sábado, 23 de octubre de 2021

EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE

 Hoy en día asociamos al perro como el mejor amigo del hombre, pero hubo momentos en la historia que fueron utilizados como armas de guerra. Ese fue el caso de los perros de guerra durante la conquista del continente americano en el siglo XV. Esta es su historia.

Los perros de guerra fueron introducidos en América durante el segundo viaje de Cristóbal Colón en 1493: llegaron veinte perros, de las razas mastín y galgo. Su primera experiencia militar fue al año siguiente contra los indígenas en la isla de La Española. Desde ahí, su uso fue generalizado en todas las campañas de conquista, desde las pampas argentinas hasta la actual Carolina del Norte.

¿Por qué había esta preferencia hacia el perro? Su principal cualidad era que podían luchar en todo terreno, a diferencia de los caballos. Además, era bastante fácil equiparlos: iban cubiertos con cuero acolchado para defenderlos de las flechas enemigas y, en algunos casos, tenían sus propias armas. Finalmente, eran capaces de desarrollar sus propios combates, sin la necesidad de ser instruidos por sus amos.

Las razas escogidas para estas acciones fueron los mastines, los lebreles (galgos), los alanos, los podencos y los sabuesos porque ya tenían una tradición de lucha en España, ya sea contra jabalíes, ciervos o incluso toros bravos.

Por todo esto, no fue extraño que los indios le tuvieran más miedo que a los propios caballos. Por ello, los españoles los utilizaron para capturar indios fugitivos o para aterrorizar a los indígenas para que les revelasen donde estaba el oro. Las escenas del uso de estos perros para ejecutar a los indios son muy gráficas, como contó el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo: “que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo y mejor arremetían a él y lo comían como si fuera un puerco”.

El fray Bartolomé de las Casas también nos dejó un testimonio de estos actos: "cierto español con sus perros a caza de venados o de conejos, un día, no hallando que cazar, parecióle que tenían hambre los perros, y toma un muchacho chiquito a su madre, y, con un puñal córtale a tarazones los brazos y las piernas, dando a cada perro su parte, y después de comidos aquellos tarazones, échales todo el cuerpecito en el suelo a todos juntos"

Además de estas crudas escenas, diversos cronistas recogieron la historia de valentía y fidelidad de algunos de estos perros de guerra, como Becerrillo, Amadí, Calisto o Amigo. Una de los más conocidos fue Becerrillo que, según contaban, recibía mejor ración de comida que los soldados y sueldo equivalente al de un ballestero. Tan célebre era que los indios preferían combatir a diez soldados antes que a él. Cuando murió -por una flecha envenenada en 1514- los españoles ocultaron su muerte para seguir inspirando miedo a los indígenas.

Fuente: Nelson Manrique. Vinieron los sarracenos. / Iberoamérica social.

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