PASTORES GREGIS OFRECE UN CURSO SOBRE LIDERAZGO Y CONVERSIÓN PASTORAL DIRIGIDO A SACERDOTES
EL CURSO PASTORES
GREGIS ANIMA A LOS SACERDOTES, LES DA HERRAMIENTAS Y LOS REFUERZA EN SU
VOLUNTAD EVANGELIZADORA
¿Cómo puede mantener el
equilibrio un sacerdote en su ministerio ante las exigencias del trabajo
pastoral de hoy en día? En ReL hemos consultado a Tote
Barrera y Cristy Salcedo cocreadores de Pastores Gregis, un curso
sobre liderazgo, cambio y conversión pastoral dirigido a sacerdotes "que anhelan la transformación de su parroquia” cuya
IV Edición comenzará el próximo 26 de octubre en Madrid y tendrá participantes provenientes de diócesis
de toda España.
Este matrimonio tiene una gran
experiencia como promotores de la Nueva Evangelización en España, a partir de
su trabajo de muchos años liderando el método de evangelización Alpha lo que los ha llevado a trabajar con parroquias y
diócesis de todo el país.
En la actualidad, forman parte del grupo de trabajo de
la recién creada Comisión de Primer Anuncio de la Conferencia Episcopal
Española que reúne expertos de diferentes realidades de evangelización de
nuestro país.
En el curso de sacerdotes que imparten, tienen la ocasión de conocer todo
tipo de realidades pastorales, desde la del cura de una gran ciudad, hasta el
párroco rural que tiene que llevar varias parroquias a la vez. Fruto de esta
experiencia, han querido compartir con nosotros algunas observaciones acerca de lo que hace que un sacerdote se sienta realizado en su
ministerio.
***
SIETE FACTORES PARA QUE
UN SACERDOTE SEA FELIZ EN SU MINISTERIO
En los últimos tiempos oímos
demasiado a menudo noticias de sacerdotes desanimados en su ministerio, y bien
sabemos lo que duele a toda la Iglesia cuando uno de ellos abandona su
ministerio. A veces, ocurre lo que el P. Mallon define como “abandonar quedándose” y vemos sacerdotes desconectados que cumplen maquinalmente con su trabajo, como quien aguanta un chaparrón, resignados a
una vida ministerial cuya pasión parece haberse extinguido.
Tote Barrera y Cristina
Salcedo recibieron el Premio ReL 2020 en la categoría de Nueva Evangelización
Son tiempos de cambio y de
crisis, en los que todos sentimos el dolor de ver el declive de la Iglesia de
la cristiandad y estamos en medio de los dolores de parto de dar a luz la
Iglesia de la misión que estamos llamados a ser.
En medio de todo esto, ¿hay motivos para la esperanza y ejemplos en los que
fijarnos? ¿Tenemos las ideas
claras sobre los factores que hacen que un sacerdote se sienta realizado en su
vocación y su misión particular?
Alguien definió la felicidad como
tener la dicha de estar en tu sitio y si puede ser, saberlo. En otras palabras,
para sentirse realizado en la vida, simplemente hay que cumplir tu propósito
—tu vocación— o al menos estar en el camino de intentarlo. Así, ser feliz no es un sentimiento, ni que te vayan bien las cosas como quien
tiene éxito humano, sino
simplemente tender a estar en tu sitio en la vida, sabiendo quién eres y a
dónde vas.
En nuestra experiencia
impartiendo el curso
para sacerdotes Pastores Gregis Christi tenemos el privilegio
de conocer a muchos sacerdotes que buscan profundizar en su vocación y su
misión. En todos estos años de trabajo para la Iglesia, hemos observado
unos factores en común entre todos los sacerdotes que se sienten realizados en su ministerio.
AQUÍ ENUMERAMOS ALGUNOS
DE LOS FACTORES QUE SE OBSERVAN FRECUENTEMENTE ENTRE ESTOS SACERDOTES:
1.- EJERCER DE CURA
Parece de Perogrullo, pero cuando
al principio de
nuestro curso encuestamos a los sacerdotes para saber
cuántas horas semanales dedican a sus funciones sacerdotales nos encontramos
con una sorprendente estadística que nos dice que muchos apenas llegan a un 30%
de su tiempo dedicado a acompañar, predicar y celebrar sacramentos cada semana.
Si bien su vocación es al “triple munus”, el
cual comprende la función real (guiar/liderar al pueblo), la sacerdotal
(santificar/celebrar) y la profética (anunciar/predicar), muchas veces las labores administrativas, de gestión de la parroquia y
de hombre orquesta, se comen hasta el 70% del tiempo del sacerdote.
Obviamente, también entre los
sacerdotes hay una variedad de vocaciones y encargos pastorales, y no podemos
reducir a todos a un solo estilo o modo de ejercer el sacerdocio. Pero lo que
está claro es que cuanto más puede ejercer un sacerdote como
lo que es, más afianzado está en su vocación
y su misión.
2.- TENER COMUNIDAD
Los sacerdotes religiosos lo tienen
más fácil, pero los diocesanos parece que han sido programados
para vivir solos, sin apenas verificarse con
nadie.
La comunidad puede tener muchas
expresiones. La primera comunidad del sacerdote son sus hermanos de
presbiterio, pero su parroquia también debe ser su comunidad, un lugar donde dar, pero también un
lugar donde recibir como cristiano (como decía san Agustín: “Obispo para vosotros, cristiano con vosotros”).
Sabemos de sacerdotes en
fraternidades sacerdotales, movimientos y asociaciones. También los hay que se
reúnen semanalmente con hermanos en su arciprestazgo. Incluso hay “reuniones clandestinas” de sacerdotes de
diferentes diócesis que quedan para alentarse y soñar con la evangelización. En
Francia, las parroquias las asumen equipos de sacerdotes o comunidades con
todas las vocaciones (laicos, religiosos y sacerdotes).
¿Hasta cuándo
seguiremos con el paradigma de preparar a los sacerdotes para estar solos,
cuando a todas luces su fe languidece y su fortaleza se debilita cuando no
están insertados en una vivencia comunitaria equilibrada? Tener algún tipo de comunidad
es algo que da mucha luz a quienes lo practican (y no solo es estar bien rodeado, es exponerse a rendir cuentas y ser
corregido).
3.- PATERNIDAD
EPISCOPAL Y MENTORÍA
La Iglesia es una familia donde
todos somos hijos. Los sacerdotes están en la
posición de ser padre de todos; pero, ¿qué padre puede serlo sin el ejemplo de
haber sido antes hijo? A veces da
la sensación de que vivir como hijo está limitado al tiempo del seminario, y
solo se ve una continuidad después en algunas diócesis pequeñas donde la
inmediatez del obispo le permite seguir ejerciendo esta paternidad una vez los
polluelos han volado del nido.
Pero, ¿en
cuántas diócesis la figura del obispo está distante y se le critica a sus
espaldas por parecer ser un mero administrador? Aunque se entienda la
complejidad de la labor de los obispos en la actualidad, en el fondo lo que los sacerdotes anhelan es la figura de un padre de quien se sientan colaboradores cercanos no
solo en la teoría sino en la práctica.
Y donde esto no es posible, siempre hay figuras intermedias, llámense vicarios o lo que se
quiera, que pueden ejercer esta labor de comunión y paternidad tan necesaria.
En nuestra experiencia, los
sacerdotes que encuentran esta paternidad en la figura de un mentor (un obispo
o un sacerdote que peine canas, haya sido ejemplo y sea un confidente) se sienten acompañados y tienen un marco para crecer en su ministerio.
4.- ESTAR EN SU SITIO
Efesios 4,11 describe cómo Dios
constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros
pastores y a otros maestros. Tradicionalmente en la Iglesia se ha leído este
pasaje en clave de las maneras de ser/actuar de los sacerdotes.
La realidad es que
no todo el mundo sirve para lo mismo, y a
veces a quien es maestro, no se le da igual de bien ser pastor; o al apóstol le
mata estar todos los domingos en el mismo sitio, como San Pablo no podía
estarse quieto en una iglesia más allá de unos meses.
En la Iglesia tenemos quienes
están llamados a ser apóstoles (misioneros), quienes tienen don para anunciar
(evangelistas), quienes saben enseñar (maestros) y quienes gustan de predicar
con la palabra y las obras (profetas). Por supuesto, también asociamos al
sacerdote con quienes son pastores (de hombres, no de ovejas). Pero es difícil que una sola persona pueda hacer bien las cinco
cosas a la vez, por más que tenga la gracia de estado.
Los sacerdotes que
se sienten más realizados son los que pueden desarrollar los dones que tienen
en su ministerio concreto. Esto no es óbice para que a
veces les toque bailar con la que peor se les da, y habrá que ejercer el
ministerio en áreas que no se les den bien por naturaleza. Les pasa hasta a los
obispos (recuerdo un obispo que en una comida que tuvimos añoraba sus tiempos
de profesor en la facultad).
Son tiempos de escasez y todos
tienen que hacer de todo, pero eso no quita para que intentemos encajar a cada
uno donde Dios le ha hecho más válido. ¿Está mal que un sacerdote le
pida a su obispo que le ponga donde mejor cree que va a encajar? ¿Son los obispos sensibles a esto a la hora de asignar
parroquias y formar equipos de sacerdotes? ¿Se conoce a sí mismo lo suficiente
un sacerdote como para saber dónde encaja? ¿Le conocen lo suficiente en la
diócesis?
5.- RELACIÓN CON DIOS Y
ORACIÓN
También esto suena obvio, pero es
que cuando un sacerdote vive volcado para fuera y se pasa la vida de
celebración en celebración, resolviendo urgencias por todos lados, y no dando
abasto, muchas veces lo que se resiente es la oración
personal por agobio, descuido o enfriamiento. Aquí lo de los
jesuitas (contemplativos en la acción) puede ser de plena aplicación, pero
recordemos que un jesuita siempre ha tenido por norma una hora diaria de
oración personal, además del breviario y la Eucaristía.
No se trata de cuánto tiempo de
oración se hace, sino de cómo está la relación con el Señor. En otras palabras:
quien es padre, en la intimidad es discípulo, amigo e hijo. Una relación con
Dios viva y vibrante tiene como resultado un pastor equilibrado y confiado, que
es capaz de ir hasta el confín de la tierra en su misión porque sabe de quién
se ha fiado (2 Tim 1, 12).
6.- CRECER CON LA
PARROQUIA
La instrucción El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial, dice en su punto 16 B): “El
sacerdote está al servicio de la comunidad, pero a su vez se encuentra
sostenido por la comunidad. Éste tiene necesidad de la aportación del laicado,
no sólo para la organización y la administración de su comunidad, sino también
para la fe y la caridad; existe una especie de ósmosis entre la fe
del presbítero y la fe de los otros fieles”.
Cuando una parroquia crece, el
sacerdote crece. Pero… si una parroquia no crece, ¿cómo
hará el sacerdote para crecer? Parece claro que la Iglesia es una
familia y que todos nos necesitamos a todos constantemente. Los sacerdotes no
son una excepción, y se sentirán
parte de algo que merece la pena en la medida en que vean que las cosas progresan, y su fe crecerá en la medida en la que
crezca la fe del pueblo.
Recuerdo cómo Alfonso López
Quintás decía, refiriéndose al matrimonio, que nadie está hecho para aguantar.
Se puede atravesar una crisis, se puede tener que tirar del carro una temporada
(incluso unos años). Pero en algún momento se tiene que recoger fruto para
alimentarse y continuar caminando. No se trata de tener éxito,
sino de recoger el fruto de fe, salvación y caridad que pide el Señor. Si el árbol crece, todos sus
miembros crecen.
7.- TENER TIEMPO LIBRE
San Juan Pablo II hablaba del descanso como una obligación y era conocido que hasta se iba a esquiar de vez
en cuando.
Las Misioneras de la Caridad dedican los jueves a estar en comunidad y retiradas, cerrando
por ese día sus comedores sociales y demás obras. En una obra tan comprometida
con las necesidades de los demás, es crucial poder realizar un parón para
recargar pilas y así tener algo que dar el resto de la semana.
Muchas veces, la autoimagen de
santidad, las responsabilidades y el vivir apagando fuegos, hacen que los
sacerdotes se salten su día de descanso o no lo
practiquen.
Resulta
contraintuitivo, pero es mejor estudiar seis
horas con descanso, que diez seguidas. En economía se llama teoría de la
utilidad decreciente. Qué le vamos a hacer, somos así, estamos hechos de manera
que necesitamos descansar.
En la Biblia aparece la figura
del sabático como reflejo del séptimo día, en el que Dios descansó.
En estos tiempos complicados, nos sorprende la capacidad de algunos sacerdotes para hallar descanso de
las maneras más variadas. No es que se tumben a la bartola; algunos
descansan subiendo montañas y otros yéndose a estudiar a Alemania los veranos.
Otros tienen sus escapadas misioneras, o contemplativas. Alguno conocemos que
incluso se atreve a hacer sus pinitos haciendo paellas.
Al final, todos ellos son
conscientes de sus limitaciones y saben poner equilibrio en su ministerio entre lo divino y lo humano.
Concluyendo: estos son algunos
de los factores que identificamos como
denominador común en muchos de los sacerdotes que conocemos. Hay muchos
más y el tema daría para muchos artículos, y seguro que los lectores también
pueden aportar alguno.
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