martes, 28 de septiembre de 2021

¿PEDIDO DE PERDÓN? ESTO ES LO QUE DIJO EL PAPA FRANCISCO EN SU CARTA A MÉXICO

POR DAVID RAMOS | ACI Prensa

Diversos medios locales e internacionales han difundido que el Papa Francisco pidió “perdón” a México por los pecados cometidos durante la evangelización de América, hace 500 años. ¿Pero qué dijo en verdad el Santo Padre?

Desde publicaciones mexicanas como Proceso o El Sol hasta españolas como El País, ABC o Público, titularon entre el 27 y el 28 de septiembre que el Papa Francisco “pide perdón” a México en una carta difundida con ocasión del Bicentenario de la Independencia del que una vez fue el virreinato de la Nueva España.

Para algunos, esta era una respuesta al pedido que hizo repetidamente el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, tanto al Santo Padre como al rey de España, Felipe VI.

Las informaciones difundidas han provocado distintas reacciones, entre ellas la de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que dijo que “a mí me sorprende que un católico que habla español hable así, a su vez, de un legado como el nuestro, que fue llevar, precisamente el español, y a través de las misiones el catolicismo, y por tanto, la civilización, la libertad, al continente americano”.

“Es sorprendente, sin más”, dijo a la prensa española.

Lo que dijo el Papa Francisco en su carta a México

En su misiva, publicada en el sitio web de la Conferencia del Episcopado Mexicano y leída en un video por su presidente, Mons. Rogelio Cabrera López, el Papa Francisco advierte que para fortalecer las raíces es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país”.

“Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos”, continuó.

A continuación, el Santo Padre recordó que en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”.

En efecto, San Juan Pablo II reconoció y pidió perdón en 1992, desde República Dominicana, por “los abusos cometidos debido a la falta de amor de aquellas personas que no supieron ver en los indígenas hermanos e hijos del mismo Padre Dios”.

Al convocar el Gran Jubileo del 2000, San Juan Pablo II dijo: “Como Sucesor de Pedro, pido que en este año de misericordia la Iglesia, persuadida de la santidad que recibe de su Señor, se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos”.

Benedicto XVI haría lo propio en 2007 tras volver de Aparecida (Brasil), al señalar que “el recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del continente latinoamericano: no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a las poblaciones indígenas, a menudo pisoteadas en sus derechos humanos fundamentales”.

El propio Papa Francisco, en 2015 en Bolivia, pidió “humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.

En su carta a México difundida este 27 de septiembre, el Papa Francisco advirtió que “tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del Pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento”.

El Santo Padre culmina ese pasaje subrayando que no evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos”.

CARTA DEL PAPA FRANCISCO CON MOTIVO DE LA CONSUMACIÓN DE LA INDEPENDENCIA

A su Excelencia Reverendísima

Mons. Rogelio Cabrera López

Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano 

Querido hermano: 

Con motivo del Bicentenario de la declaración de la Independencia, quiero hacerte llegar un cordial saludo, a ti y a los demás hermanos obispos, a las autoridades nacionales y a todo el Pueblo de México. Celebrar la independencia es afirmar la libertad, y la libertad es un don y una conquista permanente. Por eso, me uno a la alegría de esta celebración y, al mismo tiempo, deseo que este aniversario tan especial sea una ocasión propicia para fortalecer las raíces y reafirmar los valores que los construyen como nación. 

Para fortalecer las raíces es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país. Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización. En esa misma perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del Pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento. Pero no evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos. 

El aniversario que están celebrando invita a mirar no sólo al pasado para fortalecer las raíces, sino también a seguir viviendo el presente y a construir el futuro con gozo y esperanza, reafirmando los valores que los han constituido y los identifican como Pueblo –valores por los que tanto han luchado e incluso han dado la vida muchos de vuestros antecesores– como son la independencia, la unión y la religión. Y en este punto, quisiera destacar otro acontecimiento que marcará sin duda todo un itinerario de fe para la Iglesia mexicana en los próximos años: la celebración, dentro de una década, de los 500 años de las apariciones de Guadalupe. En esta conmemoración, es bello recordar que, como lo expresó la Conferencia del Episcopado Mexicano en ocasión del 175º aniversario de la Independencia nacional, la imagen de la Virgen de Guadalupe tomada por el Padre Hidalgo del Santuario de Atotonilco, simbolizó una lucha y una esperanza que culminó en las “tres garantías” de Iguala impresas para siempre en los colores de la bandera. María de Guadalupe, la Virgen Morenita, dirigiéndose de modo particular a los más pequeños y necesitados, favoreció la hermandad y la libertad, la reconciliación y la inculturación del mensaje cristiano, no sólo en México sino en todas las Américas. Que ella siga siendo para todos ustedes la guía segura que los lleve a la comunión y a la vida plena en su Hijo Jesucristo. 

Que Jesús bendiga a todos los hijos e hijas de México, y la Virgen Santa los cuide y ampare con su manto celestial. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. 

Fraternalmente, 

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Roma, San Juan de Letrán, 16 de septiembre de 2021

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