LOS CAZADORES LIMEÑOS REGALARON A LOS HUACHANOS CACHORROS DE PERROS PERDIGUEROS.
De estos
perros por su inteligencia y habilidad para recoger la caza hicieron historia: “Jipi” y “Chispa” de
don Domingo Drago y Aníbal Bisso Magni.
Jipi, muy hábil para ubicar palomas y
patos, no pudo desarrollarse plenamente por las limitaciones de vivir en la
ciudad. En cambio Chispa creció en el campo.
Continuamente su amo lo llevaba de cacería, entrenándolo para que el perro se
acostumbrara a los disparos, por las haciendas vecinas, cerca al río Huaura.
Inquieto se le veía siempre, impaciente por llegar a los potreros de caza. Como
era activo pronto se convirtió Chispa en un
gran compañero para su amo.
Su
entrenamiento en casa era con pelotitas de trapo en un callejón sin salida,
para que aprendiera a traerlas a la mano.
No bien
su amo tumbaba una paloma, corría a traerla y cuando ésta caía en un matorral,
con su fino olfato la localizaba. Estando herida, aleteando por escapar, de un
salto le ponía sus patas encima y, luego, delicadamente la cogía y vivita se la
entregaba a su amo.
Un
domingo estado de caza en el monte de Niminga, al otro lado del río, su amo, de
un seco disparo, a una kukulí a cincuenta metros de altura se la trajo abajo
zigzagueando herida. Perdiendo altura, fue a caer dentro de unos montículos.
Chispa se lanzó en su persecución. Llegando al sitio, olfateando, avanzaba
atento si algo se movía en el monte. Sintió ruido de hojas secas y rápido se
lanzó encima. Pisó una víbora que le mordió la nariz.
Don Lucho
del Campo, que estuvo cerca y presenció lo ocurrido exclamó angustiado: ¡Aníbal, ven! mira lo que ha pasado, hay que llevarlo
rápido a la hacienda Humaya.
Mr. Montgomery, el administrador
de la hacienda, le puso al perro un pañuelo impregnado de amoniaco sobre la
herida de la nariz neutralizando el veneno. Luego un tratamiento en la ciudad.
Y se salvó Chispa.
De Alberto Bisso
Sánchez
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