Fuera de profecías de últimos tiempos, ¿podemos decir con exactitud cuál el sello del anticristo? La escritura dice, “el que tenga inteligencia descifre el número de la bestia pues es número de hombre y su número es 666”. Este número representa la humanidad (El Hombre) no es un ángel. Quienes son estos falsos profetas, sino los que no llevan la palabra de Dios, sino la mentira. Ya anunció San Pablo que esos son muchos, y que son rígidos y duros de cerviz, porque “Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros”, puesto que no han aceptado el sello del Dios Vivo. (1 Jn 2,19).
El sello es La
Inteligencia y Sabiduría Divina, La Palabra de Dios, el evangelio:
“En
él también vosotros, después de haber escuchado la palabra de la verdad –el
evangelio de vuestra salvación–, creyendo en él habéis sido marcados con el
sello del Espíritu Santo prometido”. (Ef 1,13-14)
El evangelio es como
dice el Apocalipsis, “los marcados con el sello
del Dios Vivo”, frente al sello del diablo que lo reduce a mera
inteligencia de hombre, y guía a los anti-mesías (Ap 7,2). Pongamos un ejemplo:
¿Jesús multiplico los panes y los peces? El
sello de Dios, marca en la inteligencia que así es. En cambio, el sello del
anticristo diría que no fue así, sino un compartir. Razonando así de esta
forma, con inteligencia meramente humana, como dice, sellado y marcado como una
bestia, incapaz de acoger el evangelio de la verdad que nos está salvando. El
sello del diablo es tergiversar la buena noticia.
La buena predisposición
a La Palabra de La Verdad, tal vez no nos impida caer en el pecado, cuanto
menos en ser tentados, pero el sello de La Inteligencia del Dios Vivo se
revelará en nosotros:
“Él les dijo: — Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondió
Simón Pedro: — Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios
vivo. Jesús le respondió: — Bienaventurado
eres, Simón, hijo de Juan, porque no te
ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y
yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella.” (Mt 16,16-18)
Las puertas del infierno
son las bocas de los demonios, los falsos profetas y tergiversadores:
“Porque
el poder de los caballos está en su boca y en sus colas; pues sus colas,
semejantes a serpientes, tienen cabezas y con ellas causan daño.” (Ap 9,19)
Esta profecía
nos la explica Isaías:
“El
anciano y honorable es la cabeza, y el profeta
impostor es la cola. Los directores de este pueblo han resultado desviadores, y
sus dirigidos, extraviados.” (Is 9,14)
En la primera lectura
(Amós 7,12-15) nos dice que da igual nuestra profesión tanto religiosa como
laical, estamos llamados a profetizar, y esto es a ser verdaderos profetas. Con
la inteligencia Divina del evangelio que nos ilumina la razón humana y nos
lleva a hacer creíble a Dios. Incluso en nuestras debilidades La Verdad del
evangelio nos dice que somos buenos, y hemos nacido para el bien, capaces de
hacer el bien, porque Dios, “nos ha bendecido en
Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. Él nos eligió
en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e
intachables ante él por el amor” (Ef 1 3,4). Sin duda alguna el Amor
de Dios reflejado en la creación, nos dice que este tiene un orden, un cosmos.
La madurez cristiana es amar en el orden divino creado por Dios, un orden,
humana y antropológicamente, a su imagen y semejanza en Jesucristo, la Virgen
María y los Santos. El pecado es desorden y caos, pero Dios nos invita a un
orden en el que hemos sido creados para poder amar. El milagro sucede al
sellarnos Dios con su Palabra, su Espíritu Santo, y acercarnos a los
sacramentos, con el profundo deseo de este sello, que nos marca El Camino hacia
la Santidad.
Un sacerdote
Javier Olivera
Ravasi
De pluma ajena
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