SINEAD WATSON DENUNCIA LA INVISIBILIZACIÓN DE QUIENES «DETRANSICIONAN»
SINEAD DENUNCIA QUE LAS PERSONAS COMO ELLA NO SOLO HAN SUFRIDO DAÑOS IRREVERSIBLE INNECESARIOS, SINO QUE SE LAS QUIERE INVISIBILIZAR CUANDO «DETRANSICIONAN».
Sinead Watson es una joven escocesa nacida en
1991 que en 2015 inició su "transición" para
cambiarse de sexo y convertirse en Sean. Tres años después se arrepintió y
desde entonces lucha contra la invisibilidad a la que el lobby de género somete a quienes "detransicionan".
CONSULTANDO EN GOOGLE
Los problemas comenzaron cuando tenía veinte años: "Empecé a crer que debería haber nacido
hombre". Desde la adolescencia
había sentido inseguridad respecto a su sexo, al sentirse objeto del deseo de
hombres en quienes confiaba y que tenían autoridad sobre ella: "Deberían haberme protegido y rehusaron hacerlo, y
ese sentimiento de traición me recorrió por dentro durante años
antes de explotar".
Empezó a sentir rechazo a su
propio cuerpo y depresión y a sentirse atraída por otras mujeres, sentimientos
que guardaba para sí. Hasta que empezó a consultarlos "con
Google": "Odio ser mujer y quisiera ser un hombre",
tecleó. Fue su vía de entrada a los canales de Youtube, foros y blogs que
conforman el "territorio transgénero". Descubrió que podía dar pasos para la
"transición" a la masculinidad soñada. Al mismo tiempo hizo un
intento de suicidio en octubre de 2012, durante un periodo de su vida marcado
por el rechazo y el odio a todos.
DE SINEAD A SEAN
Un año después rompió su silencio
e informó a su única hermana, Andrea, de que era un hombre trans y quería
iniciar una transición médica. Recibió todo su apoyo. Empezó a llamarse Sean en
vez de Sinead, y a ser reconocida por su sobrinos como tío, en vez de como tía.
Sin embargo, Andrea "sufría con la pérdida de
su única hermana": "Yo temía", dice ahora en conversación con
Sinead, "que si te decía algo te irías de mi vida para
siempre. Realmente no tenía opción, así que te apoyé".
En 2014, Sinead se puso en lista
de espera en Sandyford, una clínica de género en Glasgow. Estuvo un año aguardando turno, durante el
cual no recibió terapia alguna: "Ibas a
recibir una intervención médica irreversible, ¡ni se me pasó por la cabeza que
te hicieran empezar la transición sin una intensa terapia verbal previa!",
lamenta ahora Andrea.
Durante ese periodo, Sinead, que
estaba muy enganchada al alcohol, sufrió otra
intensa crisis mental. Aceptó los consejos familiares y recibió durante un
tiempo atención clínica en un hospital psiquiátrico.
Pero no se sentía bien atendida y lo dejó. Volvieron los pensamientos suicidas
y su sensación de falta de esperanza.
LA EUFORIA DE LOS
PRIMEROS MESES
Hasta que por fin, en 2015, le
llegó su cita en la clínica de género. Es muy ilustrativo cómo describe Sinead
la atención que recibió, porque es justo lo que ahora lamenta: "El especialista que me evaluó era cariñoso
y afirmativo, nunca cuestionó ni objetó mi auto-diagnóstico de disforia de
género. Cuando le dije que creía que todos mis problemas mentales se
debían a mi disforia y a no tener acceso a la transición, estuvo de acuerdo.
Hizo las preguntas de rigor y escribió mis respuestas, pero nunca me pidió que
ampliase ni aclarase nada. Fue como si simplemente fuera marcando las casillas
de una lista de comprobación, en vez de hacer un esfuerzo real para imaginarse
lo que estaba pasando dentro de mí. Me dijo que pasaría mi caso al equipo de
género, que decidiría si me darían acceso a la testosterona".
Por supuesto, se lo dieron. Se la
inyectaban cada tres semanas. Sinead se sentía eufórica
y su familia también, al verla feliz por primera vez en mucho tiempo,
por lo cual todos la apoyaron. También Andrea, aunque reconoce los problemas
que aquello suponía para sus hijos pequeños: "No
puedo ocultar que ver la tristeza y la confusión de mis hijos me irritaba. Eran
demasiado pequeños para enfrentarse a conceptos como transexualidad, ello no lo
comprendían ni tenían por qué comprenderlo".
En 2017, y para completar la "transición", Sinead se trasladó a
Manchester para someterse a una doble mastectomía: "Tenía 26 años y la convicción de que quitarme mis
dos pechos sanos mejoraría radicalmente mi vida, y la clínica de género estuvo
de acuerdo".
Sinead vivió unos meses eufórica
tras la operación: "Yo era
socialmente, legalmente y médicamente reconocida como el hombre que siempre se
supone que fui. Mi transición
había sido un éxito. Finalmente lo había conseguido y estaba en éxtasis. Por
desgracia, esta alegría, con el tiempo, dejaría su lugar a la peor depresión
que había experimentado nunca. La transición me había cambiado, y no solo
físicamente".
"TODOS LOS
PROBLEMAS SEGUÍAN AHÍ Y HABÍAN EMPEORADO"
A principios de 2018, Sinead
empezó a comprender su error: "Empecé a luchar
con la convicción de que, a pesar de haber transicionado, todos los problemas que
convertirme en Sean se supone que se iban a arrreglar seguían ahí.
En realidad, habían empeorado desde que la euforia inicial se desvaneció".
En mayo sufrió otra ruptura
mental tras múltiples episodios de disociación que la dejaron confusa y asustada. Por primera vez confió a su hermana que
empezaba a lamentar el cambio de sexo al que se había sometido y que no sabía
muy bien qué hacer al respecto. Estuvo un año reflexionando sobre ello, "haciendo malabares" entre su rechazo a
la transición y el miedo a la 'detransición'.
Acudió a varios especialistas: "Me dejaron muy
claro que la detransición no era un tema con el que se encontrasen a gusto".
En octubre de 2019, Sinead
decidió dejar de inyectarse testosterona, y al mes siguiente informó a sus
familiares y amigos, "a pesar de la
humillación que implicaba hacerlo", de que volvía a ser Sinead en
vez de Sean. No les reprocha que recelasen del nuevo cambio, dado lo que le
habían visto pasar en los últimos años. Pero sí lamenta "la falta absoluta de comprensión y de apoyo por parte de los terapeutas
y el desconcertante nivel de hostilidad y virulencia" que recibió
cuando lo comunicó también on line y su caso empezó a ser conocido. No solo contra
ella. Cuando Andrea expresó sus inquietudes por su hermana en un grupo de
Facebook, fue baneada por 'transfóbica'.
"Ha sido un
largo viaje desde la transición a la detransición, pero puedo decir con
confianza que finalmente he aprendido a aceptarme a mí misma como soy", expresaba Sinead en febrero de 2021. Ahora entiende que en su adolescencia
y juventud se fabricó una "mentalidad
tóxica" que le hizo entender que convertirse en hombre era la única
forma de salvar su vida: "Por desgracia, la
terapia hormonal y una doble mastectomía no sirvieron para abordar mis graves
problemas de salud mental, algo que uno habría esperado que
previesen los profesionales de la salud mental... pero no lo hicieron".
Sinead Watson, durante
una entrevista en la BBC. Ella se ha convertido en cabeza de un movimiento de
visibilización de las personas que han sufrido daños irrreversibles por un
proceso de 'cambio de sexo' del que se arrepienten.
Y ése es el actual caballo de
batalla de Sinead, quien entretanto se ha convertido en asesora de la Alianza de la Disforia de Género, uno de cuyos objetivos es prestar ayuda a
personas en 'detransición'.
UNA DENUNCIA PÚBLICA
La última iniciativa de Sinead ha
sido dirigir una carta pública sobre el doctor Jack Turban, uno de los médicos de referencia que mejor
encarnan la actitud que ella critica: derivar hacia
tratamientos
invasivos e irreversibles de cambio de sexo a personas cuya disforia
de género envuelve otros problemas de salud mental que no se tratan.
El doctor Turban es psiquiatra en
la facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, y un habitual de los medios más favorables
al lobby trans: The New York
Times, Washington Post, Los Angeles Times o Scientific American.
En un reciente podcast con
la doctora Helen Webberley, el doctor Turban dejó muy claro su punto de
vista: "No hay intervención psiquiátrica ante
la disforia de género, sino solo intervenciones médicas", en
referencia al abordaje hormonal y quirúrgico.
Sinead Watson se dirige en su
carta a los superiores del doctor Turban en Stanford para alertarles del devastador efecto de su activismo de género sobre numerosos pacientes y en cuanto creador de
opinión que marca la pauta de la corrección política en este tema.
Le escribe en nombre del
colectivo invisible, las personas en 'detransición': "Hemos
sufrido disforia de género en algún momento y se nos hizo creer que nuestra
mejor opción para tratar nuestra disforia era la transición médica. Pero no fue
así. Como resultado, ahora tenemos que vivir con cuerpos y con voces que
han sido cambiados (en algunos casos perjudicados) irreversiblemente
por hormonas y cirugías, cuando lo que necesitábamos era un examen compasivo y
meticuloso de nuestra angustia de género por medio de una terapia verbal".
DAÑOS IRREVERSIBLES...
Y UN ESTIGMA SOCIAL AÑADIDO: LA INVISIBILIZACIÓN
Sin embargo, y en vez de ser
ayudadas por haber sido sometidas a "transiciones
médicas innecesarias", estas personas ven que sus experiencias e
incluso su misma existencia son despreciadas. Se considera que están 'instrumentalizando' sus casos, una palabra "que ha sido utilizada para avergonzar, acosar y silenciar
a quienes detransicionan cuando quieren contar su historia".
Una conversación
informal sobre la transición y la detransición, grabada el pasado mes de julio
en Glasgow. En ella participan Sinead Watson y también Keira Bell,
la joven que denunció a la clínica Tavistock por no evaluarla correctamente y
aplicarle "de oficio" tratamientos hormonales y quirúrgicos siendo
aún menor de edad.
"Este acoso
a un grupo vulnerable es inaceptable", lamenta Sinead, quien cita las ocasiones en las que el doctor Turban ha
dado a entender que el dolor y la angustia de quienes se arrepienten del cambio
de sexo no son reales. En opinión de este psiquiatra, la 'detransición' es un fenómeno temporal, que
responde a presiones externas y no representa un problema para quienes 'detransicionan'. Opiniones que Sinead considera "enormemente equivocadas y que ignoran a quienes
hemos 'destransicionado' por habernos arrepentido de la 'transición', y que
somos excluidos de las investigaciones por no identificarnos como transgénero".
Sin embargo, un estudio de abril de este año publicado por Elie Vandenbussche, de la Universidad de Ciencias Aplicadas de
Rhein-Waal (Alemania), realizado, éste sí, sobre personas en 'detransición', muestra resultados que
contradicen las opinionos del doctor Turban. "La
mayoría de nosotros", explica Sinead, "detransicionamos
por el convecimiento interno de que la transición ni era lo que necesitábamos
ni nos ayudó. Y (lo que realmente hace las cosas más complicadas para nosotros)
hemos encontrado que hay otras formas no invasivas para aliviar
nuestra disforia. Además, el estudio mostró que las personas en
'detransición' expresaron su necesidad de encontrar tratamientos alternativos
para abordar su disforia de género, pero fue casi imposible hablar de ellos en los
espacios LGBT y en la ámbito médico".
Un rayo de esperanza sí hay al
menos respecto a los niños, con un cambio de tendencia. Tanto las autoridades
sanitarias finlandesas, desde junio de 2020, como el célebre Hospital
Karolinska de Suecia en mayo de 2021, están dejando de administrar bloqueadores
de la pubertad a menores con disforia de género, priorizando el
abordaje psicológico sobre la intervención hormonal o quirúrgica. "Es
evidente", concluye Sinead, "que
está creciendo la inquietud por la proliferación de intervenciones médicas con
un beneficio incierto y daños médicos potencialmente severos".
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