lunes, 9 de agosto de 2021

EN POS DEL ORO BLANCO

 


Cinco años habrían transcurrido de la segunda guerra mundial, motivada por la hegemonía política de Corea dividida en dos bandos. La del Norte apoyada por los chinos y la del Sur por los norteamericanos.

Con la larga guerra mundial concluida en 1945, EE.UU. se había quedado sin reservas de algodón, materia prima cuya celulosa sirve para elaborar la pólvora sin humo. Esta guerra podía prolongarse indefinidamente y para abastecerse rápidamente de la materia prima ofrecieron precios fabulosos para incentivar la siembra de este producto estratégico.

En el Perú todos se lanzaron al campo, en busca de tierras para este cultivo. Hombres de empresas, abogados, médicos y hasta "dandys" que nunca habían trabajado, abandonaron la ciudad en busca del "oro blanco". Grandes y pequeñas haciendas y medianos fundos se arrendaron pagándose fabulosos traspasos. Tierras abandonadas por el antieconómico sistema de bombeo, fueron habilitadas. Había que aprovechar esta oportunidad. El algodón se sembró en cabecera de sierra, y algunos hasta en macetas lo hicieron.

En Huacho dos hermanos: Lucho y Alejandro, cruzaron el Huaura y tomaron en arriendo el fundo Niminga, que está a la orilla del río. La mayor parte de sus tierras eran montes de alisos y cañas bravas.

A Lucho le decían el “Borrego" porque tenía una cabellera sedosa y ondulada, era blanco, bien parecido y muy activo. Rápido tomó varios fundos a su cargo. Alejandro el segundo, era el patito feo de esta familia; trigueño, de chico tuvo paperas y por eso seguramente le quedaron los cachetes inflados. Sus amigos cariñosamente le decían: "Bombilla", apelativo que aceptaba complacido. Era de carácter tranquilo, muy conformista mantenía para todo una calma chicha hasta la desesperación.

Lucho tenía por esa época unos fundos arrendados alrededor de Lima, Alejandro se dedicaba al comercio en la ciudad y a la pesca como deporte. No hubo tarde en los meses de verano, que no partiera en su viejo camión con su íntimo amigo: León Ming, famoso por haber pescado un pez gallo. Las playas cercanas de Chilcal o Atahuanca eran sus preferidas donde iban en busca de chitas, corvinas o tramboyos.

Una de estas tardes, estando a doscientos metros de la playa, el chinito Ming veía platear las corvinas en las crestas de las olas. Saltando de emoción apuraba a Alejandro para acelerar el carro, marcha que no había variado en todo el curso del camino según costumbre. Alejandro, impasible a la emoción de Ming, estaba preocupado en sacarle la esencia al pucho que estaba fumando. Con toda su santa calma le respondía: “Tranquilo chino, ya llegaremo”.

Al ver León Ming que las corvinas se alejaban, y al no poder probar la nueva pluma en forma de dragón que llevaba, malhumorado manifestó: ¡tiuniama!

Todas estas delicias de la pesca tuvieron que abandonar Alejandro para dedicarse a Niminga y vigilar los cultivos del algodón. Un día paseando por el río vio en un remanso de agua cristalina un enorme pez y corrió a la casa grande en busca de anzuelo y cordel. Horas estuvo esperando que el pez lo picara. En estos afanes lo encontró su hermano Lucho. Con el movimiento del cordel y la muestra parecía que el enorme pez se sumergía, y al ponerse el agua nuevamente cristalina emergía. Observando esto le preguntó: -¿Qué pescas Alejandro? Un bagre, por el cual estoy horas esperando a que coja la muestra y muerda el anzuelo.

"A ver" -le dijo inclinándose detrás de él.

"Mira, mira hermano ¡Ahora que el agua está tranquila y cristalina como un espejo, lo puedes ver!"

"Lo que yo veo, es tu cara, el bagre eres tú!" - le respondió.

 

Esta anécdota la contó Lucho en el Hotel Pacífico.

De Alberto Bisso Sánchez (1992).

Alejandro Smith Bisso

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