Hoy en día asociamos al perro como el mejor amigo del hombre, pero hubo momentos en la historia que fueron utilizados como armas de guerra. Ese fue el caso de los perros de guerra durante la conquista del continente americano en el siglo XV. Esta es su historia.
Los
perros de guerra fueron introducidos en América durante el segundo viaje de
Cristóbal Colón en 1493: llegaron veinte perros, de
las razas mastín y galgo. Su primera experiencia militar fue al año
siguiente contra los indígenas en la isla de La Española. Desde ahí, su uso fue
generalizado en todas las campañas de conquista, desde las pampas argentinas
hasta la actual Carolina del Norte.
¿Por
qué había esta preferencia hacia el perro? Su
principal cualidad era que podían luchar en todo terreno, a diferencia de los
caballos. Además, era bastante fácil equiparlos: iban
cubiertos con cuero acolchado para defenderlos de las flechas enemigas y, en
algunos casos, tenían sus propias armas. Finalmente, eran capaces de
desarrollar sus propios combates, sin la necesidad de ser instruidos por sus
amos.
Las razas
escogidas para estas acciones fueron los mastines, los lebreles (galgos), los
alanos, los podencos y los sabuesos porque ya tenían una tradición de lucha en
España, ya sea contra jabalíes, ciervos o incluso toros bravos.
Por todo
esto, no fue extraño que los indios le tuvieran más miedo que a los propios
caballos. Por ello, los españoles los utilizaron para capturar indios fugitivos
o para aterrorizar a los indígenas para que les revelasen donde estaba el oro.
Las escenas del uso de estos perros para ejecutar a los indios son muy
gráficas, como contó el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo: “que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo y
mejor arremetían a él y lo comían como si fuera un puerco”.
El fray
Bartolomé de las Casas también nos dejó un testimonio de estos actos: "cierto español con sus perros a caza de venados o
de conejos, un día, no hallando que cazar, parecióle que tenían hambre los
perros, y toma un muchacho chiquito a su madre, y, con un puñal córtale a
tarazones los brazos y las piernas, dando a cada perro su parte, y después de
comidos aquellos tarazones, échales todo el cuerpecito en el suelo a todos
juntos"
Además de
estas crudas escenas, diversos cronistas recogieron la historia de valentía y
fidelidad de algunos de estos perros de guerra, como Becerrillo,
Amadí, Calisto o Amigo. Una de los más conocidos fue Becerrillo que, según contaban, recibía mejor
ración de comida que los soldados y sueldo equivalente al de un ballestero. Tan
célebre era que los indios preferían combatir a diez soldados antes que a él.
Cuando murió -por una flecha envenenada en 1514- los españoles ocultaron su
muerte para seguir inspirando miedo a los indígenas.
Fuente: Nelson
Manrique. Vinieron los sarracenos. / Iberoamérica social.
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