien vive enajenado por el
alcohol o la droga, y quien vive preocupado solo por codiciar y obtener más y
más bienes perecederos, seducido por el individualismo consumista de los negocios
de este mundo, ese está sin lugar a dudas distraído, no vive en la espera del
Señor, tiene pesado el corazón para las cosas de Dios, y no se preocupa por su
salvación eterna”.
En ese sentido, continuó Mons.
Eguren, “debemos estar en todo momento en vela,
siempre atentos y vigilantes, es decir limpios de pecado, con el corazón
convertido y en gracia de Dios, y rebosantes de obras de caridad y
misericordia, las cuales serán las que finalmente nos abrirán las puertas del
Cielo”.
Para poder superar las
distracciones y centrarse en el verdadero sentido del Adviento, está “la oración, que es la actitud propia del Adviento. Si
bien el Adviento es también un tiempo de penitencia y de sobriedad en el uso de
los bienes de este mundo, de ahí el morado de sus vestiduras es, sobre todo, un
tiempo de oración en el que constantemente debemos rezar diciendo: ‘¡Ven, Señor
Jesús!’”.
“La oración
continua y permanente es la mejor disposición espiritual que un discípulo de
Jesús puede tener ante el misterio de la venida de su Señor, porque la oración
es apertura, es búsqueda, es en definitiva salir al encuentro de Cristo, que
viene”.
El Arzobispo precisó que “las ocupaciones más diversas, pueden y deben convertirse
en ocasiones de orar, de encontrarse con Dios, de adorarle, servirle y amarle”.
“El Adviento nos
invita a un esfuerzo de vigilancia, mirando más allá de nosotros mismos,
alargando la mente y el corazón para abrirnos al amor de Dios y a las necesidades
de los hermanos, y al anhelo de un mundo nuevo, más justo y reconciliado”.
Para concluir, Mons. Eguren hizo
votos para que “la Virgen María, que nos trae a
Jesús, la mujer de la espera y la oración, de la apertura y el amor hecha
entrega generosa, nos ayude a fortalecer nuestra esperanza en las promesas de
su Hijo Jesús, para que experimentemos que, a través de las pruebas de la
historia, Dios permanece fiel y que nunca nos abandona y viene hacia nosotros”.
POR
WALTER SÁNCHEZ
SILVA | ACI Prensa
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