El Papa Francisco reconoció que los meses en que la pandemia de coronavirus obligó a suspender las Misas con fieles evidenció problemas que ya se venían observando desde hacía tiempo, particularmente en Italia, y que tienen que ver con el contexto de cambio de época.
Sin embargo, el Pontífice también
señaló que “el tiempo de privaciones permitió advertir la
importancia de la divina liturgia para la vida de los cristianos”.
En un mensaje enviado por el
Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, de parte del Papa
Francisco a los participantes en la Semana Litúrgica Nacional de Italia, que se
abre este lunes 23 de agosto en la ciudad de Cremona, el Santo Padre explicó
que la Misa es una realidad irrenunciable para los cristianos.
“La reunión semanal
en nombre del Señor, que desde los orígenes los cristianos han considerado una
realidad irrenunciable e indisolublemente legada a su identidad, se interrumpió
abruptamente durante la fase más aguda de la propagación de la pandemia”, indicó.
Sin embargo, “el amor por el Señor y la creatividad pastoral empujaron
a los pastores y a los fieles laicos a expresar otras vías para nutrir la
comunión de fe y de amor con el Señor y con los hermanos a la espera de poder
regresar a la plenitud de las celebraciones eucarísticas con tranquilidad y
seguridad”.
“Ha sido una espera
dura y que ha causado sufrimiento, iluminada por el misterio de la Cruz del
Señor y fecunda por las muchas obras de caridad, de amor fraterno y de servicio
a las personas que más han sufrido las consecuencias de la emergencia
sanitaria”.
Aseguró que “la triste experiencia del ‘ayuno’ litúrgico del año
pasado resaltó los beneficios del largo camino recorrido desde el Concilio
Vaticano II sobre el camino trazado por la Constitución Sacrosanctum
Concilium. El tiempo de privaciones permitió advertir la importancia de la
divina liturgia para la vida de los cristianos”.
En ese sentido, la mentó que “la liturgia suspendida durante el largo período de
confinamiento y la dificultad de retomarla a continuación han confirmado lo que
ya se observaba en las asambleas dominicales de la península italiana: un
alarmante indicio en fase avanzada de cambio de época”.
“Observamos cómo en
la vida real de las personas ha cambiado la misma percepción del tiempo y, en
consecuencia, del mismo domingo, del espacio, con recaídas sobre el modo de ser
y de sentirse comunidad, pueblo, familia y de la relación con un territorio”.
“La asamblea
dominical se encuentra así descompensada tanto por la presencia generacional
como por la falta de homogeneidad cultural y por la fatiga de encontrar una
integración armónica en la vida parroquial que sea de verdad culmen de toda su
actividad y fuente de dinamismo misionero para llevar el Evangelio de la
misericordia a las periferias geográficas y existenciales”.
El Santo Padre deseó que “la Semana Litúrgica Nacional, con sus propuestas de
reflexión y momentos de celebración, pueda individuar y sugerir algunas líneas
de pastoral litúrgica para ofrecer a las parroquias, para que el domingo, la
asamblea eucarística, los ministros, el rito, emerjan de la marginalidad hacia
el cual parece que se precipitan inexorablemente y recuperen la centralidad en
la fe y en la espiritualidad de los creyentes”.
Redacción ACI Prensa
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