La palabra cáncer dispara las alarmas, el apoyo de familia y amigos, en conjunto con la Fe, transforman la enfermedad.
Por: Redacción | Fuente: Revista Misión
La palabra cáncer dispara
las alarmas.
Sin embargo, en paralelo a la vía médica, la aceptación y la
fortaleza sostenidas en Dios, unidas al apoyo de familiares y amigos, pueden
transformar la enfermedad en una lección de vida.
Cristina, con 40 años, fue diagnosticada de un
agresivo cáncer de colon con metástasis en el hígado. Recibió la noticia al
poco de nacer su segunda hija, así que la alegría por el nacimiento se fundió
con el mazazo del diagnóstico. “Antes de quedarme
embarazada –explica– me detectaron una
anemia muy fuerte, pero apenas me dio tiempo a hacerme pruebas cuando me enteré
del embarazo. Según avanzaba la gestación, el malestar era mayor”. Tras
dar a luz se sintió tan débil “que cada día pensaba: ‘literalmente, hoy me muero’”, cuenta. Un chequeo para saber qué le sucedía
reveló la enfermedad.
EL
MEJOR ALIADO
Al cansancio por la enfermedad y al miedo tras el diagnóstico
se sumó la impotencia de no poder ocuparse de su recién nacida. En medio de este difícil proceso, recibió la mejor ayuda antes de su
primera operación. “La tía de mi marido –relata– me trajo un sacerdote al hospital, que
me dio la Unción de los Enfermos. Después de recibir el sacramento, sentí una
paz muy grande, justo antes de entrar en quirófano”. Tras la
intervención empezó a recibir varios tipos de quimioterapia y, más tarde, entró
a formar parte de un ensayo clínico. Hoy, dos años y medio después, Cristina no
pierde su sonrisa y afronta su día a día con tranquilidad: “No es un camino fácil y hay muchos días que no me
levantaría de la cama”, reconoce. Pero destaca que la oración se ha convertido
en su aliado más poderoso: “Es como si Dios
me hubiera dado esta oportunidad para que mi historia ayude a otros”. Hoy
continúa con medicación y vive cada momento como un regalo. “He aprendido a disfrutar de estar con mis hijos y a
exprimir cada momento a su lado”, recalca esta madre luchadora.
LA
CLAVE ES LA ACEPTACIÓN
En 2015 fueron diagnosticados casi 248.000 nuevos casos de
cáncer en España, según el último informe de la Sociedad Española de Oncología
Médica (SEOM). Una cifra que supone 32.000 casos más que
en 2012, e implica que 1 de cada 2 hombres y 1 de cada 3 mujeres padecerán
cáncer a lo largo de su vida. Sin embargo, “no hay que tener miedo, porque cualquier adversidad nos puede hacer mucho
bien aunque en sí sea algo malo”, afirma la doctora Rafaela
Santos, neuropsiquiatra y presidenta del Instituto Español de Resiliencia. Ella
fue diagnosticada, hace unos meses, de cáncer de pulmón, lo que le ha servido
para contemplar la vida con otra mirada: “La
enfermedad –dice– me ha enseñado a vivir con
menos prisas y con el deseo de que nada desplace a Dios del centro de mi vida”.
La doctora Santos ha pasado de ayudar a otros enfermos a vivir la
enfermedad en primera persona, y por eso matiza que “cuando
dejas de tener miedo al miedo, te haces más fuerte”.
Esta psiquiatra granadina, autora de Levantarse
y luchar (Editorial Conecta, 2013) resalta que ser
feliz no es tener una vida libre de problemas, sino encontrarles sentido:
“El sufrimiento es algo que no podemos evitar y es necesario para crecer.
Estadísticamente, está comprobado que a lo largo de la vida todos vamos a
sufrir, al menos, dos o tres acontecimientos potencialmente traumáticos”. Y
la confianza en que podemos salir adelante, contando también con la gracia de
Dios, es fundamental para lidiar esas batallas, “cambiando
el ‘¿por qué me ocurre esto?’, por el ‘¿para qué?’”.
MÁS
CASOS, MÁS CURACIONES
¿A qué se debe el actual incremento de los casos de cáncer? Según
los expertos, la respuesta es aún incierta, aunque sí se han detectado cuatro
factores que influyen en la escalada de este diagnóstico: “El envejecimiento de la población; factores de riesgo
cada vez más presentes en la sociedad; unas técnicas de diagnóstico cada vez
más precisas; y una mayor conciencia social, gracias a la cual, cuando la gente
siente algo, va más rápido al médico”, afirma el doctor Javier Cortés,
jefe de la Unidad de cáncer de mama y tumores ginecológicos del Servicio de
Oncología del Hospital Ramón y Cajal. Además, el incremento en los diagnósticos
va de la mano con el aumento de curaciones, sobre todo en los cánceres más
comunes, como el de mama o colon, según el informe de la SEOM.
Datos como estos dan esperanza a pacientes como María
Dolores, a quien detectaron un cáncer de ovario en estado muy avanzado hace
cuatro años. En esta madre y abuela de 73 años, lo que parecía una simple
molestia en la vejiga se tradujo en un tumor maligno. Los especialistas no
albergaban grandes esperanzas de supervivencia: la enfermedad había avanzado
tanto que necesitaba de un tratamiento fuerte de quimioterapia para reducir el
tumor y poder operarla. “La noticia cayó como un
jarro de agua fría en la familia”, recuerda con lágrimas en los ojos.
VIVIR
CON LIMITACIONES
Tras dos cirugías y numerosos ciclos de quimioterapia, le ha
plantado cara a la enfermedad con serenidad y fe. “Hay
días mejores y otros muy malos, pero tengo que seguir batallando. Si Dios me
tiene todavía aquí será porque hago falta y todavía mi misión no se ha
cumplido”, dice.
EL
CANSANCIO ES EL SÍNTOMA QUE MÁS DESTACAN LOS ENFERMOS DE CÁNCER.
“Un cansancio –aclara María Dolores– con el que cuesta convivir. La enfermedad me ha cortado las alas, pero, poco a poco, he aprendido a vivir con limitaciones. Dios, y toda la gente que reza por mí, me dan la fuerza para encontrar alegría en la lucha”. Esta abuela, en plena carrera de fondo, defiende que ante los problemas “podemos optar por revelarnos contra la realidad o intentar superarlos dándoles un sentido”. En su caso, “la fe es mi llave maestra para encontrar la paz. Y el apoyo de toda mi familia ha sido fundamental”, finaliza.
Cristina, Rafaela y María Dolores coinciden en que, gracias a su combate contra
el cáncer, afrontan ahora la vida con una mirada más nítida, que les permite
contemplarla como lo que es: un regalo. La
enfermedad se ha convertido en su viaje más desafiante; y la fe y el cariño de
los suyos, en sus mejores apoyos.
YO
ESTOY SUJETA AL ROSARIO
El cáncer no solo cambia la vida del paciente, sino también
la de toda la familia. Lo sabe bien Ana. Su hermana fue diagnosticada de cáncer
de mama, y unos meses después, a su madre le detectaron un cáncer de pulmón con
metástasis cerebral. “Cuando aparece esta
enfermedad en casa es como si te llegara un tsunami de dolor, que a su vez es
atacado con otro tsunami, más poderoso aún, de oración y de amor”, subraya
Ana. Su madre lleva cuatro operaciones y continúa batallando. Una lucha en la
que “el rezo del Rosario en familia y ponernos mi
madre y yo en silencio delante del Sagrario nos proporciona una tranquilidad y
una paz inmensas”, recalca. Aunque la batalla continúa, esta situación
ha servido a toda su familia para “aprender a vivir
de verdad”, a hablar de las cosas importantes, y “a escuchar, no solo al que está enfermo, sino a todos los que están a
mi alrededor”, concluye Ana.
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