POR DAVID RAMOS | ACI Prensa
Diversos medios locales e internacionales han difundido que el Papa Francisco pidió “perdón” a México por los pecados cometidos durante la evangelización de América, hace 500 años. ¿Pero qué dijo en verdad el Santo Padre?
Desde publicaciones mexicanas como Proceso o El Sol hasta españolas como
El País, ABC o Público, titularon entre el 27 y el 28 de septiembre que el Papa
Francisco “pide perdón” a México en una
carta difundida con ocasión del Bicentenario de la Independencia del que una
vez fue el virreinato de la Nueva España.
Para algunos, esta era una respuesta al pedido que hizo repetidamente el
actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tanto al Santo Padre
como al rey de España, Felipe VI.
Las informaciones difundidas han provocado distintas reacciones, entre ellas
la de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso,
que dijo que “a
mí me sorprende que un católico que habla español hable así, a su vez, de un
legado como el nuestro, que fue llevar, precisamente el español, y a través de
las misiones el catolicismo, y por tanto, la civilización, la libertad, al
continente americano”.
“Es sorprendente, sin más”, dijo a la prensa española.
Lo que dijo el Papa
Francisco en su carta a México
En su misiva, publicada en el sitio web de la Conferencia del Episcopado
Mexicano y leída en un video por su presidente, Mons. Rogelio Cabrera López, el
Papa Francisco advierte que “para fortalecer las raíces es preciso hacer
una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las
sombras que han forjado la historia del país”.
“Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un
proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores
cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos”, continuó.
A continuación, el Santo Padre recordó que “en diversas ocasiones, tantos mis antecesores
como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y
sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la
evangelización”.
En efecto, San Juan Pablo II reconoció y
pidió perdón en 1992, desde República Dominicana, por “los abusos cometidos debido a la falta de amor de
aquellas personas que no supieron ver en los indígenas hermanos e hijos del
mismo Padre Dios”.
Al convocar
el Gran Jubileo del 2000, San Juan Pablo II dijo: “Como Sucesor de Pedro, pido que en este año de
misericordia la Iglesia, persuadida de la santidad que recibe de su Señor, se
postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus
hijos”.
Benedicto XVI haría lo
propio en 2007 tras volver de Aparecida (Brasil), al señalar que “el recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las
sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente
latinoamericano: no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que
infligieron los colonizadores a las poblaciones indígenas, a menudo pisoteadas
en sus derechos humanos fundamentales”.
El propio
Papa Francisco, en 2015 en Bolivia, pidió “humildemente
perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes
contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.
En su carta a México difundida este 27 de septiembre, el Papa Francisco
advirtió que “tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes,
se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte
del Pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento”.
El Santo Padre culmina ese pasaje subrayando que “no evocamos los dolores del
pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando
pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso
entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando
el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los
conflictos”.
CARTA DEL PAPA
FRANCISCO CON MOTIVO DE LA CONSUMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA
A su Excelencia
Reverendísima
Mons. Rogelio
Cabrera López
Presidente de la
Conferencia del Episcopado Mexicano
Querido
hermano:
Con motivo del Bicentenario de
la declaración de la Independencia, quiero hacerte llegar un cordial saludo, a
ti y a los demás hermanos obispos, a las autoridades nacionales y a todo el
Pueblo de México. Celebrar la independencia es afirmar la libertad, y la
libertad es un don y una conquista permanente. Por eso, me uno a la alegría de
esta celebración y, al mismo tiempo, deseo que este aniversario tan especial
sea una ocasión propicia para fortalecer las
raíces y reafirmar los valores que
los construyen como nación.
Para fortalecer las raíces
es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las
luces como las sombras que han forjado la historia del país. Esa mirada
retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria,
es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy
dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo
mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las
acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización. En esa misma
perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más
recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran
parte del Pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento. Pero no
evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos
y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto
y respetuoso entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad,
priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las
tensiones y los conflictos.
El aniversario que están
celebrando invita a mirar no sólo al pasado para fortalecer las raíces, sino
también a seguir viviendo el presente y a construir el futuro con gozo y
esperanza, reafirmando los valores que los han constituido y los identifican como
Pueblo –valores por los que tanto han luchado e incluso han dado la vida muchos
de vuestros antecesores– como son la independencia, la unión y la religión. Y en
este punto, quisiera destacar otro acontecimiento que marcará sin duda todo un
itinerario de fe para la Iglesia mexicana en los próximos años: la celebración,
dentro de una década, de los 500 años de las apariciones de Guadalupe. En esta
conmemoración, es bello recordar que, como lo expresó la Conferencia del
Episcopado Mexicano en ocasión del 175º aniversario de la Independencia
nacional, la imagen de la Virgen de Guadalupe tomada por el Padre Hidalgo del
Santuario de Atotonilco, simbolizó una lucha y una esperanza que culminó en las
“tres garantías” de Iguala impresas para
siempre en los colores de la bandera. María de Guadalupe, la Virgen Morenita,
dirigiéndose de modo particular a los más pequeños y necesitados, favoreció la
hermandad y la libertad, la reconciliación y la inculturación del mensaje
cristiano, no sólo en México sino en todas las Américas. Que ella siga siendo
para todos ustedes la guía segura que los lleve a la comunión y a la vida plena
en su Hijo Jesucristo.
Que Jesús bendiga a todos los
hijos e hijas de México, y la Virgen Santa los cuide y ampare con su manto
celestial. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
Fraternalmente,
Roma, San Juan
de Letrán, 16 de septiembre de 2021
No hay comentarios:
Publicar un comentario