Amor mío, me voy de pesca nuevamente y veo en tus ojos el reproche callado de dejarte sola...
No me
juzgues, no es que no quiero estar contigo, sino que necesito estar conmigo
mismo, pero sé, que por más que insistas en tratar de comprender el afán que me
embarca al ir de pesca, jamás podrás comprenderlo...
Es que
siento en el alma ese amor por los espacios abiertos, por el pique del pez, la
fogata y la aventura.
Necesito
un lugar alejado, con agua, viento. Quiero ensuciarme, descuidar mi aspecto,
sentir el cansancio, que queme el sol mi cara, me congele la helada y pasar
frió.
Quiero
ver un rió o un mar, plantas, animales salvajes, flores silvestres, nieve,
hielo, barro, piedras...
Quiero
sentarme y reírme con mi compañero de pesca de pavadas, quiero extrañarte e
imaginarte esperando mi regreso.
Me miento
y digo que esta será la mejor pesca que vaya a realizar en mi vida... aunque sé
que en la próxima, volveré a decirme lo mismo... y ya en el agua... estoy feliz…
caña en mano y a mirar la puntera que me hipnotiza... es una paz única.
A veces
siento que he nacido en épocas equivocadas, donde el triunfo del hombre se mide
en plásticos de tarjetas de crédito, donde el frió se regula con un termostato
y el calor del verano no existe al prender un aire acondicionado.
He nacido
en una época de traiciones y luchas por una cuenta de bancos, donde todo se
compra y se vende.
Pero
cuando pesco, amor mío, me alejo de este mundo de bocinas, de escapes
venenosos, me alejo del confort, del lujo y la televisión que idiotiza.
Yo puedo
aceptar las reglas del juego, soy lo suficientemente civilizado como para
convivir en este espacio de locos, pero déjame que me escape cada tanto.
Amo a mis
cañas y redes porque son el juguete que me transporta a este gran juego que es
la pesca, y te pido que no veas en ellas un instrumento de muerte, porque lo
son de vida... jamás me siento más vivo que cuando las empuño tras la presa.
Y veras
que cuando ya no pueda más hacerlo, estaré por ahí sentado al sol, donde me
pongan las cariñosas manos de nuestros hijos o las tuyas, y una sonrisa lejana
se dibujara en mis labios resecos. No pienses que es la vejes inevitable, sino
que estaré recordando alguna pesca.
Y si me
vieras abatido y solo, aburrido en mi sillón, pon en mis manos mi red gastada,
al tocarla y rozar sus formas de acero, me transportare en el tiempo... veras
entonces que mis manos apretaran al viejo compañero tratando de recuperar esos
momentos ya idos..
Quizás
sea, mi amor, que hoy me voy de Pesca, para poder atesorar esos momentos... y
así poder vivir feliz... en el mañana...
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