martes, 31 de agosto de 2021

«LA TORÁ, LA LEY, NO DA VIDA», DIJO EL PAPA; RABINOS PROTESTARON Y EL OBISPO DE LA PLATA LO EXPLICA

VÍCTOR MANUEL FERNÁNDEZ, ARZOBISPO DE LA PLATA, EXPLICA EN QUÉ SENTIDO LA TORÁ -PERO TAMPOCO LA LETRA DEL EVANGELIO- NO DAN VIDA, SI SE VACÍAN DE DIOS...

El pasado 11 de agosto, el Papa Francisco predicó sobre cómo Dios entregó a Israel la Torá o Pentateuco, los 5 primeros libros de la Biblia. Francisco después, aludiendo a San Pablo, señaló que "la Ley, sin embargo, no da vida, no ofrece el cumplimiento de la promesa porque no es capaz de poder cumplirla".

No es ninguna enseñanza novedosa, pero diversas autoridades judías de alto rango mostraron su desacuerdo e inquietud.

Lo que dijo el Papa exactamente es: “Dios les ofreció [a los judíos] la Torá, la Ley, para que pudieran entender su voluntad y vivir en justicia. Tenemos que pensar que en ese momento, una ley como esta era necesaria, fue un regalo tremendo que Dios le dio a su pueblo. La Ley, sin embargo, no da vida, no ofrece el cumplimiento de la promesa porque no es capaz de poder cumplirla. La Ley es un viaje, un viaje que conduce hacia un encuentro… Aquellos que buscan la vida necesitan mirar la promesa y su cumplimiento en Cristo”.

El rabino Ratzon Arusi, presidente de la Comisión del Rabinato Principal para el Diálogo con la Santa Sede, escribió una carta en nombre del Gran Rabinato al cardenal Kurt Koch, que es quien vela por las relaciones de la Iglesia con las autoridades judías, según difundió The Times of Israel.

Ratzon Arusi, del Gran Rabinato de Israel, uno de los responsable de las relaciones con el Vaticano, expresó su inquietud por la homilía del Papa y el concepto de que "la Torá no da vida"

“En su homilía, el Papa no sólo presenta la fe cristiana como algo que reemplaza a la Torá sino que afirma que éste última ya no da vida, lo que implica que la práctica religiosa judía en la era actual es obsoleta”, escribió Arusi en la carta. “Esto es, de hecho, parte integrante de la ‘enseñanza del desprecio’ hacia los judíos y el judaísmo que creíamos que la Iglesia había repudiado por completo”.

El rabino le pidió a Koch que “transmitiera nuestra angustia al papa Francisco” y solicitó una aclaración del Papa para “asegurarse de que cualquier conclusión despectiva extraída de esta homilía sea claramente repudiada”.

Portavoces del dicasterio del cardenal Koch adelantaron a Reuters que se había recibido la carta y que estaban “considerándola seriamente y reflexionando sobre una respuesta”.

Parte de la respuesta vaticana ha llegado ahora en forma de un artículo en L'Osservatore Romano firmado por el arzobispo de La Plata (Argentina), Víctor Manuel Fernández y recogido por la agencia AICA.

El arzobispo Fernández explica que “si se afirmara que la propia justificación se alcanza por un cumplimiento de la Ley con las propias fuerzas sin el auxilio divino, se estaría cayendo en la peor de las idolatrías, que consiste en adorarse a sí mismo, a las propias fuerzas y a las propias obras, en lugar de adorar al único Dios”, advierte.

Reproducimos a continuación el artículo del arzobispo de La Plata.

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LA TORÁH Y LA JUSTIFICACIÓN

Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata, publicado en L'Osservatore Romano.

Cuando san Pablo habla de la justificación por la fe, en realidad está recogiendo profundas convicciones de algunas tradiciones judías. Porque si se afirmara que la propia justificación se alcanza por un cumplimiento de la Ley con las propias fuerzas sin el auxilio divino, se estaría cayendo en la peor de las idolatrías, que consiste en adorarse a sí mismo, a las propias fuerzas y a las propias obras, en lugar de adorar al único Dios.

Es imprescindible mencionar que algunos textos del Antiguo Testamento y muchos textos judíos extrabíblicos ya manifestaban una religiosidad de la confianza en el amor de Dios e invitaban a un cumplimiento de la ley movilizado desde el interior del corazón por la acción divina (cf. Jer 31, 3.33-34; Ez 11, 19-20; 36, 25-27; Os 11, 1-9, etc.). (1)

La “emuná”, actitud de profunda confianza en YHWH que moviliza al auténtico cumplimiento de la Ley, “está en el corazón mismo de la exigencia de toda la Toráh”. (2)

Un eco reciente de esta antigua convicción judía, que renuncia a la autosuficiencia frente a Dios, puede encontrarse en la siguiente frase del rabí Israel Baal Shem-Tov (principios del s. XIX): “Temo mucho más mis buenas acciones que me producen placer, que las malas que me producen horror”. (3)

Las tradiciones judías también reconocen que para cumplir de manera íntegra la Ley hace falta un cambio desde los corazones.

Ni cristianos ni judíos decimos que lo que vale es el cumplimiento externo de ciertas costumbres sin el impulso interior de Dios. La teología judía en realidad coincide con la doctrina cristiana en este punto, sobre todo si se parte de la lectura de Jeremías y de Ezequiel, donde aparece la necesidad de una purificación y de una transformación del corazón. ¿Cómo no ver en Rm 2, 28-29 una continuación y una profundización de Jer 4, 4; 9, 24-25?

Judíos y cristianos reconocemos que la sola ley externa no puede cambiarnos sin la obra purificadora y transformadora de Dios (Ez 36, 25-27), que para nosotros ya comenzó a hacerse presente en su Mesías (Ga 2, 20-21).

Por otra parte, recordemos que según la profundísima interpretación de San Agustín y de Santo Tomás sobre la teología paulina de la ley nueva, la esterilidad de una ley externa sin la ayuda divina no es una característica de la Ley judía, sino también de los preceptos que el mismo Jesús nos dejó: “También la letra del Evangelio mata si no tiene la gracia interior de la fe que sana”. (4)

ReL

NOTAS:

(1). El texto de Hab 2,4, que expresa esta actitud básica, es de hecho citado por San Pablo al hablar de la justificación por la fe en Gál. 3, 11 y en Rom. 1, 17.
(2). Cf. C. Kessler, “Le plus grand commandement de la Loi” (cit) 97. Cabe indicar aquí que las afirmaciones de Pablo sobre una “caducidad” de la Ley deberían situarse también en el contexto de “la doctrina rabínica de los eones”, según la cual al final de los tiempos el instinto del mal sería erradicado de los corazones humanos y la ley externa ya no sería necesaria. Pablo precisamente creía vivir en los últimos tiempos y esperaba un retorno inminente del Mesías: “Pablo era un fariseo convencido de vivir en el tiempo mesiánico”: H. J. Schoeps, Paul. The theology of the Apostle in the light of jewish religious story, Filadelfia, 1961, 113. Por este motivo, en 1 Timoteo, cuando la espera de una venida inminente se había mitigado mucho, la ley adquirió mayor importancia (1 Tm 1, 8-9).
(3). Citado por E. WIESEL, Celebración jasídica, Salamanca, 2003, 58.
(4). S. Tomás de Aquino, ST I-II, 106, 2.

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