El Obispo metropolita Hilarion de Volokolamsk participó en el Congreso Eucarístico Internacional en Hungría y ofreció una preciosa reflexión sobre la presencia viva y real de Jesucristo en la Eucaristía.
El Metropolita Hilarion es el Presidente del Departamento para las
Relaciones Eclesiásticas Externas del Patriarcado de Moscú y también ejerce de
representante ante las instituciones europeas en Bruselas.
En su exposición destacó que aunque los cristianos católicos y los
ortodoxos no están unidos en la Eucaristía, “ambos
sí están convencidos de que en el pan y el vino eucarístico, después de la
consagración, no hay una simple presencia simbólica de Cristo, sino una
presencia real y completa”.
“Nosotros creemos que el pan y el vino de la
Eucaristía son el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro señor
Jesucristo. La celebración eucarística no es sólo una conmemoración de la
última cena, sino también una actualización para cada creyente que participa en
ella”, aseguró.
El Metropolita explicó que para la Iglesia ortodoxa, “la Eucaristía es lo más profundo, significa conseguir el
fin de la vida cristiana, que es la deificación. En el sentido en que cuando
recibimos la santa comunión, el cuerpo de Cristo entra en nuestro cuerpo y su
sangre fluye por nuestras venas. Como en el mismo Cristo, la naturaleza humana,
cuerpo alma y espíritu, estaban unidos con Dios, también la humanidad entera
participa en el proceso de deificación”.
Aseguró que aunque esta idea de unión tan estrecha e íntima con Dios
puede parecer “blasfema para los no cristianos”, sin
embargo para los cristianos es “el centro de
nuestra teología.
“Podemos diferir en la terminología, algunos usarán
términos latinos en lugar de los griegos, pero todos, yo diría que compartimos
esa profunda creencia en la posibilidad de la unión”, aseguró
También alertó del peligro del pecado, que nos aparta de esa posibilidad
de esa unión con Dios.
“La paradoja es que mientras que Cristo está
totalmente unido a nosotros con su cuerpo y su sangre y su cuerpo y su sangre
entran en nuestro cuerpo y nuestra sangre, nosotros no siempre somos capaces de
unirnos a Él. Él está en nosotros, pero nosotros, a menudo estamos fuera de Él”, destacó.
“Y esto ocurre porque en nuestro día a día no
seguimos sus mandamientos, o porque mientras nuestro cuerpo está en la iglesia,
nuestra mente y corazón están en otra parte o porque el pecado permanece como
una pared impenetrable entre nosotros y Dios”, afirmó.
El Metropolita Hilarión recordó algunos ejemplos de santos que
consiguieron esa unión con Dios a través de la Eucaristía y puso como ejemplo a
San Simeón, que vivió a principios del siglo XI, que creía firmemente que la
eucaristía unía los humanos con Dios y los deificada.
San Simeón animaba a que la recepción de la sagrada comunión fuera “consciente”, es decir, no solo creer en la presencia
real de Cristo en el sacramento, sino también contemplarlo con la luz de los ojos
espirituales”.
Y aseguró que “somos simplemente guardianes
indignos de la rica tradición que nos llegó del mismo Cristo y de los primeros
padres de la Iglesia”.
POR BLANCA RUIZ | ACI Prensa
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