sábado, 2 de octubre de 2021

"EL PUENTE"

Corría el año 1949, el poblado de Andahuasi no contaba con un puente fijo y compacto como el de hoy en día. Por entonces, era su puente colgante.

De éste se decían historias. Una de estas contaba que en cada columna de sostén se había metido un peón vivo y amordazado, junto con el llenado de cemento. Era leyenda urbana en el argot de la albañilería y construcción, que tal sacrificio daba mucho más sostén a la columna.

Todo esto corroborado por testimonio de choferes que afirmaban escuchar -ayes de cansancio y esfuerzo- cuando transitaban con sus camiones por ese puente. Pero lo más misterioso era que frecuentemente se caían por su baranda, cuando transitaban después de la media noche. Estrellándose en la parte empedrada del río y destrozándose el cráneo. No se explicaba qué los hacía caer.

Hasta que un joven de nombre Ismael, procedente de Chota, cuyo hermano había caído algunas semanas atrás por la baranda del puente sin estar mareado, destrozándose el cráneo en los piedrones del río, llegó a la zona para el corte de caña.

En una de tantas noches él tuvo esta abominable experiencia. Se propuso descubrir qué hacía caer a las personas del puente. Comenzó a pasar él después de la media noche, no sin antes tomar dos copas de cañazo cajamarquino y armarse con su inmenso machete cortacaña de acero puro.

Cuando entraba por el puente, observó venir un perfil humanoide por el otro extremo. Conforme se acercaba, empezó a ver un demonio con cuernos arrastrando una larga cola y un monstruoso rostro que avanzaba hacia él en diagonal, enseñando sus largas garras ¡con todas las intenciones de arrojarlo al río!

Ismael cogió su machete de acero puro empuñándolo de manera defensiva y cruzó mirando cara a cara a dicho demonio. Tal vez lo hizo envalentonado por el cañazo bebido y el acero de su machete, que según el argot popular: el buen acero bloquea las energías malignas y demoníacas.

Y así logró Ismael cruzar el puente. Pero sus ropas quedaron impregnadas con un olor a azufre que por semanas no se separó de las prendas. Su cuerpo comenzó a cambiar de color normal a un amarillo mortecino. Ismael empezó a parecer un cadáver, sus ojos perdieron brillo y sus labios se secaron, las moscas lo seguían como si estuviese podrido. Hasta que fue encontrado botando espuma morada por nariz y boca, con el espanto retratado en el rostro.

Según los viejos de la época este fue uno de los muchos casos del puente colgante. Pero esa es otra historia…

De Darío Pimentel (2018).

Alejandro Smith Bisso

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