Lo que voy a contar es uno de esos pequeños excesos que caracterizan a este blog. Estoy tan convencido de la sacralidad del don del episcopado que sería muy bonito diseñar una cama que recordara al obispo, cada vez que va a dormir, de la sacralidad del misterio divino que ha recibido. Una cama que fuera un envolverse en la intercesión de los santos.
Pienso en un
lecho de tipo isabelino inglés. Un lecho amplio, con su dosel y su velo; aunque
ese velo siempre estuviera recogido.
https://balancedfoodandfuel.org/diseno-de-interiores/cama-en-un-ambiente-moderno/
http://viajeroincidental.blogspot.com/2021/02/la-curiosa-historia-de-ordsall-hall-y.html
Las cuatro
columnas representarían a cuatro ángeles que velan su sueño para protegerle.
Cuatro
esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan.
Dos a los
pies, dos a la cabecera, y la Virgen María de compañera.
Sería bueno
que las columnas de madera tuvieran cuatro pequeñas figuras
angélicas grabadas sobre ellas, de un palmo de longitud, por ejemplo.
Sobre la
manta o el cobertor, habría una “sobrecolcha” que
lo cubriría cierta distancia de la almohada. La tela sería de color azul, para
recordar la presencia de la Virgen María. Sobre esa tela habría bordados con
trozos de tela de otros colores, varios ángeles. Me lo imagino con la estética
de un tapiz medieval. Pero con los ángeles compuestos por varios pedazos de
tela, algo mucho más rápido de hacer que un tapiz.
Mejor si la manta o
el cobertor son de color azul, para simbolizar que el obispo se envuelve cada
noche en la devoción a la Santísima Virgen María. La sobrecolcha se retirará cada
noche porque será una tela rectangular que será una pequeña obra de arte que
debería durar generaciones. Habrá un lugar donde dejarla colgada con toda
comodidad.
Las sábanas, la
manta (o cobertor) y la almohada no
tendrán adornos. Primero, porque son una incomodidad para el que duerme.
Segundo, porque son elementos que se lavan con frecuencia y, por tanto, se
deterioran.
Los velos
finos que cuelgan del dosel también podrían ser ligeramente azules y podrán
tener bordados pequeñas estrellas que representan a los muchos santos que
brillan en el cielo.
En la cabecera de la cama, habrá un tablero pintado (o grabado
en la madera) con una imagen de la Virgen María y unos cuantos santos; por
ejemplo, ocho. Con un versículo de la Biblia en cada una de las dos hileras
centrales. A los pies de la cama, habrá otro tablero que
puede emplearse para colocar ocho escudos episcopales de sus predecesores; los
ocho precedentes u ocho escogidos. Lo cual le recordará la comunión de los
santos con los se sentaron en la misma sede episcopal. Ocho escudos está bien,
no quedaría bien si la cama se cubriera de muchísimos escudos. Aunque un número
reducido sí que puede colocarse de forma atinada en varios lugares y no solo en
el tablero de los pies.
Esta cama
tendría el sentido de recordar al obispo la grandeza de la sucesión apostólica
y de sentir que se arropa en la devoción a María, a los santos y a los ángeles,
y que estos le protegen, le envuelven.
El resto de
la habitación debería ser muy sobria. Nada debe respirar aire a mundanidad y
mucho menos a lujo. La cama debe ser una afirmación rotunda en esa estancia.
Puede
parecer que estoy hablando de un mueble costosísimo. Pero se trata (en su
versión mínima) de un lecho amplio con cuatro columnas y dos tableros. Mejor
también con un dosel con velos. En su versión económica cualquier carpintero creyente
lo puede hacer como limosna y cualquier artista lo puede decorar como servicio
a la diócesis. Siempre hay personas que gustosas bordarán la sobrecolcha.
Este lecho episcopal, por supuesto, admite versiones costosas, como sería si
las figuras se graban en madera. O versiones más baratas hechas por gente
religiosa con capacidades artísticas que quiera colaborar. Si se hace pintado,
el carpintero debería hacer, al menos, cuarterones para colocar a los santos,
los escudos episcopales y otros elementos.
P.FORTEA
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