Dos hermanos chinos tomaron bajo arriendo la hacienda Mazo. Pusieron a don Hilarión el mando de conductor de campo. En la madrugada del primer día de labor, se dio con la sorpresa que no había con qué llamar a los peones al trabajo. En el patio de la casa grande estaba la pequeña torre, el grueso palo que cruzaba los tientos de cuero pero faltaba lo mejor: la campana. En las investigaciones le informaron que dicha campana tenía una leyenda maléfica. Quien podía dar noticias de esta historia, era un viejo moreno, antiguo trabajador de la hacienda, que vivía en un caserío cercano.
Don
Hilarión mandó llamar al viejo peón y, como quiera que éste no concurría él
mismo fue en su busca, encontrándole en su chacrita al cuidado de un viñalito.
A las preguntas de don Hilarión, sobre la desaparición misteriosa de la campana
le informó que de niño oyó hablar a una vieja esclava de esa campana: “El mismo día que la fundieron unos esclavos chinos
escaparon, tendiendo una emboscada, en el monte del Pacayal al patrón y al capataz,
matándolos a machetazos. Los chinos decían que ellos no eran esclavos, habían
sido engañados, y si mataron fue por los abusos cometidos. Esa misma tarde los
cogieron, los colgaron y flagelaron en los cepos. Los pobres chinos maldecían
su triste suerte mientras el herrero fustigaba el fuelle para fundir una
campana”
Los
nuevos patrones echaban moneda tras moneda de oro en el ardiente crisol. Parece
que los ayes, lamentos y maldiciones de los chinos moribundos los captó en sus
ondas la campana al fundirse, y de tiempo en tiempo al repicar, se oía como un
lamento y ese día alguien se accidentaba o moría en la hacienda. Trajo esto
tanto temor a la gente que los propios patrones bajaron la campana y la
enterraron secretamente.
Al
preguntar al anciano, si la esclava averiguó a donde la enterraron, él contestó
que podría decirlo, pero mejor la dejara donde estaba, porque le traería
desgracia maldiciendo en chino.
El
administrador no bien regresó, hizo cavar en el sitio indicado, pensando que lo
contado por el viejo moreno eran supersticiones de esclavos: ¿Cómo iba a ser posible que una campana maldijera
repicando en chino?
La
campana fue subida a la torre, amarrada con los tientos de cuero al viejo palo
y comenzó a sonar nuevamente a las cinco de la mañana.
Un año
había transcurrido. El conductor de campo no se acordaba ya de la campana, ni
de sus maldiciones. Pero una madrugada sonó rara, asustando a los bueyes en el
momento en que los uncían, y, uno de ellos, virando violentamente desnucó al
otro... Pocos días después los sonidos de la campana eran como ayes; a la
distancia se oían como lamentos.
Limpiando
una profunda desangradera, se precipitó un talud, una enorme cantidad de
piedras y barro quedando sepultado uno de los peones. La peonada comenzó a
inquietarse relacionando los sonidos raros de la campana con las desgracias
ocurridas y empezó a propagarse la leyenda de que esa campana estaba embrujada,
¡Estaba maldita!
Después
del entierro de su compañero, los peones pidieron al patrón se deshiciera de
esa campana. ¡"Son tonterías, son
supersticiones"!, le decía don Hilarión a la gente, haciendo
caracolear al caballo, mandándolos al trabajo.
La
campana seguía sonando y al tercer repique emitió un largo gemido. El caballo
del administrador se espantó desmontándolo, enredado un pie en el estribo lo
arrastró a todo galope delante de la horrorizada peonada, logrando detener el
caballo antes de que lo desnucara. Este hecho dio lugar a que fuese bajada la
campana y enterrada nuevamente.
Por esos
años llegaron a Huaura buscadores del tesoro del cerro Centinela, al saber la
existencia de esta sonora campana por el oro que contenía, presentaron una
orden del Subprefecto de la Provincia al administrador para que la entregara.
Los soldados zarpadores que estaban en este servicio, cavaron en el patio
indicado. Al levantar la campana ve don Hilarión que uno de ellos la iba a
sonar, exclamó: "¡Po favó no tocá, no tocá!"
Pero fue tarde, el badajo la hizo
retumbar y sus ondas salieron como el alarido de un gato, cuál no sería la
impresión de susto que se llevó don Hilarión al oír: ''Tiuna
ma, tiuna ma..." que en chino significa algo así: "Vete a la mierda".
De Alberto Bisso Sánchez (1985).
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