Hay un momento después de la muerte cuando el rostro es hermoso, cuando los ojos cansados se cierran y el dolor termina
Y la
larga, larga inocencia del amor aparece suavemente, para revolotear un momento
más en el silencio.
Hay un
momento tras la muerte, apenas un momento, en que los vestidos alegres del
armario perfumado, y el sueño perdido que se desvanece lentamente, y los
frascos de plata y el cristal y el espejo vacío, y los tres largos cabellos en
un cepillo y un pañuelo doblado, y la cama recién hecha y las almohadas limpias
y mullidas, sobre las que nunca reposará una cabeza, es todo cuanto queda del
largo y salvaje sueño.
Pero
siempre estarán las cartas.
Las tengo
en la mano, atadas con cinta verde, pulcra y firmemente por los suaves y fuertes
dedos del amor.
Esperarán
siempre que el desconocido venga y las lea.
Él vendrá
lentamente de las brumas del tiempo y del cambio, vendrá lentamente, con
timidez, a través de los años; cortará las cintas y esparcirá las cartas, y con
cuidado, con mucho cuidado, las leerá página por página.
Y la
larga inocencia del amor llegará suavemente, como una mariposa en verano por la
ventana abierta, para revolotear un momento más en el silencio.
Pero el
desconocido no lo sabrá.
El sueño
habrá terminado.
El
desconocido, seré yo.
LARGO
Y SALVAJE SUEÑO.
RAYMOND
CHANDLER.
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