El Papa Francisco continuó con su serie de catequesis sobre el Libro de San Pablo a los Gálatas en la Audiencia General de este 29 de septiembre en la que profundizó en el tema de la JUSTIFICACIÓN.
“El apóstol siempre tiene presente la experiencia
que cambió su vida: el encuentro con Jesús resucitado en el camino a Damasco.
Pablo había sido un hombre orgulloso, religioso y celante, convencido de que
en la escrupulosa observancia de los preceptos estaba la justicia. Ahora, sin
embargo, ha sido conquistado por Cristo, y la fe en Él lo ha transformado en
lo profundo, permitiéndole descubrir una verdad hasta ahora escondida: no
somos nosotros con nuestros esfuerzos que nos volvemos justos, no, no somos
nosotros, sino que es Cristo con su gracia quien nos hace justos. Entonces
Pablo, para tener una plena conciencia del misterio de Jesús, está
dispuesto a renunciar a todo en lo que antes era rico, porque ha
descubierto que solo la gracia de Dios lo ha salvado”, señaló el Santo Padre.
A continuación, la
catequesis pronunciada por el Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En nuestro recorrido para comprender mejor la enseñanza de San Pablo,
nos encontramos hoy con un tema difícil pero importante, el de la
justificación. ¿Qué es la justificación? Nosotros
de pecadores nos hemos convertido en justos ¿quién
nos ha hecho justos? Este proceso de cambio es la justificación.
Nosotros delante a Dios somos justos, es verdad, tenemos nuestros pecados
personales, pero en la base somos justos, esta es la justificación.
Se ha discutido mucho sobre este argumento para encontrar la
interpretación más coherente con el pensamiento del apóstol y, como sucede a
menudo, se ha llegado también a contraponer las posiciones. En la Carta a los
Gálatas, como también en la de los Romanos, Pablo insiste en el hecho de que
la justificación viene de la fe en Cristo. “No
padre yo soy justo porque cumplo todos los mandamientos”, si, pero de
allí no viene la justificación, viene antes, alguien te ha justificado, alguien
te ha hecho justo ante Dios. “Si, pero soy
pecador”, si, eres justo pero pecador, pero a la base eres justo, ¿quién te ha hecho justo?, Jesucristo, esta es la
justificación.
¿Qué se esconde detrás de la palabra
“justificación” que es tan decisiva para la fe? No es fácil llegar a una definición exhaustiva, pero en el conjunto
del pensamiento de San Pablo se puede decir sencillamente que la justificación
es la consecuencia de la «iniciativa misericordiosa
de Dios que otorga el perdón» (Catecismo
de la Iglesia Católica, n. 1990).
Y esto es nuestro Dios tan bueno, misericordioso, paciente,
lleno de. misericordia, que continuamente da el perdón, continuamente, él perdona, y la justificación es
Dios que perdona desde el inicio en Cristo.
La misericordiosa de Dios que otorga el perdón. Dios, de hecho, a
través de la muerte de Jesús -esto debemos subrayarlo- ha destruido el pecado
y nos ha donado de forma definitiva el perdón y la salvación. Así
justificados, los pecadores son acogidos por Dios y reconciliados en Él.
Es como un regreso a la relación original entre el Creador y la
criatura, antes de que interviniera la desobediencia del pecado. La
justificación que Dios realiza, por tanto, nos permite recuperar la inocencia
perdida con el pecado. ¿Cómo ocurre la
justificación? Responder a esta pregunta equivale a descubrir otra
novedad de la enseñanza de San Pablo: que la justificación ocurre
por gracia. Solo por gracia, Nosotros hemos sido justificados por
pura gracia. “Pero ¿yo no puedo, como hacen
algunos, ir ante un juez, y pagar para que me dé justicia?” No, en esto
no se puede pagar, ya ha pagado alguno por todos nosotros, Cristo. Y a partir
de Cristo que ha muerto por todos nosotros, viene la gracia que el Padre nos da
a todos, la justificación ocurre por gracia.
El apóstol siempre tiene presente la experiencia que cambió su vida: el encuentro con Jesús resucitado en el camino a
Damasco. Pablo había sido un hombre orgulloso, religioso y celante,
convencido de que en la escrupulosa observancia de los preceptos estaba la
justicia. Ahora, sin embargo, ha sido conquistado por Cristo, y la fe en Él lo
ha transformado en lo profundo, permitiéndole descubrir una verdad hasta ahora
escondida: no somos nosotros con nuestros esfuerzos
que nos volvemos justos, no somos nosotros, sino que es Cristo con su gracia
quien nos hace justos. Entonces Pablo, para tener una plena conciencia
del misterio de Jesús, está dispuesto a renunciar a todo en lo que antes era
rico (cfr Fil 3,7), porque ha descubierto que solo la gracia de Dios lo
ha salvado.
Nosotros hemos sido justificados, hemos sido
salvados, por pura gracia, no por nuestros méritos y esto nos da una confianza
grande. ¿Somos pecadores?
Sí, pero vamos en el camino de la vida con esta
gracia de Dios que nos justifica cada vez que pedimos perdón. No en ese
momento, hemos sido justificados, sino que viene a perdonarnos otra vez más.
La fe tiene para el apóstol un valor global. Toca cada momento y cada
aspecto de la vida del creyente: desde el bautismo hasta la partida de este
mundo, todo está impregnado de la fe en la muerte y en la resurrección de
Jesús, que dona la salvación. La justificación por fe subraya la prioridad
de la gracia, que Dios ofrece a los que creen en su Hijo sin distinción
alguna.
Por eso no debemos concluir, por tanto, que para Pablo la Ley mosaica ya
no tenga valor; esta, de hecho, permanece un don irrevocable de Dios, es
-escribe el apóstol- «santa» (Rm 7,12).
También para nuestra vida espiritual es esencial cumplir los mandamientos, lo
hemos dicho ya varias veces, pero tampoco en esto podemos contar con nuestras
fuerzas: es fundamental la gracia de Dios que
recibimos en Cristo. Esa gracia que viene de la justificación que nos ha
dado Cristo, ya ha pagado por nosotros. De Él recibimos ese amor gratuito
que nos permite, a su vez, amar de forma concreta.
En este contexto, está bien recordar también la enseñanza que
proviene del apóstol Santiago, quien escribe: «Ya
veis como el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente.
-Parecería el contrario, pero no es el contrario- [...] Porque así como el
cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta» (Gc
2,24.26). La justificación sino florece con nuestras obras, será allí bajo
tierra, existe, pero nosotros debemos actuarla con nuestra actuación. Así las
palabras de Santiago integran la enseñanza de Pablo. Para ambos, por tanto, la
respuesta de la fe exige ser activos en el amor por Dios y en el amor por el
prójimo. ¿Por qué activos a ese amor? Porque
aquel amor nos ha salvado a todos, nos ha justificado gratuitamente, gratis.
La justificación nos introduce en la larga
historia de la salvación, que muestra la justicia de Dios: frente a nuestras continuas caídas y a nuestras
insuficiencias, Él no se ha resignado, sino que ha querido hacernos justos y
lo ha hecho por gracia, a través del don de Jesucristo, de su muerte y
resurrección.
Algunas veces he dicho cómo es el modo de actuar de Dios, cuál es el
estilo de Dios, y lo he dicho con tres palabras, el
estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Siempre es cercano a nosotros,
compasivo y tierno. Y la justificación es precisamente la cercanía más grande
con nosotros, hombres y mujeres, la compasión más grande con nosotros, hombres
y mujeres, la ternura más grande del Padre. La justificación es este don de
Cristo, muerte y resurrección de Cristo, que nos hace libres. “Pero padre, yo soy pecador, he robado…” Sí, pero
en la base, eres justo. Deja que Cristo actúe en esa justificación. Nosotros no
estamos condenados en la base, no, somos justos, permítanme la palabra, somos
santos, a la base, pero luego, con nuestra actuación nos convertimos en
pecadores, pero a la base somos santos, dejemos que la gracia de Cristo salga y
que esa justicia, esa justificación, nos de la fuerza de ir hacia adelante.
Así, la luz de la fe nos permite reconocer cuánto es
infinita la misericordia de Dios, la gracia que obra por nuestro bien. Pero la misma luz nos hace también ver la
responsabilidad que se nos ha encomendado para colaborar con Dios en su obra de
salvación. La fuerza de la gracia tiene que combinarse con nuestras obras de
misericordia, que somos llamados a vivir para testimoniar qué grande es el
amor de Dios.
Vayamos hacia adelante con esta confianza, todos hemos sido justificados, somos justos en Cristo, debemos actuar esa
justicia con nuestra actuación. Gracias.
Redacción ACI Prensa
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